Peisadilla

Palito, papelón y a la bolsa

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Con mucha fe fue “Palito” Ortega a recibir en el Senado la “Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento”. La vicepresidenta no llegó tarde, pero patinó con sus palabras de honor.

Foto: Archivo

Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)

Mis sueños, como los sueños de la mayoría, o de la minoría más uno, giran arremolinándose en estroboscópicos figurines multicolores, en momentos donde las papeletas, papelitos y papelones están al desorden del día, recostar la testa y ponerse a soñar testarudamente, tiene un carácter balsámico y relajante ante tanto tumulto dolarizado, de país en riego de deuda, de futuros nuevos (nuevamente los mismos de siempre) candidatos.

En éstos tiempos de pre candidatos y pre candidatas, de preparados discursos, de presidente prepotente que grita de prepo creyendo preponderar con sus gritos, de precios inalcanzables y lamentos predominantes; de impuestos puestos a presión; de pretextos y precintos a la libertad de expresión; de pre-pizzas sin champagne, de pretéritos que en este presente no sabemos si serán futuro o serán historia. La experiencia dice que la historia termina poniendo las cosas en su lugar, el problema radica en que cuando eso sucede, nosotros ya fuimos historia. Nimio problema. Otra oportunidad desaprovechada, y van...

“Los muchachos gremialistas todos desunidos parareeeemos” (se requiere tararear la letra con “la marchita”), ellos C.G.Tean (leer se jetean), bocazas como pocos, los muchachos se tiran palos, unos contra otros, y los antes aguerridos defensores de la lucha por los derechos del trabajador se llaman a sospechoso silencio, y cuando actúan, solicitan paro y movilización... en feriado. “La lucha es mucha, es cruel y es trucha”, me comentó un trabajador asalariado desencantado.

¡Ay de mis sueños risueños!, mis sueños risueños en principio, aceptan una o más invitaciones, pero nunca malas imitaciones...

Peisadilla frívola, festiva y lúdica; desmedida, sí, pero dentro de los límites de la voz en off, sin discusiones inútiles ni debates frenéticos. Sin fueros, haciéndome cargo de mis propios sueños. Culpables de culpa y cargo; de cargar con todos y cargadas para todos... y todas. Yo me excuso, su señoría. Yo me arrepiento, pero no miento.

La señora Iustitia ya no sabe para dónde no mirar, la venda que cubre sus ojos es una fina gasa (entiéndase por desgaste, no por finura), manoseada de forma obscena y puesta por algunos al servicio de los servicios, su imparcial figura se encuentra parcialmente manoseada, y las pesas de su balanza no valen su peso nominal. Los juzgados federales son la novela de las nueve, “Prime Time” para sus historias de amores, pasiones, odios, desencuentros y desilusiones; dos o tres actores principales y un montón de actores y actrices secundarios; algunos extras que intervienen con un par de bolos, que se reparten por los programas satélites, a la misma hora, por el mismo canal y con singular éxito. Si bien el guión está mal escrito y existen muchos baches y zonas grises, cada vez son más los invitados, ellos aceptan el convite, a veces a la fuerza y otros forzados por las circunstancias, el desfile es incesante y constante.

No sé hacia donde nos llevará la novela judicial, pero yo tengo fe de que se hará justicia.

Con mucha fe fue “Palito” Ortega a recibir en el Senado la “Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento”, esta vez la Vicepresidenta no llegó tarde, pero patinó cuando empezó a dar las palabras de honor para el agasajado, desorientada y perdida, largó una sarta de incongruencias entre las que figura: “...aunque no tengamos nada que ver...”, ¿habrá estado pensando en la luz al final del túnel o en la Meritocracia?

Leía la noticia y tarareaba mi cabeza “Un muchacho como él, que vive simplemente, que confía en los demás, y que dice lo que siente...”. Si Palito hubiera dicho lo que sentía ante tanto confuso palabrerío, estoy seguro que no lo hubiera dicho con el corazón contento...

Facundo Cabral, sentado solo con su guitarra, haciendo esas maravillosas e impecables introducciones antes de cada uno de sus temas, recitaba “yo le tengo miedo a los boludos demagogos, porque piensan que el pueblo es boludo”. Eterno.

Los muchachos se tiran palos, unos contra otros, y los antes aguerridos defensores de la lucha por los derechos del trabajador se llaman a sospechoso silencio, y cuando actúan, solicitan paro y movilización... en feriado. “La lucha es mucha, es cruel y es trucha”, me comentó un trabajador asalariado desencantado.

La señora Iustitia ya no sabe para dónde no mirar, la venda que cubre sus ojos es una fina gasa (entiéndase por desgaste, no por finura), manoseada de forma obscena y puesta por algunos al servicio de los servicios, su imparcial figura se encuentra parcialmente manoseada, y las pesas de su balanza no valen su peso nominal.