Mesa de café

Los Moyano y el juez del patíbulo

MESADECAFE.tif

Remo Erdosain

José aparta el pocillo de café, se cruza de piernas y opina:

—El fallo del juez Carzoglio me parece justo; no hay motivos para encarcelar al hijo de Moyano... lo siento por los gorilas y por los que odian a los trabajadores, pero Pablo Moyano seguirá en libertad.

—Por ahora -digo- por ahora sigue en libertad, él y su papito, pero yo confío en la Justicia.

—Para vos, confiar en la Justicia es ver a los Moyano presos...

—¿Alguna duda de que son una familia mafiosa? -interviene Marcial.

—Para los gorilas, seguramente que no -responde José.

—Yo me meto para dar un dato, nada más -dice el cura Ramón- la primera vez que escuché que Moyano debería ir preso fue cuando la presidente de la Nación era la señora Cristina.

—¿Tiene pruebas de lo que dice? -pregunta José.

—A mano tengo el diario de hoy: “Si me quieren meter preso, que me metan...” declara el señor Moyano, pero hace cinco años, una declaración no muy diferente de las que hace ahora.

—Una prueba -afirma José- que a Moyano lo persiguen los gobiernos porque defiende a los trabajadores...

—Yo creo que en primer lugar se defiende él y por extensión “de sangre” a su familia, como hacía el Padrino o como hace cualquier jefe mafioso -digo.

—Y yo -dice Marcial- corregiría esto de que lo persiguen los gobiernos; nada de eso... lo persigue la ley... y la ley lo persigue por los clásicos motivos que la ley persigue a los malandras.

—¿Y usted cura no tiene nada que decir de Moyano?

—Salvo rezar por su alma, no tengo más nada que decir.

—El cura -digo- podrá rezar y Dios podrá perdonarlo, pero la Justicia de los hombres no es tan espiritual, por lo menos no debería serlo.

—El juez Carzoglio me parece una persona muy espiritual, dueño de una sensibilidad exquisita y refinada, tan refinado y exquisito como ese ex funcionario judicial de La Plata... Melaza... Melazo... no me acuerdo bien como se llamaba... -dice Marcial y guiña el ojo.

—A mí lo que más me indigna, en este asunto que contiene una suma de indignidades, es el comportamiento mafioso de Moyano, con sus parientes, con sus políticos y jueces que comen en su mano y la decisión descarada de usar un sindicato para defender los negocios y negociados de los hijos.

—Yo admito que Moyano no es un santo -reconoce José- pero es un buen dirigente sindical para los camioneros y por un camino o por otro defiende los intereses de los trabajadores... ¿o qué vamos a esperar... que Ángelo Calcaterra nos defienda?

—Soy de los que creen que este país no tiene destino con estos sindicalistas mafiosos... leo en el diario que el hijo de Moyano se sacó una foto con el hijo de Jimmy Hoffa... -dice Marcial.

—¿Quién es Hoffa? -pregunta José.

—Fue el dirigente de los camioneros norteamericanos; un personaje; llegó a ser muy poderoso por sus aciertos con políticos y mafiosos; él era un mafioso... finalmente lo mataron y hasta el día de hoy no se sabe exactamente quién dio la orden, pero todo parece indicar que fue un ajuste de cuentas -explica Marcial.

—Una criaturita de Dios -dice el cura Ramón.

—Y la criaturita de su hijo, que siguió los pasos honorables del padre, se saca una foto con Pablo Moyano, mientras que en la Argentina su padre Hugo amenaza con huelgas y paros generales.

—A mí lo que me llama la atención -digo- es que los argentinos vivamos con naturalidad esta situación: Moyano padre maneja un gremio poderoso desde hace más de treinta años y después al gremio lo hereda el hijo, y al otro hijo le fabrica un gremio y al yerno lo pone en la AFA y al otro nene en el Parlamento... eso en cualquier parte del mundo se llama “familia” en términos mafiosos, o dinastía o clan... y los argentinos chochos de la vida, todas estas matufias nos parecen lo más normal del mundo.

—Yo creo -dice Marcial- que la gran derrota de la democracia argentina iniciada en 1983 fue no haber aprobado la ley de democratización sindical, la ley Mucci, como se conoce... con esa ley se hubiera terminado con la rosca corporativa y mafiosa de los sindicatos...

—Según me contaron -digo- había que coimear a los Sapag, que estaban como las chicas de la carterita de la otra cuadra, a la espera de que le hagan una seña... y Alfonsín se opuso.

—No es la información que yo tengo -dice José- los Sapag, que de una manera u otra son peronistas, se opusieron a una ley que atacaba los derechos de los trabajadores debilitando a los sindicatos.

—Lo que se debilitaba era el poder de estos malandras... un país con trabajadores pobres y sindicalistas multimillonarios, pero eso sí, cada vez que se presenta la ocasión no vacilan en cantar “Combatiendo al capital”.

—Es raro eso -reflexiona el cura Ramón- algunos de esos dirigentes sindicales, no todos, hablan en contra de los ricos pero viven como ricos, y hablan en contra de los terratenientes pero apenas hacen unos pesitos lo primero que hacen es comprarse un campo o, mejor dicho, un casco de estancia... es raro...

—También es raro que Dios exista...

—Es raro, es verdad, es raro -admite el cura- pero nosotros preferimos en vez de decir “raro” decir “misterio”, pero para no irnos por las ramas, te diría a modo de síntesis, que lo más importante del siglo que pasó, el siglo veinte, es curiosamente lo que no pasó.

—¿Qué no pasó, cura?

—Lo que filósofos, artistas y políticos se cansaron de repetir: que Dios había muerto... pues bien, ya estamos por la segunda década del siglo XXI y Dios está más vivo que nunca en el alma de cada uno de nosotros.

—Es como el peronismo -se ufana José- lo atacan los gorilas, pero en el alma del pueblo el peronismo está más vivo que nunca.

—Lo tendrán que probar -dice Marcial- por ahora los peronistas no son gobierno, y no son gobierno en el país, no son gobierno en la provincia y tampoco son gobierno en la ciudad.

—Ya lo dijiste a eso -acusa José.

—Y lo seguiré diciendo -replica Marcial.

—Decilo cuantas veces quieras, pero te adelanto que no te queda mucho tiempo; el peronismo vuelve, porque el pueblo nos pide que regresamos... una vez más los gorilas chocan la calesita y los peronistas venimos a poner las cosas en su lugar.

—Ya lo escuché a Massa -digo- atacando el campo, las petroleras, justamente los sectores que más invierten...

—Siguen en 2008 -acusa Marcial- siguen defendiendo la 125... ¡Dios mío!

—No lo metas a Dios en estos mejunjes -dice el cura Ramón- Dios está ocupado en otras cosas...

—En dirigir el rebaño -digo en broma.

—Dios no es un líder de multitudes -responde el cura Ramón- Dios sólo sabe contar hasta uno... se ocupa de cada uno de nosotros...

—No me queda claro lo que está diciendo cura -dice José.

—Para lo que a vos te importa, lo que te digo es lo siguiente: a Dios no hay que pedirle cosas que tenemos que conseguir los hombres luchando, haciendo uso de nuestra libertad... a Dios habría que pedirle que nos permita caminar con los dos pies en el suelo... con eso ya me doy por conforme.

Veo que se conforma con poco.

—Es muchísimo lo que estoy pidiendo... los pies en la tierra, los pies en lo real para caminar como corresponde.

—¿Y si se niegan a caminar? -pregunto.

—Un paisano de mi provincia siempre me decía lo mismo: “Cuando los caballos se niegan a caminar, es hora de que troten los burros”... pero moverse hay que moverse...

—Habrá que ver quiénes son los caballos y quiénes son los burros.

—Yo a eso lo tengo claro -dice Marcial con tono insinuante.

—Y yo -responde José- no comparto lo que vos decís tener tan en claro.

“A mí lo que me llama la atención es que los argentinos vivamos con naturalidad esta situación: Moyano padre maneja un gremio poderoso desde hace más de treinta años y después al gremio lo hereda el hijo, y al otro hijo le fabrica un gremio y al yerno lo pone en la AFA y al otro nene en el Parlamento...”.

“Eso en cualquier parte del mundo se llama “familia” en términos mafiosos, o dinastía o clan... y los argentinos chochos de la vida, todas estas matufias nos parecen lo más normal del mundo”.