Según los documentos oficiales

El ARA San Juan participó de una misión con toda la flota de la Armada

Fue días antes de la explosión. El submarino pasó a 5 millas de la zona de Malvinas y tenía como misión controlar a los pesqueros británicos.

Redacción de El Litoral

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Habían pasado 36 horas desde el último contacto del ARA San Juan con la Base Naval de Mar del Plata. Era el 16 de noviembre del 2017. Entonces, Mauricio Macri entendió el problema. “Presidente, le habla Aguad, le confirmo que no volvimos a tener comunicación con el submarino. Está perdido”, escuchó de su interlocutor.

El ministro de Defensa, Oscar Aguad, también le había comunicado la novedad, cuando todavía quedaban esperanzas de retomar contacto con la nave de inmersión furtiva al jefe de Gabinete, Marcos Peña, según Clarín.

“Oscar, tenemos que encontrarlo sí o sí. No se nos puede perder un submarino”, le contestó Mauricio Macri al ministro, según el diario porteño.

Según se desprende de los documentos oficiales, el submarino no partió desde el Atlántico Sur hacia Mar del Plata en solitario. Más bien lo contrario. Toda la flota de la Marina argentina navegaba por la zona. Buques, corbetas, lanchas patrulleros con buzos tácticos y hasta aeronaves, se ejercitaban junto al San Juan en el mayor ejercicio naval de desplegado por la Armada desde 1983. Incluso, el submarino desaparecido participó de la operación de mayor riesgo militar en ese plan conjunto cumplido hasta el fin. Se trató del hundimiento, adrede, de un buque en desuso de la Marina, que fue escogido como blanco de una ofensiva militar de naves de superficie y también submarinas como el San Juan. Lo hundieron con disparo de misiles y con minas que buzos tácticos colocaron en el barco, que finalmente explotó.

Ese antiguo buque se llamaba Comodoro Somllera. Las armas navales, algunas de ellas sigilosas, lo destruyeron según el procedimiento articulado por el plan del Ejercicio, la zona que este operativo confidencial de la Armada identificó como su “punto rojo” es un área cercana a la Isla de los Estados, frente a Tierra del Fuego.

Los documentos de la Marina, clasificados con la categoría de “Confidencial”, demuestran que, más allá de la historia narrada por las más altas autoridades de esa fuerza, el ARA San Juan no tenía como única misión patrullar por las aguas territoriales de la Argentina para detectar pesqueros extranjeros que podrían surcarlas y explotarlas de modo ilegal.

De allí surge otra especulación: que haya cumplido con su parte en el Ejercicio conjunto prueba que el San Juan, entonces, podía navegar. Y navegar incluso con solvencia tal como para participar, con protagonismo armamental variable según las diferentes fuentes consultadas por este diario, en la calculada explosión exitosa del Somellera.

Después, sí, el submarino partió hacia el Golfo San Jorge, y hacia Mar del Plata, y el 15 de noviembre ya no se supo más de él.

El gobierno mostró en el Congreso documentación confusa que indicaba, con anotaciones manuscritas y tachaduras sobre el texto, que el submarino desaparecido, junto a sus cuarenta y cuatro tripulantes, habría entrado en las doscientas millas náuticas que, de acuerdo al Reino Unido, son los límites perimetrales de las islas Malvinas dentro de los cuales no podrían navegar otras naves de guerra que las tripuladas por marineros súbditos de la Reina Isabel II. O sea: la Royal Navy.

El plan naval del sur, que movilizó a toda la fuerza de la Marina, incluido el ARA San Juan, y que tenía como duración un mes, y como teatro de operaciones también las aguas del canal de Beagle, había sido organizado por el contralmirante José Luis López Mazzeo, Comandante de Alistamiento y Adiestramiento de la Armada.

Hasta la desaparición del San Juan, López Mazzeo parecía el sucesor natural de su superior, Marcelo Srur. Pero ese acontecimiento desencadenó una disputa interna en la Fuerza impulsada desde la propia cúpula de la Armada para evitar la promoción de López Mazzeo.

Esta situación fue reconocida por importantes funcionarios del Ministerio de Defensa, quienes pusieron fin al conflicto al zanjar la cuestión de modo rotundo.

Zarpó sin las inspecciones de seguridad

La Inspección General de la Armada había ordenado los controles luego de que en la misión de julio reportara ingreso de agua por el snorkel hacia el sistema de baterías.

El 25 de octubre, el submarino ARA San Juan zarpó desde la Base Naval de Mar del Plata, llegó a Ushuaia pero nunca volvió a su punto de partida ya que desapareció el 15 de noviembre con 44 tripulantes a bordo.

Un documento confidencial prueba que la nave salió a navegar sin las inspecciones de seguridad de la Inspección General de la Armada.

El 15 de noviembre a las 6, poco antes de la última comunicación, la tripulación del ARA San Juan informó “ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías Nº 3 ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barra de baterías. Baterías de proa fuera de servicio al momento en inmersión propulsando con circuito dividido. Sin novedades del personal. Mantendré informado”, consta en uno de los documentos que tiene en su poder la jueza federal de Caleta Olivia, Marta Yañez.

El mensaje fue recibido por Claudio Villamide, quien estaba a cargo del Comando de la Fuerza de Submarinos, y Pedro Martín Fernández, oficial superior inmediato del ARA San Juan. Recién a las 8.52 el mensaje fue retransmitido al Comando de Adiestramiento y Alistamiento, a cargo de Luis Enrique López Mazzeo, según publicó el portal Infobae.

Ese mismo día, Villamide reconoció, mediante un “mensaje naval secreto” enviado a las 8.13 (minutos antes de reenviar el mensaje recibido desde el submarino), que había pospuesto las inspecciones de seguridad del ARA San Juan para la primera quincena de diciembre “por razones operativas”.