“Último tren después de la luna”

Nostalgia de las vías

La obra cordobesa se presentará el viernes 14 de junio, en La Abadía. Está desarrollada a partir de técnicas de clown, pero que conviven dentro de una estructura dramática. A través de dos personajes que se topan en una estación de ferrocarril, la propuesta aborda desde una mirada muy particular la problemática de los pueblos que se quedaron sin trenes.

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Dos payasas se cruzan en una estación donde aguardan un tren que tal vez nunca llegará. En esa espera, a través del humor, atraviesan distintas problemáticas. Foto: Gentileza producción

 

Juan Ignacio Novak

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Cuando las políticas neoliberales de los años 90 desmantelaron los ferrocarriles no sólo le arrancaron a cientos de pueblitos y ciudades una posibilidad de conexión, también les quitaron una parte fundamental de su identidad. Sobre esto -y muchas cosas más- reflexiona “Último tren después de la luna”, la obra teatral cordobesa desarrollada en base a técnicas de clown que se presentará el viernes 14 de junio, a las 21.30, en el Teatro de la Abadía (Estanislao Zeballos 3074).

Se trata de la octava producción del grupo Macaco Eléctrico, integrado por artistas bonaerenses pero radicados desde hace varios años en el valle de Traslasierra. Básicamente, es una historia de dos payasas que no se conocen, se encuentran en una estación y van desarrollando una relación mientras aguardan un tren que tal vez nunca va a llegar. “La obra cuenta toda esa espera y sus sueños por realizar el viaje. Nuestra idea era, a través del humor, tocar esa problemática de los pueblos que se quedaron sin tren y el modo en que incidió en el traslado, en lo económico y en el desarrollo social y cultural”, explicó la actriz Rosalía Jiménez.

—¿Por qué eligieron el universo del clown para abordar esta temática?

—Como grupo, trabajamos la técnica del clown, de los payasos y payasas, dentro de estructuras dramáticas. Entonces todas nuestras obras son teatrales, pero desarrollando esta técnica. Tratamos de indagar en la dramaturgia del clown. El desafío como grupo siempre fue ver cómo pasamos espectáculos de números enlazados, a una dramaturgia, una historia teatral que se cuente a través del universo de los payasos. Eso es lo que nos planteamos como grupo. Entonces en todas las obras vamos indagando, profundizando y aprendiendo más sobre este universo.

—Me da la sensación de que al trabajar estos temas se logra eludir un prejuicio que suele estar instalado: que los espectáculos de clown están vinculados con el público infantil.

—Si. Es como despegar de esa idea. Siempre decimos que el espectáculo es para todo público. El desafío está en encontrar el juego y esta búsqueda de mundos a la que nos llevan payasos y payasas. La poética y las distintas emociones que transitan. Es una obra para todo público, para que se rían y se emocionen grandes y chicos. El grupo Macaco Eléctrico se armó en 2004 y en cada obra profundizamos más esta búsqueda y nos separamos de la idea de que el payaso sólo trabaja para los niños. No es así, el payaso tiene un universo que hay que explorar donde los grandes también empatizamos con estos universos.

Claroscuros

—¿La obra es un drama o una comedia?

—Está orientada a la comedia porque las payasas se permiten, a través del humor, indagar en la temática. Pero como en la técnica del clown la finalidad no es solamente hacer reír, transitamos todas las emociones que aparecen. El humor nos permite atravesar temas de mucha profundidad como un tren que deja de existir en un pueblo, que puede llegar a ser algo trágico.

—En relación a la dramaturgia de la obra ¿Cómo la desarrollaron?

—Se fue creando en los ensayos. Actuando, improvisando. En esta obra en particular trabajamos con una directora invitada que nos guió en todo el proceso. Ella fue payasa en El Bolsón, donde creó un festival internacional de clown. Ahora ya no está ahí, sino en Buenos Aires, pero vino un tiempo a Traslasierra, donde vivimos, y estuvo trabajando en el proceso de esta obra. Que también tiene una particularidad, porque trabajamos con un músico que fue componiendo la banda sonora al mismo tiempo en que se creaba la obra. Fue un proceso hermoso y nuevo. La música no es algo más, sino que atraviesa totalmente a la obra de principio a fin.

Recuerdos

—¿Cómo se recepciona la obra dada la temática?

—En nuestra zona, la obra tiene un sentido muy importante porque acá existió el tren, que llegaba hasta ciudad de Villa Dolores. Obviamente no llegó nunca más pero quedó una estación hermosa, que estuvo mucho tiempo abandonada y ahora está en vías de restauración. Entonces hay generaciones que viajaron en tren y tienen anécdotas y otras generaciones que no tienen idea de lo que es. Por eso “Último tren después de la luna” tiene mucho impacto y genera charlas a partir de los recuerdos. En Buenos Aires, donde también la presentamos, ocurre que el tren es un transporte urbano, entonces no tiene el mismo peso. Pero está bueno ese intercambio de realidades de diferentes lugares.

—En muchos lugares el tren ya no está, pero es parte de un pasado que está muy fresco en la memoria.

—Forma parte del recuerdo de una época de esplendor, de un momento en que los pueblos tuvieron actividad y mucha vida.