Acerca de “Confesiones” de San Agustín

Conversión y alabanza (II)

Pilar Barenghi

Dado que no nos conforma la categorización de “Confesiones” en tanto autobiografía, se impone -nobleza obliga- intentar nuestra propia clasificación. Sabemos que ninguna actividad humana se inicia ex nihilo. El hombre piensa y escribe desde un sustrato preexistente, sea para acordar con éste o para interpelarlo. Es innegable que “Confesiones” tiene sus antecedentes, pero su mérito consiste en haber superado a sus precursores. Su forma de alabanza hereda la estructura de antiguos himnos religiosos -cristianos o paganos- pero Agustín, invocando a Jesús, va más lejos; inserta en ellos, ajustadamente, comentarios y análisis morales. “Confesiones” ha abrevado, también, en textos cristianos en donde se destaca la obsesiva búsqueda de la verdad, tratando de diferenciar la esgrimida por los filósofos y la contenida en el Prólogo del Evangelio de Juan, autor de referencia en el pensamiento agustiniano. Pero el logro original de la obra del Santo es, sin dudas, haber combinado diversos elementos estilísticos con fuertes nociones metafísicas las que, a su vez, son puestas de manifiesto mediadas por la narración de recuerdos de juventud. La competencia retórica de Agustín, se hace visible en los pasajes en donde une expresiones de profundo lirismo con argumentaciones filosófico-teológicas. De hecho, éstas le resultan eficaces en la confrontación con sus detractores, entre ellos, la comunidad maniquea, de la que Agustín formó parte para luego combatirla férreamente. Pero todo este andamiaje de recursos y abordajes, son meras herramientas, válidas por cierto, puestas al servicio de dar cuenta de su conversión.

El supuesto básico del pensamiento agustiniano es la conversión, entendiéndose ésta como un acontecimiento único. Al convertirse, Agustín cambia no sólo de forma de pensar, sino también su forma de vivir. Afirma K. Jaspers que “una conversión como la del Santo no es un filosófico cambio de ruta... sino un instante biográfico fechable que irrumpe en la vida y le otorga una nueva fundamentación”.

Mediada por la conversión, la mente de Agustín se despoja de su pasada adhesión a la filosofía, probablemente exagerada, y deja que el pensamiento bíblico- teológico inunde sus reflexiones.

Pero no debemos creer, por esto, que cae en el fideísmo. La fe no sustituye la inteligencia ni la elimina, sino que da lugar al llamado cogitare cum assesione, es decir, un modo de pensar asintiendo; por lo cual si no existiera el pensamiento, no sería posible la fe. Y de manera análoga, la inteligencia no anula la fe, sino que la refuerza y, en cierto modo la aclara. Esto nos permite entender que fe y razón son complementarias.

Sobre estas premisas se desarrolla “Confesiones”, un canto de alabanza a la gloria de un Dios que se revela ante una inteligencia que lo capta y un espíritu que lo venera. Innumerables son los pasajes en donde Agustín da cuenta del embeleso que lo embarga y que lo hace exclamar: “Tarde te ha amado, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te he amado” (Conf. X 27 38).

Mediada por la conversión, la mente de Agustín se despoja de su pasada adhesión a la filosofía, probablemente exagerada, y deja que el pensamiento bíblico - teológico inunde sus reflexiones.

El supuesto básico del pensamiento agustiniano es la conversión, entendiéndose ésta como un acontecimiento único. Al convertirse, Agustín cambia no sólo de forma de pensar, sino también su forma de vivir.