Un ejemplo de superación

Por años sufrió una adicción y vivió en la calle; hoy tiene su taller de herrería

Rogelio Miño, un joven que pudo superar adversidades, gracias a su voluntad y a la ayuda de la Casa de Juan Diego. Es herrero, tiene su propio emprendimiento y hace 14 años se alejó de las drogas.

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Tomás Rico

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“No fue fácil, nada fácil, pero se puede”, dijo Rogelio Miño, un joven que hoy es herrero y tiene su propio taller, pero que durante su adolescencia la pasó mal. “El primer paso para salir adelante es buscar ayuda, porque uno solo no puede”, agregó.

Miño tiene 34 años y formó su familia junto a su esposa y sus cuatro hijos. Pero antes de que su vida se encauce y encuentre un horizonte con buenas expectativas, vivió en la calle al menos por siete años, a pesar de que a veces volvía a la casa de sus padres. “Fue por una cuestión de vagancia que estuve en la calle, me involucré mucho con las drogas y terminé en esa situación. La Casa Juan Diego de alguna manera fue mi abrigo y mi sostén por un tiempo largo”, contó en una entrevista con El Litoral.

Y mencionó a la Casa de Juan Diego porque esta organización desde hace más de 20 años trabaja con chicos que deambulan por la calle y/o tienen problemas con las adicciones.

“El encuentro con las personas que forman parte de la institución fue mutuo, porque ellos te buscan a vos y uno busca encontrarse con ellos, porque del boca en boca supe que hay gente que te ofrece su ayuda”, indicó.

A los 13 años comenzó a recibir ayuda: fue cuando empezó a cuidar autos y a vender tarjetas en las calles de la ciudad para tener su dinero. Empero, no fueron pocos los años que tuvo que luchar para ganarle esa ardua guerra por la que tiene que pasar un adicto.

“Una persona no puede estar en situación de calle, hay que resolver ese tema como sociedad. Yo lo padecí por una decisión mía, por los problemas familiares, la ‘malajunta’ y un poco de todo me llevó por ese camino”, dijo Miño.

—¿Cuándo hiciste el click que te hizo decidirte a salir de la adicción?

—Cuando falleció mi viejo —contó con la voz quebrada al recordar el momento—. Las últimas palabras que recuerdo de él fueron: “Ponete las pilas porque ya sos grande, cuidá a tu mamá”. Ésa fue una de las cosas que me hizo salir adelante. De ahí empezó el proceso de recuperación en los cuales pasé por todas las situaciones de aprendizaje.

Esto recién ocurrió a los 20 años, momento en el que logró dar el gran paso hacia una realidad absolutamente distinta de la que venía viviendo, y una de las primeras vías de escape fue al amparo del estudio y la Casa de Juan Diego.

Metas logradas

La importancia de mantenerse activo y con la mente ocupada es fundamental para alejarse de las adicciones, y así lo evidencia Rogelio. “A la mañana estudiaba herrería, a la tarde trabajaba en una alfajorería y a la noche iba a la escuela para adultos, y así con la cabeza gacha llegaba a mi casa y evitaba salir, porque si salía, perdía”.

Miño encontró en la herrería un pasatiempo, que luego se convirtió en su pasión y hoy es lo que le da sustento económico y calidad de vida. “Después del curso me propuse terminar el secundario, intenté hacer un profesorado pero no lo pude continuar por cuestiones económicas”, sostuvo. En ese interín, entre terminar la escuela y la vida que lleva hoy con su taller, hizo trabajos de mantenimiento en una alfajorería y trabajó como cadete.

El joven recordó a Carlos, uno de los miembros de la Casa de Juan Diego ya fallecido, quien lo motivó a que haga un curso más avanzado sobre herrería en la Escuela de Formación Profesional Nº 1 —obtuvo el título de auxiliar de herrero—, y además lo acercó a la sede de la organización para que pase la noche ahí y no lo haga en la calle.

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“Una persona no puede estar en situación de calle, hay que resolver este tema como sociedad. Yo lo padecí por una decisión mía, por los problemas familiares, la ‘malajunta’; un poco de todo me llevó por ese camino”, dijo el herrero. Foto: Guillermo Di Salvatore

El taller

Hoy vive en un terreno que le fue cedido en comodato a la Casa de Juan Diego, donde también funciona el taller de herrería hace dos años. “Empezamos con un grupo de seis y siempre la meta fue generar autonomía, porque tenemos un presupuesto al que tenemos que adecuarnos, que involucra los costos que requiere mantener el taller. Si a la persona le enseñás a trabajar de manera autónoma, la persona se dignifica y desde ahí quiere ser emprendedora”, resaltó. Además rememoró que a cada hogar en los que vivió siempre llevaba con él su “tallercito” y así hacía sus productos para vender.

Sobre el taller expresó que “es un emprendimiento casi particular y todo nos cuesta. Por suerte recibimos ayuda de la Casa de Juan Diego, más que nada de sus voluntarios, para poder pagar la luz, entre otras cosas”.

Al taller concurren tres jóvenes para que Rogelio les enseñe el oficio. Uno de ellos le comentó a El Litoral: “Rogelio es una gran persona y le agradecemos que nos haya abierto las puertas de su trabajo y las de su casa, no sólo para hablar de herrería, sino también de la vida y sus problemas. Es un lugar de contención en donde día a día abunda y crece la amistad”.

Entre esos tres aprendices, participa un chico que está detenido en el penal juvenil de la ciudad y que por la tarde lo llevan al taller de herrería para que haga sus prácticas.

Contacto

Para contactarse con el taller, ya sea para encargar algún trabajo o bien ofrecerse para colaborar y formar parte del emprendimiento de Rogelio, los interesados pueden comunicarse por los siguientes canales de comunicación: Facebook (Taller De Herrería); Correo electrónico ([email protected]); Teléfono fijo (0342-4827303) o al celular (342-4779075).

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Producto terminado. Dos de los tres jóvenes que aprenden de Rogelio Miño en su taller de herrería. Foto: Gentileza