Entrevista a Carlos Fara

“Macri tiene que perder el miedo a tomar decisiones no simpáticas”

El consultor político cree que el gobierno debe asumir las dificultades en las que se encuentra el país y actuar en consecuencia. Participó de las 4ª Jornadas de Ciencia Política organizadas por docentes-investigadores y estudiantes de la Carrera de Ciencia Política, de la Facultad de Humanidades y Ciencias, UNL.

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Carlos Fara advirtió que el gobierno no puede pedirle a la oposición que comparta los costos de las medidas pero sí que le facilite tomarlas.

Foto: Guillermo Di Salvatore

 

Gabriel Rossini

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—¿Por qué el presidente no utiliza la palabra crisis y habla de turbulencias?

—Tiene un sentido correcto. No es aconsejable profesionalmente instalar las palabras malditas. Así como yo hubiera armado un brief que les aconsejase que no utilizasen la palabra ajuste sino adaptación, adecuación, etc. Cuando mencionás la palabra crisis de alguna manera estás automáticamente ayudando a que todo el mundo entienda que esto es una crisis y no una turbulencia.

—Pero la percepción de la gente no cambia.

—No. Pero eso es lo que toca por el lado del gobierno. Después está lo que los medios dicen y lo que la gente piensa, que es una crisis económica o cambiaria. Está bien que el gobierno no use la palabra crisis, pero ésa es una batalla perdida.

—Es difícil de entender que personas que tanta importancia le dan a la comunicación y que han sido exitosas, como es el caso de los miembros del gobierno, no puedan unificar un mensaje con respecto a, por ejemplo, cuál será la inflación de mayo porque eso genera confusión en la gente.

—Sobre todo en las expectativas de los agentes económicos, que son los que leen cada palabra con mucho detalle. Y eso genera tensiones e incertidumbres que no ayudan al cuadro general. Ahí, está el tema de la coordinación respecto a qué decimos sobre temas muy concretos e importantes.

—¿Considera que la gente le cree al gobierno cuando le dice que el FMI ahora es bueno?

—No creo. Que el Fondo no es el mismo que hace 20 años porque producto de la crisis griega se sensibilizó, es verdad. También es cierto que el Fondo no le va a pedir a la Argentina cosas que sabe que le van a traer un dolor de cabeza al gobierno como privatizar el Banco Nación, por ejemplo. No le va a pedir privatizaciones. Pero sí le va a pedir un ajuste fiscal.

—En su exposición citó un dicho de la BBC que dice: “No creas en un rumor hasta que un gobierno lo desmienta”. El titular de Anses desmintió que vayan a tocar las jubilaciones...

—Esperemos que sea así porque de lo contrario va a tener un dolor de cabeza terrible desde el punto de vista político y comunicacional. A mí me parece que con esas cosas hay que ser muy prudente. Todo el tiempo en las últimas dos semanas el gobierno actuó como lo hacen los padres con los chicos: “Quedate tranquilo que no pasa nada, que no hay ningún fantasma y no te va a pasar nada”. Pasa que esas frases disparan automáticamente los peores temores en la opinión.

—Uno de los déficit del gobierno es la falta de funcionarios que lo defiendan. Usted citó la frase de McLuhan: “El medio es el mensaje” y en este caso el medio es el líder. Pero al líder le faltan sus escuderos mediáticos como tuvo Menem con el “grupo rating” o Kirchner con los Fernández. ¿No le parece que al gobierno le falta salir a explicar a la gente cuáles son las medidas que toma para que evitar las interprete como le parezca?

—El gobierno parte del concepto que los medios de comunicación tradicionales ya no son la vara que influye en la opinión pública, que la gente se entera por distintos canales como las redes sociales y que los temas políticos de cierta complejidad no le interesan. En mi criterio, los tres conceptos son relativos. Y esto va acompañado de la idea de que las opiniones del “círculo rojo” de periodistas, empresarios, consultores, políticos, analistas, economistas, etc. no pesa. Hay que tener cuidado porque cuando las palabras de los funcionarios se vuelven poco creíbles por las razones que fuere, la gente tiende a buscar otras fuentes de información y evalúa. Hace unas tres o cuatro semanas, antes de que supiéramos que íbamos a terminar en esta turbulencia, se empezó a hablar de que había una mala onda -que estaban registrando en los estudios de opinión pública- pero que tenía que ver con las cosas que “bajaban” los medios de comunicación y el “círculo rojo”. Entonces, el “circulo rojo” no es inocuo sino que existe e influye y puede generar opinión. No toda, porque es cierto que ahora lo que le dicen los medios la gente lo tamiza según sus propios criterios y experiencias. Pero es un componente importante dentro de la conformación de la opinión pública.

—El gobierno entiende que transmitiendo sensaciones más que hechos le alcanza, al menos, para mantenerse en el poder. Pero al mismo tiempo, difunde una foto con Sanz, Monzó y Frigerio en los jardines de Olivos comunicando que había vuelto la política, la negociación, la rosca.

—Es una equivocación pensar que lo que a la gente le interesa son cosas que no tienen nada que ver con la política. Hay cosas que se politizan como lo hizo en su momento el debate sobre la reforma previsional, que los estudios de opinión pública indicaban que no estaban siendo un tema de la gente, pero que se terminaron convirtiendo en un tema de la gente. Como se convirtió Maldonado y la desaparición del ARA San Juan, sobre el cual el presidente habló tarde y mal. A la gente no le interesan los temas de la política partidaria como la intervención del Partido Justicialista o la conducción de la UCR. Sí, le interesan los temas que puedan afectarla a ella o a su entorno familiar.

—En el tema del ARA San Juan, hay una foto que me llamó la atención que es la de la primera reunión que tiene Macri con los familiares en Mar del Plata a la que va de buzo, zapatillas y una campera informal. Es una imagen muy fuerte porque el presidente es además el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, es decir el responsable último de lo que pasó.

—Toda regla tiene su excepción y su adaptación. Digamos que podría no haber concurrido de saco y corbata. Creo que eso no iba a cambiar mucho. Lo que es cierto es que se puede transmitir cercanía de distintas maneras y creo que había que hacerlo con los familiares pero podría haberse hecho de otra manera, poniendole la seriedad que merece el caso por su gravedad. Pero algunas cosas están cambiando porque de la famosa conferencia de “Nico y Toto” ahora se están mostrando con corbata y menos cercanía, como queriendo transmitir que están tomando decisiones importantes.

—Además, 48 ó 72 horas posteriores, Caputo y Dujovne hicieron otra conferencia de prensa donde se trataron de ministro.

—Dejaron de ser amigables entre ellos.

—Una encuesta indica que el 38 por ciento de los argentinos cree que el país no tiene arreglo. ¿Cómo se hace política con la gente cada vez más descreída?

—Lo primero a tener en cuenta es que eso es una fotografía sacada en el peor momento de la tormenta. No lo tomaría como definitivo. La segunda cuestión es que me parece que acá lo importante es cómo Argentina se estabiliza. Si volvés al Fondo es otra vez sopa, entonces es lógico que piense que no tiene arreglo. Si dentro de seis meses la Argentina está estabilizada, por ahí se olvida del FMI y le da otra oportunidad.

El ajuste de la clase media

—Uno tiene la sensación de que a partir de ahora el presidente le va a tener que explicar a la clase media que va a tener que ajustarse, pero que ese ajuste es bueno. No es una tarea sencilla.

—Lo primero es tomar la decisión política de contradecir a la opinión pública. ¿Helmuth Kohl le preguntó a los alemanes occidentales si querían unificarse con los orientales? No. Lo hizo, aunque le podría haber salido mal. Llega un momento en el que el líder tiene que tomar una decisión, le guste o no. Y de alguna manera la sociedad los termina viendo como el padre de familia. Yo le diría que se olvide de las encuestas un rato porque hay que tomar un remedio amargo y la gente va a poner mala cara. Si sale bien va a recuperar lo que perdió en las encuestas. Pero el problema es si la mala cara de la gente lo va a condicionar porque entonces empieza a decir que esto no es ajuste ni una crisis y que tranquilo no va a pasar nada cuando en realidad va a pasar algo fuerte y es que la gente va a incrementar su nivel de decepción con el gobierno.

—¿Qué consejo el daría el presidente?

—Primero le diría que pierda el miedo porque las decisiones que hay que tomar no son simpáticas. Segundo, trataría de ser realista con algunas cuestiones del discurso. El presidente no puede empezar un discurso diciendo “mi principal autocrítica es que fui demasiado optimista”. Tendría que haber dicho que tomaron decisiones que no dieron los resultados que esperaban. En tercer lugar, debería decirle a la gente que él quiere construir un país para todos donde al final va a crecer, que pensaba que la medicina iba a ser más digerible pero que lamentablemente va a tener que ser más fuerte. El problema es la sensación de sinceridad. Yo te digo que la vas a pasar mal y cuando eso pase no vas a poder decir que nadie te los dijo. No alcanza con decir que ahora decimos la verdad porque el Indec funciona bien. Me parece que primó la lógica del optimismo a toda prueba y eso sumado a errores evidentes de política económica termina dando estos resultados turbulentos.

—El gobierno tiene una alta dosis, a mi criterio más de lo razonable, de épica refundacional. En el discurso del último primero de marzo, el presidente dijo que lo peor ya había pasado y varias veces que nunca en la historia se habían tomado decisiones como las de ahora.

—En general, todos los gobierno quisieron ser refundacionales. Alfonsín con el Tercer Movimiento Histórico, Menem con su reforma, Kirchner porque volvía el Estado y parecía que Macrí no iba a serlo pero terminó “cayendo” en eso. Esto no sería lo más preocupante. El punto es que el presidente tiene que tener en cuenta las consecuencias que puede tener decir cosas optimistas si después la fiesta sale mal. Por ejemplo, “lo peor ya pasó” es una frase que todo el tiempo le recuerdan.

—La gente tiene una gran confusión.

—Totalmente. Creo que tiene un gran estado de decepción y de angustia que aprovechan algunos para decirle: “Viste, yo te dije que esto iba a terminar en el ajuste y el FMI” y hay otra gente que lo votó de buena onda y apoya lo que hace el gobierno pero que duda y empieza a sentirse desorientada.

—En Santa Fe, la mayoría de la gente vive peor que hace tres años. ¿Por qué va a creer ahora lo que dice el gobierno que ir al FMI servirá para evitar una crisis o para consolidar el desarrollo económico como aseguró el presidente de AEA, Jaime Campos?

—Cuando a los dos años y medio de gobierno volvés al FMI es porque pasó una crisis internacional que les pegó a todos o porque hubo errores propios.

La oposición

—¿Cómo ve la actuación de la oposición política?

—Muy complicada porque así está la situación y no sólo para el gobierno.

—El gobierno le está pidiendo algo que ni aquí ni en ningún país del mundo le va a conceder y es compartir los costos de medidas antipáticas. En todo caso las facilitará.

—Hay dos cosas. La cuestión política y la de la opinión pública. Sobre esta última la pregunta del millón es por qué nadie capitaliza lo que pierde el gobierno. Y nadie lo hace porque en una crisis todos cobran y cuando al gobierno le va bien todos suben. Respecto de la cuestión política entiendo que nadie va a querer compartir los costos. Me parece que lo importante es que las dos partes entiendan que una tiene que tomar decisiones y la otra no tiene que obstaculizara. Y el gobierno no tiene que maltratar a la oposición porque necesita de su buena voluntad para que el Congreso pueda funcionar, cosa que efectivamente en los últimos días hicieron ya que pasaron de “la culpa la tiene la oposición irracional que quiso votar una ley si no, estaba todo bien” a una situación de “les agradezco que hayan venido a conversar”.

—De todas maneras parece que la oposición le está pasando al gobierno la factura de dos años de ninguneo.

—Sí, sobre todo en 2017 y el haberse subido al caballo después de las elecciones legislativas.

—También hay dudas respecto a la destreza que tiene el gobierno para negociar. Con la reforma tributaria sus adversarios políticos le sacaron más concesiones que las recomendables.

—Da la impresión de que en algunas cuestiones se durmieron. Y parte de esa cuestión tiene que ver con que lo que hoy se llama ala comunicacional, yo diría la mesa chica, que tras el triunfo del año pasado creyó tener toda la razón del mundo y descuidó la pata política.