Nonpalidece

Mantener la llama ardiendo

Celebrando sus 22 años de carrera, uno de los grandes nombres del reggae argentino llegará a Santa Fe para presentarse en el Harlem Festival. En exclusiva, el cantante Néstor Ramljak habló de la actualidad y los proyectos de un esfuerzo sostenido.

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“La energía se renueva porque lo que nos pasa cuando salimos a tocar sigue siendo inspirador, mágico, místico”, dice Ramljak (al centro) sobre la química del grupo.

Foto: Gentileza Santiago “Gallo” Bluguermann

 

Ignacio Andrés Amarillo

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En el marco de una pequeña gira celebratoria de sus 22 años de carrera, Nonpalidece se sumó a la grilla del Harlem Festival, para actuar el próximo viernes 5 de octubre. En ese contexto, El Litoral aprovechó para anticipar su venida y charlar con el cantante y miembro fundador Néstor Ramljak: colaboraciones internacionales, continuidad en el tiempo y la identidad musical entre el reggae clásico y el estilo propio fueron algunos de los temas abordados en una entrevista exclusiva.

Colaboraciones

—Los últimos lanzamientos de la banda fueron los singles “Keep the Fyah Burning” y “Total Destruction”, ambos con figuras como Brinsley Forde, ex cantante de Aswad, y Errol “Flabba” Holt de los Roots Radics. ¿Cómo fue el proceso de engancharlos para esto?

—Para esta época del año pasado, Brinsley vino a hacer una gira con nosotros, “La experiencia Aswad”, donde los presentamos. Antes habíamos tocado en la Argentina y Brasil con Israel Vibration, y los Roots Radics son su banda. Estábamos en un camarín en La Plata y Flabba (un bajista que grabó con todos los grandes de Jamaica como sesionista) nos ofreció ir a grabar; fuimos a Afro Studio de Lanús al otro día. No teníamos nada planeado, llegamos y fue surgiendo: le dijimos que toque lo que quiera y nos íbamos sumando. Empezó a tocar, descubrimos la armonía: “Total Destruction” es una base bien clásica jamaiquina, “Keep the Fyah Burning” es otra construcción armónica.

Eso fue en noviembre de 2016, y en enero conozco a Brinsley en un ciclo en La Trastienda: vino con Riddim, una banda colega que lo invitó. Sabía que él andaba de gira, pero no estuvo bien promocionada, entonces ahí vio que había movida (venía de tocar por el conurbano para poca gente) y nosotros teníamos sala llena. Lo volvimos a invitar, es una persona muy cálida, con mucha experiencia. Nos pasamos los teléfonos, le mostramos los temas y lo invitamos a participar, y se volvió a Tenerife.

Le mandé los dos temas, me manda una versión “Keep the Fyah Burning” con coros, escribí una estrofa en castellano, a los diez días me manda “Total Destruction”. Para hacer el primer video, nos salía lo mismo traerlo que hacer su parte allá, entonces vino, grabamos voces, tocamos en Mar del Plata e hicimos un video sencillo del primero tema con el “Gallo” (Santiago Bluguermann); para “Total Destruction” grabó con fondo blanco en Tenerife.

—¿Cómo es esto de sacar singles sin estar atado a un disco?

—Esto fue de manera fortuita. Nosotros veníamos sacando discos, el último fue “Activistas”, en diciembre de 2014, lo presentamos en mayo de 2015: va a cumplir cuatro años. Veníamos con este plan pero en el medio pasó todo este menjunje de personas, y ahora empezamos a componer y a pensar en música nueva, original. También cómo editarla, tratando de entender un poco cómo viene la música, escuchando a los que saben: trabajamos con un sello (S-Music, de Ale Varela) que nos potencia un poco. Estamos en esta investigación: si bien hacemos demos, lo que para nosotros es un disco, no sabemos si lo vamos a editar todo junto o de a temas sueltos.

—¿Cómo manejan la tensión entre la innovación y el vínculo con el roots, con la raíz del género?

—Cumplimos 22 años este 21 de septiembre pasado, desde el primer recital que dimos. Obviamente, hay unos dos años anteriores de encuentros y ensayos. Lo que siempre estuvo en el ADN nuestro fue escuchar nuestra música interior, más allá de que amamos el estilo reggae y queremos hacerlo. Queríamos tener nuestra personalidad, y esa búsqueda inclusive hoy está. Creo que logramos tener una identidad como banda, si bien hacemos un género que tiene sus estereotipos y sus clichés. La originalidad en tu música, de lo que escribís, tocando los temas que te tocan vivir y no atado al folclore jamaiquino en las letras. En esa licuadora, nos sentimos bien, aunque una cosa es el sonido y otra cómo editar la música.

Estos 22 años te van llevando de un lado a otro: experiencias, giras, y vas construyendo tu personalidad musical a partir de estos condimentos.

Permanencia

—Hicieron la gira de los 20 años, se prolongó y ahora ya van 22.

—La gira de los 20 años, siendo un número tan redondo, habíamos planteado hacerla durante un año entero. Lo cierto es que tuvimos un primer semestre raro en el país, arrancamos este año tocando poco, pero porque empezamos componiendo y abocándonos en los demos; nos corrimos de estar tocando todos los fines de semana. Este segundo semestre, sumamos un par más de shows, venía septiembre, pero no somos tan de festejar. Aunque nos vamos poniendo grandes, de repente mirás para atrás y pasaron 22 años. Te acordás de anécdotas, te ves en el espejo, ves fotos.

Somos la misma formación que grabó el primer disco, sobraban motivos para celebrar. Entonces, armamos un itinerario más corto que el de los 20 años: tres funciones en La Trastienda, una función en una sala de San Isidro, y ahora encaramos para el Litoral. Y terminan ahí los festejos.

—Son la formación del primer disco...

—Y obviamente se fue sumando gente: somos 12 músicos, y éramos siete.

—¿Y los que tocaron en el primigenio debut en la sala de ensayo La Nave Kadmon de Tigre?

—Ahí éramos un cuarteto. Lo loco es que Facu (Cimas, bajista) sintió presión o algo preparando ese concierto y se bajó del proyecto; trajo un amigo para que toque el bajo. Así que ese concierto estuvo como público.

Eso fue en el ‘96, el primer disco lo grabamos en el 2000. Durante esos cuatro años terminamos de afianzar esta formación. La base -de siete- es con Agustín Azubel, en el saxo; Bongo Pato (Ariel Sciacaluga), en la percusión; Bruno Signaroli, en guitarra; Facundo Cimas, en bajo; Germán Bonilla, en batería; Martín Mortola, en teclados, y yo.

—¿Cómo se mantiene la convivencia y se renueva la energía?

—La energía se renueva porque lo que nos pasa cuando salimos a tocar sigue siendo inspirador, mágico, místico. Ese escenario nos abraza con energía, lo hemos hablado. Y nos dimos cuenta de que nos llevamos bien, cuando pasan cosas las charlamos, más allá de cualquier roce o pelea obvia de un grupo humano de diez o 15 personas viajando. Hemos tenido discusiones fuertes, no fueron 22 años maravillosos, en el camino formamos nuestras familias, se generaron otros tiempos y hay que organizarse mejor. La base es hablar, ser claros. No hay egos que confronten mucho.

Compromiso

—Son de involucrarse en temas sociales -y vivimos en tiempos movidos-, ¿cómo viven este tiempo?

—Con mucha angustia, porque habíamos alcanzado logros como nación, están siendo escupidos y maltratados. Cuando sacamos “Activistas” nos empezó a sonar el teléfono de varias ONG, cooperativistas, y nos empezamos a involucrar más. Tampoco podemos atender las necesidades de todo el mundo, pero le ponemos el cuerpo a estos días. Estamos haciendo conciertos para la fundación de Susana Trimarco contra la trata de personas. Es la única en el país que da ayuda a las víctimas y sus hijos, y está desfinanciada por el gobierno, antes recibía y eso se cortó.

Tratamos de ser consecuentes con lo que escribimos y cantamos, pero se hace difícil: estos últimos seis meses nos llamaron de fábricas recuperadas o gente que quiere recuperar el trabajo que se esfumó, y necesitan dinero para sostener la cooperativa: donamos lo que se recauda por entradas. Y también hemos invitado a traer donaciones en La Trastienda para una escuela en el Impenetrable.