Artes visuales

96º Salón Anual de Santa Fe

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Las paredes de la conocida como Sala Sanmartiniana (salón central) aparecen literalmente tapizadas por obras, desde el piso hasta el techo sin intersticios separadores. Foto: Guillermo Di Salvatore

 

Domingo Sahda

En fecha reciente fue abierto para la apreciación pública el Salón Anual Nacional de Santa Fe en su versión número 96. Casi un siglo de presencia significativa y permanente en la construcción del imaginario artístico nacional, con significativas proyecciones en todos los ámbitos del hacer creativo argentino, manteniendo perfiles de relevancia artístico-cultural hoy devenido en “chapucería culturosa”, al margen de sus circunstanciales partícipes expositores, distinguiendo con premios y distinciones a trabajos ajenos al quehacer específico del arte visual en tanto camino de expresión pertinente.

La manifiesta dispersión de su esencialidad fáctica, oblicuamente, retacea validez e importancia al accionar gestual, creativo y volitivo que ha distinguido a la humanidad desde el origen de los tiempos y las culturas, a través del accionar de un jurado que distingue acciones esencialmente ajenas al arte visual en cuanto proceso que define productos.

Las paredes de la conocida como Sala Sanmartiniana (salón central) aparecen literalmente tapizadas por obras, desde el piso hasta el techo sin intersticios separadores, remedando una “colcha de retazos”, sin posibilidad de reconocimiento y apreciación de cada obra en cuestión. Ausente el espacio, todo aparece “amontonado”. ¿Será este un novedoso camino de exhibir el arte visual literalmente almacenado por la institución Museo, negando subrepticiamente el valor del mismo, y bloqueando la posibilidad de acceso a “lecturas” significativas? ¿Será la visión de una “instalación” monumental inaugurando nuevos rumbos expositivos? Me temo que todo esto es fruto de la incompetencia manifiesta y de la supina ignorancia en torno al potencial expresivo-creador de la imagen, tanto en el plano como en el volumen. ¡Caramba con la innovación y cultura puesta en evidencia en este Salón!

Así las cosas las obras integrantes de la presente convocatoria aceptadas por el jurado comisionado a tal fin deben, literalmente “rastrearse” en el recorrido visual y detenerse en aquellas que ostentan una etiqueta identificatoria al costado. ¡Bingo!

Las distinciones adjudicadas por el jurado en acción responden a procesos y técnicas ajenas a la especificidad del dibujo, la pintura, la escultura en cuanto tales, esencia del casi centenario Salón. No se niegan ni retacean las experiencias visuales, iniciadas ellas promediando el siglo XIX, cuando se pronosticaba que con la aparición de la fotografía, en París, capital de la cultura occidental, el arte visual en tanto representación icónica desaparecería. Ello no ha sucedido, felizmente, lo que no invalida que algunos productos, como los distinguidos en este Salón, respondan a la idea de “manualidades paquetas” o “acciones fundantes de la expresión icónica contemporánea. En esta convocatoria, el arte visual como proceso de gestación de la expresión y el sentimiento subjetivado propio de la cultura humana aparece minusvalorado. Y sus distinciones solo son fugaces ficciones pronto olvidables.