Psicología

“La psicosis no es una versión fallada de la neurosis predestinada a estallar”

El psicoanalista santafesino Ignacio Neffen plantea que no hay que considerar el modo de funcionamiento psicótico como una estructura frágil y endeble. Acaba de publicar el libro “La psicosis no desencadenada”, un concepto del psicoanálisis lacaniano que estudió durante diez años.

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Los psicoanalistas Jorge Yunis (izq.) e Ignacio Neffen en la presentación del libro en Santa Fe.

 

Luciano Zoco

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Cuando alguien escucha la palabra psicosis, piensa en “brotes”, delirios y alucinaciones. Gente que escucha voces, ve personas que no existen y se imagina perseguida en pesadillas delirantes. Pérdida de la realidad, esquizofrenia y paranoia también figuran en el diccionario. Pero hay una rama del psicoanálisis lacaniano que propone una hipótesis bien diferente: considerar a las psicosis como un modo de funcionamiento psíquico estable que no necesariamente está predestinado a desarrollar crisis o estados de descompensación.

Es el camino que exploró durante diez años el psicoanalista Ignacio Neffen y que volcó en el libro “La psicosis no desencadenada. Esbozos de un concepto en la enseñanza de Jacques Lacan”, que acaba de publicar la editorial Letra Viva. Es su tesis de maestría e implicó repensar los modos de organización y compensación de la estructura psicótica, los discursos e invenciones que “ordenan” y evitan el desencadenamiento, en esa permanente lucha por construir, inventar y fabricar sentidos para la propia existencia.

—¿Cómo surge el concepto de psicosis no desencadenada?

—En la obra de Lacan, no tiene estatuto de concepto, pero él introdujo una serie de elementos clínicos y teóricos que permiten, como una lectura posterior, extraer ese concepto. Para el psicoanálisis lacaniano todas las personas se dividen en tres estructuras clínicas: psicosis, neurosis y perversión. No son una psicopatología sino modos de funcionamiento psíquico, posiciones subjetivas, cada una con sus particularidades. Además está el modo singular en el que cada persona habita la estructura, que es único e irrepetible. La psicosis es una estructura y después puede o no desencadenarse; es decir, entrar en lo que la psiquiatría llama la psicosis clínica, con delirios, alucinaciones y otros fenómenos.

¿Por qué se desencadena una psicosis?

—Es toda una discusión. Años atrás, se pensaba que la psicosis necesariamente iba hacia el desencadenamiento, que era una estructura endeble y que en algún momento, por una exigencia simbólica que el sujeto no podía responder, por ejemplo una encrucijada específica en su vida, se llegaba a un desencadenamiento. En la actualidad, lo que se está estudiando es que por el contrario hay mecanismos de compensación y suplencia que permiten que la psicosis no se desencadene y eso puede durar toda la vida de una persona. Esos factores de estabilización pueden ser el trabajo, una relación amorosa, una relación con el arte, entre una infinitud de posibilidades. También hay discursos que pueden ser utilizados por un sujeto para orientarse en la vida, como el religioso, el jurídico, universitario o el militar incluso, que ayudan a que encuadre su existencia durante un tiempo indeterminado.

—¿Qué es lo que hace que una persona sea psicótica?

—Puede decirse, en un sentido estricto, que no se sabe fehacientemente. La medicina desde siempre está atenta a la causa orgánica sin poder concluir sobre ese punto. Han precisado diferencias a nivel de la neurotransmisión, pero cómo se llega a saber si es un efecto del modo de funcionamiento psicótico o si es la causa. El psicoanálisis pone aquí una hipótesis, no en términos de certeza. Para no caer en tecnicismos, podemos decir que Lacan consideraba que en la psicosis se produce un rechazo muy temprano de un ordenador simbólico que él llamaba el Nombre-del-Padre. Se trata de momentos inaugurales de la subjetividad, procesos inconscientes. Lacan lo resumía en lo que llamó una “insondable decisión del ser” ante la entrada en el lenguaje. Para nosotros, el lenguaje no es una mera herramienta de comunicación, sino un elemento central en la constitución subjetiva.

—¿La psicosis suele estar asociada al delirio y a las alucinaciones que se producen en los desencadenamientos?

—Cada vez que uno busca en el diccionario psicosis, aparece la idea de separación de la realidad. Ya muy tempranamente, en 1924, Freud decía que también en la neurosis hay pérdida de la realidad. Lo que llamamos realidad es una construcción entre elementos imaginarios y simbólicos, un entrelazamiento. Nadie puede decir que está en contacto con la realidad objetiva, siempre hay mediación de las fantasías inconscientes, por ejemplo. Lo que sucede en las psicosis, en especial tras el desencadenamiento, es que esos elementos simbólicos e imaginarios se conmueven y por ende también la vivencia de la realidad de dicho sujeto. Sin embargo, aunque pueda parecer paradójico, un delirio sistematizado permite en ocasiones reconstruir una realidad que pacifica la relación con el mundo. Desde esta perspectiva es un recurso, por eso Freud hablaba de autotratamiento. Pero, en cambio, en las psicosis no desencadenadas las estabilizaciones que conquista el sujeto evitan la emergencia de un delirio sistematizado. En este caso, no hay que pensar el modo de funcionamiento psicótico como un riesgo latente, ni como una enfermedad, sino como un modo entre otros de hacer con las exigencias de la existencia, el amor, la sexualidad, la relación con el propio cuerpo y con las otras personas. Lo importante es que la psicosis no es una versión fallada de la neurosis predestinada a estallar.

—¿La psicosis es más riesgosa que la neurosis, desde el punto de vista de la salud mental?

—No necesariamente. Muchas veces nos fascinamos con los fenómenos propios de las descompensaciones psicóticas como los delirios o las alucinaciones y sin embargo, en general, representan una parte acotada en la vida de alguien. También hay muchas crisis subjetivas en las neurosis. Si uno toma como brújula el nivel de malestar en la existencia, en las neurosis en ocasiones hay síntomas muy incapacitantes, vidas enteras entregadas a posiciones sufrientes e ideales tiránicos. Por eso, Freud propuso el sintagma “miseria neurótica” para referirse al funcionamiento psíquico de las neurosis. En todo caso, cada modo de funcionamiento tiene sus pros y sus contras en el modo de afrontar las vicisitudes y contingencias de la vida.

—¿Por qué en la tapa del libro hay un ornitorrinco australiano?

—En general las tapas de los libros sobre psicosis contienen imágenes un poco dantescas, rostros desencajados gritando, incluso orejas atravesadas por cuchillos, etc. Por el contrario, el ornitorrinco australiano fue una elección simbólica en oposición a esa tendencia dominante. Cuando los naturalistas del siglo XIX se encontraron con el ornitorrinco tuvieron dificultades para clasificarlo por sus particularidades anatómicas (pico y patas de pato, cola de castor, cuerpo con pelaje, capacidad de inyectar veneno por medio de unos espolones traseros y reproducción ovípara). Lo interesante es que este animal, indiferente a nuestras formas de ordenar el mundo, simplemente hace su vida como cualquiera. En otras palabras, tendemos a considerar como patológico todo lo que no se ajusta a nuestra sensibilidad, sin embargo, las adaptaciones del ornitorrinco le permiten desempeñarse en su medio más allá de si nos simpatizan o no sus formas. Ahí, está la relación con las psicosis no desencadenadas, puede que sus invenciones resulten excéntricas para algunos, y sin embargo a veces le permiten vivir su vida. Es algo digno de respetarse sin duda.