Mar del Plata

Naftalina de la buena

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“Los martes orquídeas”: Candela Vetrano como Elenita (el papel en el que se destacó Mirtha Legrand) y Felipe Colombo.

Foto: Gentileza Varas & Otero

 

Raúl Emilio Acosta

En la Sala Payró, del Teatro Auditorium, en Mar del Plata, se ha detenido el almanaque. Representan “Los martes, orquídeas” de viernes a domingo. En esta temporada 2018/19.

La obra de Sixto Pondal Ríos, con participación de Carlos y Nicolás Olivari tiene a Juan Carlos Thorry haciendo de galán joven, a Enrique Serrano, y sobre 1941 fue el debut de Mirtha Legrand. Con la dirección de Francisco Mugica tiene, como la hija más destacada de esa familia, a Zully Moreno y como la “figurita” alrededor de la que gira el argumento a nuestra Mirtha. La misma. Allí el debut en cine. Cuentan que con 14 años.

Hay una versión en Hollywood donde baila Fred Astaire y sonríe Rita Cansino, esto es, la primera cachetada a un varón en cine. Rita Hayworth a Glenn Ford. Pero esa es otra historia.

Reversión

La directora de esta puesta es Lía Jelín sobre una adaptación de Jorge Maestro. Y la adaptación la resuelve, a la obra que ya es historia, como una foto en sepia, tal vez un blanco y negro que se fue destiñendo.

Cuando esperaba el comienzo de la función me preguntaba con qué me encontraría. El escenario con el clásico juego del living donde se desarrolla todo resolvió una incógnita. La puesta no desarma aquella foto, la sostiene.

El lenguaje sigue esa línea. Apenas algunas actualizaciones pero el texto sigue aquella forma de tratarse. Es 1940 en Buenos Aires. Es la casa de un empresario que vende latas con sardinas y sus hijas una clase media alta que piensa en las fiestas, los romances, la vestimenta y los casamientos. Y una hija soñadora. Elenita. Mirtha.

Los actores son Mario Pasik, Rita Terranova, Felipe Colombo, Candela Vetrano (“la Elenita” esto es... Mirtha). El elenco lo completan Carla del Huerto, Florencia Cappiello, Matías Strafe, Agustina Bouzo. Martín Bianchedi trabajó la música y Lucila Santes la coreografía, que importa porque se baila.

La obra tiene un salto al teatro con relator que cumple Colombo, quien luego compone el novio de la nena. Su actuación es destacada.

De época

El eje que es necesario destacar es que la obra se defiende con lo que fue. No hay una deformación o una degeneración para que el siglo XXI la acepte. Es una obra de época. Las menciones a las tiendas, la vestimenta, el modo de comunicarse es aquel. Y las expectativas de la familia (un recorte de la sociedad) son aquellas.

Sorprende y resulta grato ese fenómeno, que el público acepta. Sacaron del arcón de los recuerdos una obra que fue emblema y se convirtió en signo. Es un significante previo al peronismo. Y Zully Moreno con Mirtha Legrand y la Roth definen un trazo del país.

La obra no vuelve sobre la sociedad sino que la usa como lo que es: la espalda de ese juego de una familia, los noviazgos y los paradigmas (uf, si, no hay otro modo de indicarlo) que definieron la primera parte del siglo XX. Rita Terranova y Pasik son marcas registradas de buenos trabajos. Bien Candela Vetrano y “muy bien te felicito” a Felipe Colombo.

Las bolitas de naftalina hicieron su trabajo. No vuelan polillas y una comedia de 1940 que no está apolillada termina siendo una buena salida en el verano. No altera la digestión, estimula y sienta bien.