Peisadillas

Toto, Tato, teto...

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Por Carlos Mario Peisojovich (el Peiso)

Tuve un sueño dolarizado, subía y bajaba, encontraba techos y caía a un piso, flotaba mi sueño libremente, a gusto y piaccere del supermercado de valores de mi entelequia. Como contrapeso de mi sobrepeso, intenté hacer la bicicleta, la fija, en cómodas cuotas sin interés. Mi sueño fue una sucesión de cuotas mensuales que habían sido prematuramente sometidas a un proceso de dolarización. Pude comprobarlo acudiendo a la calculadora de mi telefonito móvil, porque mi celular es móvil, evidentemente se mueve, porque nunca lo encuentro donde creo que lo dejé, se mueve el muy pequeño y les aclaro, no es de los inteligentes, lo asumo, es un teléfono que si lo ponemos en contraste con los inteligentes, lo llamaría un teléfono bruto, pantallita chiquita casi ilegible, botones, de esos que se usaban como botones, cuadraditos y con relieve, que se aprietan, o sea se les hace una leve presión y activa los comandos, que no son muchos, es rojo y negro, no es centenario, pero es antiguo, y ya me conocen, para mí todo lo antiguo no es necesariamente viejo, es un clásico y tiene un valor incalculable. Prefiero los masajes a los mensajes, no tengo Whatsapp, ni me gustan las guasas, pero vivo estando de guasa (en España estar de guasa es un estado de broma eterna, alegría para dar y repartir), no tengo Netflix, cuando me lo dijeron creí que era una máquina nueva para espantar moscas... Ése soy yo, tengo olor a archivo, a las siestas largas y relajadas, a las tardecitas con El Litoral en el sofá, a las noches de cerveza e ingredientes, a los sueños de ventanas abiertas con olor a buda, y a la charla mirándonos a los ojos y no al chat, hipnotizados por una pantallita y atrofiándonos los dedos.

“Ring... ring...” sueño que suena el sonido del teléfono... No es Sergio Denis, aunque se le parece mucho, “Te llamo... para despedirme” no, no le canta eso, “Toto, te llamo para despedirte...”. Y Toto, con un timbrazo que le dejó la marca del zapato en la parte trasera del fundillo, se fue cabeza baja dejando el dólar más alto de cómo lo recibió. Tres meses conteniendo a su “hermano de la vida”, Mauricio. El dólar manda, el FMI manda dólares, el que nos manda sigue mandando la esperanza hacia adelante, “ahora sí” nos dice, se ve que antes no era, y se une al club del helicóptero pero solamente para ir a buscar a su hija pequeña al jardín. “Pobre niño rico”, piensan algunos. Pobre Toto, el Messi del equipo económico tampoco jugó bien en la Argentina. Ni al Banco fue.

Mauricio nos hablaba de dólares, pero no nuestro presidente un tanto demacrado Mauricio Macriting, sino Mauricio Borensztein, el irrepetible humorista y analista político Tato Bores. En uno de sus monólogos del año 62 decía: “Antes, cuando un tipo tenía unos ahorritos ponía un tallercito, abría una fabriquita, compraba un campito para criar gallinas o plantar tomates, esas cosas que hace la gente en los países pobres (...). Tipos que antes trabajaban como locos, ahora de repente se volvieron economistas y cada uno está parado ahí con su paquetito de dinero (...). Y así pasan todo el día. Vendiendo y comprando, comprando y vendiendo. Y cuando llegan a la noche a la casa entran molidos, desechos, y caen muertos arriba de un sillón. Desempaquetan, cuentan la guita, llaman a la mujer y le dicen: ‘Vieja, vieja, vení, hoy me gané catorce mangos y no hice nada’”. Más de medio siglo de sabiduría, que nuestros agradecidos afiliados al Partido Columnista Internacional todavía pueden disfrutar gracias a la genética y a las enseñanzas que supo administrar a uno de sus hijos, Alejandro Borensztein. Aplauso cerrado.

Maravillosa Argentina la nuestra, contraste de nuestra economía atada al verde esperanzador, mientras el dólar blue (triste) tiene vida propia.

Un amigo me retó y me espetó un reto: “¿A que no te animás a titular con el Teto?”, “en sueños sí” le dije, y aquí está, puse Teto en mis Peisadillas, ese famoso juego de palabras rimadas (por lo general sin arrimadas) que de preadolescentes nos animábamos a pavear, tiene sus derivaciones en “cuando en la ducha se te caía el jabón” y te desafiaban a recogerlo, en los vestuarios, en la colimba, en los baños del colegio, todo era broma, todo era juego y risas, eran carcajadas y nunca a horcajadas.

A colación del Teto, si vas tranquilamente por la calle, o por cualquier lugar donde vayas, y ves tirado por ahí un fajo de dólares ¡cuidado! No te agaches, el Fondo está detrás.