Cuando el país muta

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“¡Cómo iluminaron: Alfredo Palacios (foto), Raúl Alfonsín, “el Bisonte” Allende, Carlos Pellegrini, Lisandro de la Torre!”.

Foto: ARCHIVO.

Por Miguel Porral

En Canadá, durante 1990, las tardes televisivas de Quebec y Ontario eran animadas por un tal “Lagne”; un seudónimo del líder de estos indios, hablando de todos los indoamericanos autónomos que reivindican la posesión del territorio de ellos, los primeros ocupantes. Treinta indígenas anecdóticos paralizan una metrópoli ultramoderna sin ningún miramiento; congelan en el tiempo la atención estupefacta y las conciencias equivocadas de una nación democrática.

Quebec mismo estaba en busca de su identidad en un país libre, bilingüe y ya desarrollado. Los treinta indígenas logran hibernizar toda la actividad dinámica y proactiva en bien del Estado. Bloquean el puente “Mercier”, Montreal queda como imagen fija y no como film en movimiento. Miles de trabajadores, muy conformes con el manejo de la economía del país, dejan de percibir sus ingresos.

Transfiriendo asociativamente esta experiencia a la Argentina de hoy, lo mismo está ocurriendo con el grupo “Mapuche”, que intenta paralizar a todo un país y pretende atraer los sectores de ideologías anacrónicas. Nuestro país se está esforzando por “ultra-modernizarse” y delinear sólidamente una identidad acorde con un mundo vertiginoso en los cambios tecnológicos y demandantes de integraciones regionales totales.

Desde hace 42 años se ha multiplicado la producción mundial y los intercambios entre países de economías abiertas que ansían reforzar esa enteridad geopolítica y unificadora. A su vez el mundo se torna absolutamente trivial, ya que sus componentes geopolíticos —exceptuando a la Argentina reciente y felizmente “re-conducida” a la apertura— serán muy pronto idénticos. Un gigantesco aburrimiento, derivado de la uniformidad en todos los aspectos de la vida, diluirá las particularidades de cada identidad nacional.

Pruebas al canto: -viajamos en los mismos autos, -bebemos las mismas cervezas (exceptuando el valioso esfuerzo y éxito de la cerveza artesanal argentina; que ya se está exportando y da divisas al país), -escuchamos las mismas músicas... (critico a Justin Bieber, quien en su visita defraudó burlonamente a miles de adolescentes nuestros que habían ahorrado para poder pagar la entrada). Entonces enaltezco al “tango”, patrimonio de cultura internacional desde que “soñaron con la pinta de Gardel”, -vemos las mismas películas, -leemos idénticos “best-sellers”, -hablamos el mismo inglés básico.

En fin. Sobreviene y está esta atonía política confusa, por vacío de respuestas de todos los dirigentes de una y otra laya (sin vergüenza ni pundonor). Se da una exasperante búsqueda mundial de cada identidad perdida existencialmente. Casual e irónicamente porque el mundo se planetizó en lo socioeconómico.

Nos parecemos, en lo humano, a todos; pero esto enriquecerá tal “colectivo” si es que se da alguna paz. Somos casi idénticos los desocupados argentinos y los “indignados” jóvenes de España e Italia. Tenemos intentos de separatismo como en estos citados países y en otros. Etc., etc.

Reitero: “... si es que se da alguna paz”. Que sobreviva lo de Ghandi, Nehrú, nuestros Pérez Esquivel, nuestro Francisco y la japonesa sobreviviente de Hiroshima, que subsiste apoyada en un bastón y fue a recibir honores acarreando hirientes recuerdos de familiares que se convirtieren en calcomanías de sangre contra los muros.

Cuando me refiero a “atonía” de los dirigentes quiero decir que no tienen una dosis saludable de tensión; todo nerviosismo es mal teatro cuando se cobran prebendas palaciegas y unipersonales. No están tonificados ni para que su voz sea creíble, aunque griten su retórica sin propio convencimiento ni potencia para persuadir a sus dirigidos... “Ser honesto es ser potente”, decía Rubén Darío.

Tener vigor en la voz no es gritar, es una proyección auténtica de la interioridad del que habla. Entonces tendrá “empatía” (la capacidad de ponerse en los zapatos del otro). El “tono” es conciencia para que la gente comprenda; el grito entedia y causa rechazo.

También produce perdidosos la cadena nacional y constante. ¡Cómo iluminaron: Alfredo Palacios, Raúl Alfonsín, el “Bisonte” Allende, Carlos Pellegrini, Lisandro de la Torre! En mi Santa Fe: Sylvestre Begnis, Aldo Tessio, Estévez Boero.

Lo que pasa es que llevaban el traje de político adentro del corazón, no como prenda hueca.

Alumbraban también los Favaloro y los Leloir -con su silla atada con alambres y un microscopio que lo volvía miope y, no obstante, ¡vio!- (Seguro que me faltaron varios, discúlpenme).

Argentina, hoy, empezó a dejar de ser “La casa de Irene” o la de “Tócame Roque”; pero es imposible escalar al cielo sin paciencia y tiempo vital disponible. “Hay una parte que viene y otra que se va” como en la canción de Aznavour.

Hay una minoría mundial poderosa que juega a la “embopa” (o a “la gallina ciega”). Pero, en “la gallina”, a veces, se espía sobre la venda para ver la convivencia individual. Sobre todo, algunos gordos cegetistas... ¿Cómo vendrán así las inversiones? ¿Vendrán con un turista recientemente apuñalado en La Boca (Bs. As.)? El “drogón” que lo mató y fue herido por un honesto policía de civil, que podría haber mirado para otra parte y que fue encarcelado siguiendo la línea doctrinal de Zaffaroni, que sigue zafando de sus estulticias.

En Babel, “el Barba de arriba” confundió nuestras lenguas (que equivalen a “pensamientos dichos”). Nos dio un tirón de orejas “el Innombrable”. Fue para combatir la soberbia (llámese el benefactor Galtieri, por ej.) y el castigo resultado de la dispersión de nuestra fe patriótica, y el duelo de muchachos mal armados y mal dirigidos. Aún tenemos dirigentes mostrencos en casi todos los órdenes sociales.

Piénsese si no tuvimos algo de responsabilidad todos durante una larga línea temporal. Pero el azul del cielo nuestro equivale a la función de reflexionar. No vivamos mirándonos el ombligo que no es el mundo. El pasado y el futuro jamás son presente. Es lo que debemos percibir por nuestra descendencia.

Chau, ¡buona fortuna!

(1) LAYA = sin vergüenza ni pundonor