La naturaleza manda

Los nuevos paradigmas productivos no llegan por imposición, sino por pura adaptación a los cambios del clima y la rebelión de la biología. Diversificación y sustentabilidad, dos cartas para que todos ganen.

Juan Manuel Fernández

[email protected]

En el futuro el año 2017 quizás pueda ser considerado como el de la consolidación de nuevos paradigmas productivos en la producción agropecuaria argentina. Y no a causa del lobby de multinacionales que hubieran podido incorporar nuevos productos al paquete tecnológico; ni en respuesta a las intensas demandas de movimientos ecologistas que pugnan por eliminar tecnologías como las pulverizaciones o los cultivos transgénicos. Sino porque lo obligó la naturaleza.

Las lluvias con las que se inició el año pasado, causando la segunda inundación en ocho meses en el centro oeste santafesino, obligaron a repensar las estrategias de cobertura de riesgo. Lo que hasta entonces se había considerado extraordinario se transformó en habitual. Y con ello surgió la necesidad de adaptar los planteos, sean agrícolas o ganaderos, considerando una mayor frecuencia de eventos extremos. Así, por ejemplo, surgió la necesidad de incorporar en las rotaciones cultivos capaces de consumir excedentes de agua subterráneos para contrarrestar las complicaciones de napas que se estacionaron en niveles históricamente altos.

En el mismo sentido, la rebelión de la naturaleza contra el abuso de agroquímicos obligó a productores y asesores a volver a las fuentes. La explosión de malezas resistentes los puso de nuevo a “hacer agronomía”, a diseñar esquemas en sintonía con el entorno y los recursos naturales. Por eso se instalaron con fuerza los cultivos de cobertura, rebautizados “de servicios”, que además de controlar malezas hacen otros aportes igual de valiosos, como recomponer materia orgánica, fijar nutrientes o consumir excesos hídricos. Y hasta la ganadería volvió a la zona núcleo, de donde había sido corrida por el proceso de agriculturización.

Estos efectos son beneficiosos para el agro y las comunidades rurales porque implican una mayor diversidad productiva y una menor dependencia de insumos externos (fertilizantes, agroquímicos). Pero, además, responde con hechos a las exigencias ecologistas, incluso en contra del deseo de los proveedores de insumos.

Paradójicamente, y para el bien de todos, las correcciones se dan por adaptación a las leyes naturales y no por efecto del que grita más fuerte o tiene la billetera más gorda.