Llegan cartas

El dolor se toca... 

ESTER FERREYRA

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Comparto con los lectores del querido diario, la siguiente reflexión de autoría del psicólogo social Daniel Calmels.

Cuando un niño se golpea no mira en forma inmediata la zona golpeada, sino mira el rostro del adulto que lo acompaña. Busca en otro rostro medir la dimensión de su dolor. Después de que el adulto mira y acaricia, va el niño cuidadosamente a mirarse y tocarse la zona afectada. El “sana sana” es una de las tantas formas de aliviar el dolor en el cuerpo mediante el contacto. El dolor se toca.

Los padres pueden tener por lo menos dos actitudes diferentes que no ayudan. Están quienes hacen que no miran (si están con alguien le indican “no mires, que si no llora”). O los que se aterrorizan y toman una actitud de alarma extrema, exclamando y poniendo cara de espanto. La indiferencia no le permite al niño indagar sobre su dolor, el espanto lo aterroriza.

El dolor entonces cobra identidad a partir de la percepción y la expresión que el otro, como espectador, tiene del hecho acaecido. El dolor se verifica en el rostro del otro que nos mira y se calma cuando la mano borra con su masaje la molestia. El carácter cultural y vincular del dolor ha sido ya estudiado en diversas investigaciones que demuestran que el registro y valorización de la intensidad del dolor, provocado por una alteración de la vida orgánica, no está sujeto al factor somático en forma determinante, sino a las condiciones socioculturales en las cuales el cuerpo se ha gestado.

Nuestra parte en la historia

KARINA ZERILLO CAZZARO

DNI. 21.653.863

Inconfundible es la actitud argentina de echar culpas. De aquel “todo tiempo pasado fue mejor” a este “todo pasó por el pasado”, no sólo hay una enorme brecha conceptual, sino además una extraordinaria conducta irresponsable. Cabe preguntar cuántos de los argentinos hemos nacido hoy para evaluar si es o no justificable algún argumento que indique por qué no asumimos nuestra parte en esa historia tan mal escrita, que al parecer boya huérfana en nuestra tierra. Y si aún nos convencemos de que el Sistema Representativo, Republicano y Federal nos rige, como bien lo acredita el pintoresco portal de la Casa Rosada en la web, y el régimen democrático despliega libre sus dones en esta bella Nación, caemos en la cuenta de que los responsables directos de este confuso hoy somos todos. Grandes y pequeños, ancianos y niños, hombres, mujeres, ricos o pobres, sin distinción al fin, igualados por ese derecho que exigimos se nos respete en cada acto, el de ser ciudadanos. Pero lo curioso es que también conlleva obligaciones, más allá de la de optar, esas que garantizan la salud del “sistema” y del “régimen” que adoptamos para Argentina. Y si por comodidad, ideología, conveniencia, desidia, o simple estupidez no hemos querido y/o sabido tomarlas, entonces al menos tengamos la decencia de asumir que ese pasado y este presente es obra nuestra, de todos los argentinos...

Porque una “obra” sin autor no tiene quién la cuide.