“Lobos”

Una familia criminal

El jueves se estrena en Santa Fe la última película de Rodolfo Durán, estelarizada por Luciano Cáceres, Daniel Fanego y Alberto Ajaka. En la previa, El Litoral dialogó con el realizador sobre este policial con carnadura humana.

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El patriarca de la familia Nieto (Daniel Fanego) con su hijo Marcelo (Luciano Cáceres), que eligió una vida diferente.

Foto: Gentileza Prensa “Lobos”

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El 14 de marzo se estrena en Santa Fe “Lobos”, un drama policial protagonizado por Luciano Cáceres y Daniel Fanego, con las actuaciones de Alberto Ajaka, César Bordón, Anahí Gadda, Fabián Arenillas, Ezequiel Baquero, Alberto Cattan y Martina Krasinsky, y dirigido por Rodolfo Durán (“Cerca de la frontera” y “Terapias alternativas”).

“Lobos” cuenta con guión de María Meira, y es el séptimo largometraje dirigido por Durán. Se trata de un policial filmado en locaciones de Avellaneda y de Lobos, que relata una historia enmarcada en las tramas del poder, acompañando a la familia Nieto, que tiene a varios de sus integrantes dedicados al delito como forma de vida.

Antes del debut, El Litoral dialogó con Durán para saber más sobre su propuesta artística.

Gestación

—Esta es tu tercera colaboración con María Meira como guionista.

—Sí, habíamos hecho antes “Vecinos” y “El karma de Carmen”.

—¿Cómo salió la propuesta de este guión para desarrollarlo como una película?

—Mis últimas tres películas son comedias en sus distintos estilos: comedia romántica, comedia negra. Y tenía ganas de incursionar en el policial. Me junté con María, que últimamente está escribiendo mis guiones, y empezamos a conversar por dónde iba a ir la historia. Llegamos a la idea de hablar de la historia de una familia: más allá del tema del género contar un relato que tenga un arraigo con el espectador.

—Además del policial hay una idea de mostrar el otro lado del delito, el lado humano de esa economía del crimen (una familia que vive de eso).

—Claro: a mí lo que me interesa (y eso aparece mucho en el policial) es la ambigüedad, donde no hay buenos y malos. La cosa estereotipada se pierde: la querés pero sabés que están cometiendo delitos, que pueden llegar a matar, roban.

—Son personajes fracturados, atravesados por contradicciones, pero son muy humanos, tienen sentimientos auténticos.

—Es una familia que tiene sus códigos, está bien establecida en las relaciones, y tiene esa circunstancia dramática de no poder salir de esa situación en la que se han metido durante muchos años.

—Estaba la idea, el guión, ¿cómo fue la preproducción y la llegada a los actores?

—Antes de la preproducción, cuando me entregan el guión, empieza mi trabajo sobre el texto: si bien ya tenés una estructura dramática fija, con todos sus puntos de giro y sus situaciones, necesito pasarla por mi filtro, para que cuando empiece a trabajar con los actores tenga mi impronta en cuanto a los diálogos y situaciones. Entonces hago un trabajo de guión, que me resulta bastante fácil cuando trabajás con una buena guionista como María.

Con los actores hago un trabajo previo de lectura individual y luego los junto para empezar a ver: no son ensayos sino transitar las escenas con ellos para ver qué les pasa, para escucharlos también, ver qué proponen y lograr luego en rodaje una comunicación fluida, dado que en el rodaje tenés poco tiempo.

—Ahí se ajustan los registros de cada uno, por dónde transitan, las formas de hablar.

—Claro. Cuando llegás al rodaje eso está: se enciende ahí y hay una posibilidad para que algo nuevo aparezca, siempre la dejo, pero en un 70 por ciento voy con la película escrita y dividida en planos para hacer. Dejo un margen de algo interesante que puede aparecer y siempre aparece, pero no mucho más que eso, porque las condiciones para filmar y producir son complejas.

Rodaje

—Trabajás con planos abiertos, planos secuencia. ¿Sale antes de conocer las locaciones o cuando las vas viendo?

—Esa es una pregunta interesante, porque es inevitable que cuando te metés a trabajar en el guión veas movimientos de cámara: hago un guión técnico aun sin conocer las locaciones porque yo lo necesito. Después cuando vas a las locaciones donde tenés escrita una ventana hay una puerta, entonces tenés que adaptar. Tenés que ver que la locación sea interesante desde el punto de vista estético, formal, que te cuente y te sume al relato. Y que sea lo más amplia posible, porque tienen que entrar 25 personas (risas). Ahí es donde terminás de ajustar la idea técnica inicial.

—Hay mucho exterior, en la cámara y la mezcla de sonido (los colectivos, por ejemplo), una presencia de un paisaje difícil de capturar espontáneamente.

—Necesito imperiosamente tenerlo resuelto antes de llegar al rodaje: me da seguridad y tranquilidad, y funciona para el equipo y los actores. Sé que no es la única manera de filmar, que hay maneras que tienen que ver con la improvisación y hay películas hechas de ese modo que me encantan; pero esta es mí manera de trabajar, donde puedo desarrollar bien las cosas.

—¿Qué cosas trajeron los actores?

—He tenido bastante suerte de trabajar en todas mis películas con grandes actores y debo decir que con grandes personas. Lo que tiene de bueno (por lo menos en este elenco, y es lo que pasa en general con grandes actores) es que no están pensando dónde ponés la cámara, cuánto se van a ver ellos y cómo se van a favorecer: están pensando en el compañero, en la acción que van a hacer, cómo la van a hacer, y te proponen cosas que no van en pos de su lucimiento personal sino del relato de la película. Eso es bárbaro, y tenés que estar atento para tomar lo que funciona de lo que proponen, porque sabés que le sumás a la película.

—La fotografía es despojada, con algo de documental, género por el que pasaste.

—Hice poco, sí una película sobre directores de cine argentinos (“Dirigido por...”), una especie de gran reportaje con 29 directores. Sí estoy produciendo documentales de otra gente.

La fotografía está un poco vinculada a una tonalidad y a un tratamiento oscuro que tiene el drama que estás contando, por lo menos en este caso.

—Hay algo de luz fría.

—Exactamente: tiene una luz fría, desaturada, que se trabaja tanto cuando se filma como en la posproducción, en el proceso de colorimetría. Buscamos eso con Mariana Russo, la directora de fotografía, con la que también hace tres películas que trabajo.

En pantalla

—Ahora viene el momento del estreno. ¿Qué expectativa tenés de la respuesta del público?

—Eso siempre es un poco impredecible, un poco mágico, porque el público es el verdadero autor de la película después: siempre me pasa que viéndola con el público recibo comentarios de cosas que no te habías imaginado. El público te explica la película, y eso me parece bárbaro, me pasó muchas veces. Creo que es una historia que tiene fuerza, un aliento trágico que puede interesar, y el género policial metido ahí: espero que funcione.

—¿Cómo sigue el recorrido que tendrá después?

—La mandamos a festivales, estamos esperando respuesta. La idea es estrenar en 20 salas, en simultáneo en Capital, Gran Buenos Aires y el interior, así llega a Santa Fe. Luego en el resto del país, en gran parte de los Espacios Incaa afincados en muchas localidades. El problema de la exhibición sigue siendo un problema serio, complicado, no resuelto para el cine argentino, especialmente para el cine independiente.

—Se ha agravado en los últimos tiempos.

—No sé si se agravó, el problema es la cantidad de copias con que se estrenan algunas películas, y cuando vos querés salir no tenés sala. Vos te enterás qué salas vas a tener tres días antes del estreno: ésa es la realidad y es muy cruel, muy injusta. Es complejo llegar al público; más cuando las pantallas se han multiplicado (la computadora, el celular, el videocable), hay miles de maneras de ver películas que hacen que la gente que escape un poco al cine.