Se proyectó en tres tramos de casi cinco horas

Bafici consagró un realizador y una forma de hacer cine con el premio para “La flor”

El monumental y extraordinario filme “La flor”, del realizador argentino Mariano Llinás y de 14 horas de duración, se llevó el premio mayor al Mejor Largometraje de la Competencia Internacional que entrega el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que concluye hoy.

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La película está dividida en capítulos, uno de los cuales destinado a una historia de espionaje.

Foto: Agencia DPA

 

Redacción de El Litoral

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Télam

La premiación de la nueva película del realizador de “Historias Extraordinarias” (2008) y “Balnearios” (2002) distingue también un modo de hacer cine lejano y opuesto a las formas comerciales de la industria y el mercado, que viene ejerciendo Llinás desde la productora El Pampero Cine que dirige junto a Laura Citarella, Agustín Mendilaharzu y Alejo Moguilansky desde 2003.

“El manifiesto político de El Pampero es oponernos sistemáticamente a la idea tan difundida de que la industria es la única manera de hacer cine y que el cine hecho por productores es la única manera de hacer películas”, aseguró Llinás en charla con Télam.

“Desde que empezamos en El Pampero -agregó- nos opusimos a determinada idea de sentido común que viene de la industria de que sus formas, hegemónicas y prepotentes, son las únicas posibles para hacer cine. Todo el tiempo estamos tratando de refutar esto, de miles de maneras pero, principalmente, haciendo películas que todo el mundo diría que son imposibles de hacer”.

El premio mayor del Bafici a Llinás también lo reconoce y sitúa como uno de los nombres más originales y talentosos del movimiento que se conoce como Nuevo Cine Argentino, que el festival porteño alentó desde su inicio, y que creció y se desarrolló en paralelo y connivencia con la muestra cinematográfica porteña, nacida hace 20 años.

La visión particular de Llinás que ya estaba presente en sus películas anteriores, asume en “La flor” su expresión máxima, con una asombrosa capacidad para indagar el lenguaje cinematográfico, desechando los efectos especiales y recurriendo, en algunos casos -como en los episodios quinto y sexto de “La flor”-, a las más primitivas formas de registro cinematográfico (el cine silente y la cámara oscura).

En tres partes

“La flor”, que se vio a lo largo de tres días consecutivos con funciones de más de cuatro horas, está compuesta por seis episodios independientes, muchos de los cuales a su vez presentan subtramas (el tercero sobre espías internacionales en la llanura pampeana está dividido en 10 capítulos), unidos entre sí por el protagonismo del colectivo teatral Piel de Lava (Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes), para y con quienes fue escrita la película y que recibieron el premio de Mejor Actuación Femenina del Bafici.

Además de esto, la película está unida por la presencia del director que narra en off o a cámara determinados pasajes o va explicando de qué se trata el filme o en qué lugar de su desarrollo se encuentra el espectador, su particular mirada del cine y una permanente exuberancia narrativa, matizada en los últimos capítulos, el humor, y el juego.

Este gigantesco tercer largometraje de Llinás vuelve sobre las formas del lenguaje cinematográfico de Hitchcock en sus dos primeros episodios: un filme clase B de fenómenos paranormales (el primero) y un melodrama sobre dos estrellitas de la canción (en el segundo), con un notabilísimo aporte y uso de la banda sonora, a cargo de Gabriel Chwojnik, que emula el trabajo de Bernard Herrmann con el director de “Psicosis”.

El tercer episodio es una historia internacional de espías -hablada en francés mayormente, pero también en inglés y ruso, e incluso un castellano con tonada colombiana- de cuatro horas que se desarrolla en innumerables capitales europeas pero con epicentro en la llanura argentina y con claro aliento borgeano.

El cuarto, recurre a otra forma narrativa borgeana para contar una historia sobre libros y cosas del pasado enlazadas al presente a través de un director de cine que quiere hacer una película fantástica sobre árboles, pero cuya trama se reordena a una serie de extraños acontecimientos, una investigación casi policial, la aparición de cuatro brujas y también, en un hospital psiquiátrico de un pueblo de la llanura bonaerense, del libertino, diplomático y escritor veneciano del siglo XVIII Giacomo Casanovas.

El quinto y sexto episodio (los más cortos) son notables. El quinto es una nueva versión, ambientada en la pampa argentina de la película de Jean Renoir “Un día en el campo”, basada a su vez en un relato de Guy de Mauppasant, en blanco y negro, absolutamente silente, sin música de fondo ni entretítulos; y el sexto es una historia de cautivas del siglo XIX registrado en su totalidad con una cámara oscura (el más antiguo mecanismo fotográfico).

El diálogo

- Télam: Tanto por la elección de la llanura bonaerense, donde transcurren muchos de los episodios, como por cierta forma de abordaje, “La flor” parece pensada bajo la influencia de Jorge Luis Borges.

- Mariano Llinás: Tengo mucha influencia borgeana desde siempre, lo leí mucho y lo sigo leyendo, para mí es un pilar central. De hecho siento que formo parte de una tradición que un poco la inicia Borges, que es la tradición fantástica del Río de la Plata, que se continúa en Hugo Santiago y en la cual yo me siento inscripto. En ese sentido, Borges va a estar siempre presente en mi cine, pero en este caso siento que la película fuga desde ese punto de partida a otras tradiciones, que están muy presentes en mí también como la tradición surrealista, que me llega por mi viejo, cosas como determinado juego con lo inesperado, cierta cosa no reflexiva que sucede por momentos, cierta relación con lo automático, que fuga hacia cierta zonas más de sueño.

- T: ¿Y la llanura de la provincia de Buenos Aires?

- M.L.: Es el territorio en el cual yo espero filmar siempre. Independientemente de que en la película hay muchos otros espacios, está la provincia de Buenos Aires que en los dos primeros episodios no aparece, y que extrañaba, porque es el lugar que me gusta filmar y donde me gusta filmar, es como mi territorio de caza. En ?La flor? la llanura de la pampa aparece en el tercer episodio, el de las espías, y ahí pusimos en juego una idea nueva para nosotros que fue trabajar la provincia de Buenos Aires desde lo ajeno. Esto es trabajarla desde el lugar de alguien que no tiene idea de qué es la pampa, verla desde la cabeza de un extranjero que mira este país que no se parece a nada mientras va tratando de entender cómo es ese espacio, que misteriosamente va a entendiendo en algunas cosas y en otras no. Hay un juego muy nítido buscando definir la provincia de Buenos Aires desde afuera, una mirada completamente extrañada y ajena.

- T: Muchas cosas en la película, entre ellas la utilización de la banda sonora en los primeros episodios, remiten a las grandes producciones de Hollywood pero en argentino.

- M.L.: Sí, pero un Hollywood viejo, es una idea de Hollywood de los años 50, en nuestra película existía una idea de emplear procedimientos viejos, procedimientos que hoy en día en las películas de tradición norteamericana están en desuso. Hoy no se filman las películas como se filmaban en los años 40 y 50. El cine americano ha resignado la voluntad de forma, la voluntad de lenguaje, ahora se utilizan efectos, efectos y efecto, mientras que en ?La flor? es manifiesta la voluntad de construir lenguaje, la voluntad de investigación en el lenguaje del cine.