Tribuna de historia

De la autonomía andaluza

Por Antonio Camacho Gómez

El 28 de febrero de 1980 fue una fecha histórica para la segunda región más importante de España, ya que el voto masivo de su pueblo posibilitó su autonomía, cumpliendo el sueño del denominado “padre de la patria andaluza”, Blas Infante, abogado que luchó por los derechos de aquél, quien dijo que “la rebelión ante lo injusto es la más alta de las virtudes”.

Como Mariana Pineda, la noble granadina amante de la libertad, inspiradora de una obra escénica de Federico García Lorca, y la que fue ajusticiada por orden del rey Fernando VII en 1831, el creador del escudo y del Himno a Andalucía, nacido en Casares (Málaga) en 1885 y graduado en la Universidad de Granada, también sufrió la muerte, pero por fusilamiento, el 11 de agosto de 1936. Fue la culminación de una larga batalla que se inició con el llamado aglutinante de 1915 y que encuentra cauce propicio cuando, en la Constitución de 1978, se contempla la autonomía de las comunidades y regiones españolas. Derecho que en el sur peninsular se ejerce plenamente a partir del 28F, con su Parlamento, su Junta (gobierno), su Tribunal de Justicia, y no sin el consenso de los ayuntamientos (municipalidades) y del conjunto de la población. Junta que ha estado presidida por el Partido Popular (de la Borbolla y Camollán) y el PSOE (socialismo), con Cháves, Griñán y la actual Susana Díaz Pacheco. Las primeras elecciones parlamentarias en España se efectuarán el 22 de marzo próximo en Andalucía. Esa Andalucía cuya cultura se remonta a seis mil años antes de Cristo, según las leyes en verso encontradas, y que el investigador alemán Schulten y el filósofo José Ortega y Gasset (Revista de Occidente, 1923, primer número), consideran más antigua que la griega y la romana. Representada por la de Tartessos o Tarshish y de la que el poeta Lorca, cuyo “Romancero gitano” apareció en la citada revista en 1928, ha sido entendido como su mejor intérprete.

El premio Nobel de Literatura Aleixandre afirma del granadino que “sus pies se hundían en el tiempo, en los siglos, en la raíz remotísima de la tierra hispánica...”. Téngase en cuenta que para el autor de “La casa de Bernarda Alba” y su esclarecedora teoría sobre el duende, Andalucía era el ombligo de Occidente y más que una parte de España era ésta una extensión de aquélla. Pero volviendo a Ortega, que era norteño, opina que los andaluces constituyen una de las razas que mejor se conocen, se mantienen fieles a su perfil milenario y a su destino. Y al señalarlo como el pueblo más viejo del Mediterráneo, aclara que antes de los soplos de los vientos históricos desde Egipto y de la zona oriental de ese mar, una “corriente de cultura, la más antigua de que se tiene noticia, partió de nuestras costas y resbalando sobre el frontal de Libia salpicó los senos de Oriente”.

Hago hincapié en la Andalucía profunda, la jonda, la mistérica, la que absorbió las más diversas civilizaciones, como la fenicia, la cartaginesa, la romana, la visigoda, la árabe, con sus ochocientos años de esplendor y la muestra actual como la Mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, la Giralda de Sevilla, las Alcazabas (fuertes defensivos) de Málaga y de Almería, ésta coronando la ciudad magníficamente conservada, con sus fuentes y jardines, iluminada en noches de espectáculos multitudinarios. Ignoro la superficial, la de pandereta, la de Bizet y Marimée, la de montajes flamencos para turistas. Andalucía, la de las bailarinas de Cádiz -puellae gaditanae- elogiadas por Plinio, Estrabón, Polinio, Marcial y Juvenal; la de Séneca, Adriano y Trajano, estos dos emperadores romanos; la de Maimónides y los grandes califas; la de Velázquez, Murillo y Picasso; la de Bécquer, Lorca, los Machados, Alberti, Góngora, Villaespesa y los premios Nobel Jiménez y Aleisandre; la de Falla y Paco de Lucía, la del cante jondo, la Semana Santa Sevillana; la que cantaron Agustín Lara y Plácido Domingo; la de las costas del Sol y de la Luz que reciben a millones de visitantes y cientos de extranjeros deciden quedarse. También la de la romería del Rocío, admirada por el Nobel Mario Vargas Llosa, excluyendo la considerada un tiempo segunda Meca del cine, con filmaciones en Almería. La estudiada dentro y fuera de sus límites geográficos. Al-Andalus. Llorada por árabes y judíos. Entrañable. Andalucía, la del duende y el misterio.