Volvió después de 28 años para quedarse en su tierra y con su gente...

Cuando Mir habla no queda ni el “Carozo”

“La gente de Colón cree que yo los traicioné porque pasé a Unión, pero no fue porque quise sino porque me vendieron para pagarle al plantel”, dice. Habló del Huevo Toresani y de un “pastor mala leche que, cuando lea la nota, sabrá que me estoy refiriendo a él”.

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Claudio Mir ya decidió qué hacer de su vida: se quedará en Santa Fe.

Foto: Luis Cetraro

 

Enrique Cruz (h)

“Carozo” Mir ya no tiene aquella melena que lo distinguía en los 80 cuando apareció en Colón con esa fuerza arrolladora y esa zurda fulminante que levantaba las redes del arco rival. Mantiene esa misma franqueza y la forma de ser frontal que, inclusive, lo llevó a atravesar momentos muy duros, casi extremos en su vida. Hace unos años, charlando con él en el hermoso puente desde el que se puede apreciar una vista magnífica de la ciudad de La Paz, en Bolivia, me confesó que se había querido tirar de ahí en un momento de locura y depresión. Fueron momentos durísimos de su vida que ya parecen totalmente superados. Casi tres décadas estuvo en Bolivia, donde jugó en los grandes de ese país y echó raíces deportivas y humanas también. Pero llegó el momento de volver.

—¿Decisión tomada, Claudio?

—Fueron 28 años en Bolivia y ya está, dije basta. Mi hermana, el Pelado Centurión, mi vieja y mucha gente amiga me decía que me volviera. Yo estaba trabajando allá, pero acá arranco de cero por más que me conozcan. Soy técnico, dirigí en varios clubes de Bolivia, tuve la suerte de trabajar con el Huevo Toresani en The Strongest y me vine porque me salieron dos fibromas y fui a ver a los que manejan el departamento de oncología del Hospital Italiano, los doctores Marelli y Musacchio. Pero vine a seguir peleándola como hice siempre.

—Mencionaste al Huevo, ¿te sorprendió, te dolió, entendés lo que le pudo haber pasado?

—En una nota que me hiciste en 2013 allá en Bolivia te lo comenté... Yo estuve a punto de hacer eso, pero no tuve las pelotas para hacerlo, ¿qué querés que te diga?... No sé bien qué le pasaba al Huevo, estábamos siempre en contacto y de repente no me contestó más. Me dolió muchísimo, conmigo fue un tipo sensacional, me respetó siempre y a eso lo valoro mucho. Jugó en los equipos más grandes, ¡le faltó jugar en Racing nomás! Yo lo respeto, lo que hizo es cosa de él y hay que estar en la piel del otro para entenderlo.

—Me imagino que hay momentos en los que no tenés nada bajo control...

—Es que no son fáciles las cosas, nunca fueron fáciles para mí. Hay gente amiga que me está ayudando mucho. Y te los nombro: Walter Agosto, Axel Menor, Emilio Salva, Ernesto Medina, Emilio Robledo, Hernán Contreras y el Topo Coria. Ellos saben a qué me refiero y les estaré agradecido siempre. También los tengo al Negro Canteros, a Cachito Vera y al León Toledo, que me hacen sentir muy bien cuando hablo con ellos. Y el grupo de la primaria, que hacía años que no los veía... ¡Y están todos gordos! (risas).

—Pero la pasaste bien en Bolivia...

—Es que me fue bien ahí. Salí goleador en los dos equipos más grandes, Bolívar y The Strongest, jugué Copa Libertadores y me respetaron muchísimo. Aparte, porque trabajé y mucho.

—¿Ganaste dinero?, ¿lo gastaste?

—Antes no se ganaba lo que se gana ahora. Gané y gasté, como le pasa a cualquiera. Lo que viví, lo viví muy bien. Acá en la Argentina sólo jugué en Unión y Quilmes en Primera División. Me querían otros equipos, pero sólo jugué en esos. Y allá jugué en los más grandes de Bolivia. Y me quieren porque yo los respeté... Mirá, a Bolivia han ido muchos prepotentes que se portan mal, se mandan una cagada y después no pueden ir más.

—¿Esperabas que sonara el teléfono en estos 28 años para que alguien de Santa Fe te llame?

—Esperé, pero no se dio... Me hubiese gustado, pero tanto insistieron mi hermana, a la que amo y el Pelado Centurión, mi cuñado, que acá estoy. Ellos me sostuvieron siempre, aún en los peores momentos.

—¿Qué clase de entrenador es Carozo Mir?

—Yo fui delantero, pero tampoco soy un loco que va para adelante. Y soy de los que piensa que en todos los equipos hay chicos que pueden sorprender. A mí me pasó. Yo cumplía 17 años cuando el Pelado Hurtado me llamó un día y me preguntó si quería entrenar con la primera y me hizo debutar... ¡Las patitas me temblaban!... Pero los muchachos me ayudaron... Me acuerdo que el Colorado Lavini nos adoraba a mí, a Wermer, a Godano, a Pighín, a Claudio Carmona, Horacio Schneider, Cototo Balbuena y otros chicos que estábamos en ese momento y que habíamos salido de las inferiores del club.

—Goleador de Colón en el 84, figura promisoria y de pronto, pase directo a Unión. ¿Fue muy “loco” aquello, quizás inentendible para estos tiempos?

—Y sí... No me olvido cuando un dirigente de apellido Cosentino me presentó ante el plantel de Unión. Había unos monstruos bárbaros como el Turco Alí, el Chango Cárdenas, Marcos Capocetti y otros muchachos como Tito Tomé, al que recomendé para que se lo lleve The Strongest.

—Eso que te pasó a vos es imposible de pensar en estos tiempos...

—Mirá, la gente de Colón nunca me quiso pegar ni nada por el estilo en la calle. Yo fui profesional... Hay gente que hoy me dice que soy un hijo de p... porque pasé de Colón a Unión. ¡Y a mí me vendieron!. No me fui porque yo quise, ¡me fui porque me vendieron! Había una deuda tremenda con los jugadores y juntaron para pagarle como seis sueldos al plantel con ese pase. Esa es la única verdad. La gente cree que yo traicioné a Colón, pero no fue así. Andá a deberle hoy seis meses hoy a un plantel, ¡te matan! Antes había que esperar tres meses para recién mandar el telegrama y ver si te daban la libertad de acción.

—¿Hubieses gritado un gol contra el clásico rival?

—Si yo juego para Colón contra Unión y hago un gol, ¿por qué no lo voy a gritar?, ¿qué es eso de pedir disculpas si hacés un gol?... No señor, los goles se festejan. Hacer un gol es como hacer el amor... Siempre lo sentí así...

—Cococho Alvarez terminaba su carrera en ese 1984 y vos la empezabas. ¿Fue uno de los mejores ‘10’ con los que te tocó jugar?

—Un fenómeno Cococho... Me ponía unas pelotas bárbaras... Y después, a Claudio Chena le hacían foules en el área y yo pateaba los penales.. Y Cototo Balbuena también, era bárbaro lo que me hacía jugar. Me enteré que Cococho no está bien. Sé que está en Gualeguaychú y Oscar Yódice me habló y me dijo que vaya a la oficina este lunes para ver si podemos hacer algo. En Colón jugué con Cococho y Cototo, antes con Javier López; en Unión con el uruguayo Jiménez y Luisito Abdeneve y en Bolivia con Baldiviezo, el Diablo Etcheverry y Sergio Omar Luna, que había jugado en Colón. Con todos tuve una excelente relación y me divertí porque me hicieron convertir goles... ¡Y con ninguno me agarré a trompadas! (risas)

—Hablando de eso, ¿alguna vez te pasó?

—No soy hipócrita y digo siempre la verdad. Obvio que me pasó... Cuando jugué en Huracán, con Abel Alvez, ¿te acordás de él?... Y después salimos siendo muy amigos. Pero hay gente que no sirve, porque son mala leche y ensucian para quedarse ellos. A mí me pasó.

—¿Eso de ensuciarte?

—¡Claro!. Acá me ensuciaron... Y me da bronca porque son pastores y ensucian. Ese tipo, como jugador, era otra clase de persona, pero después salió siendo un terrible mala leche. Es de Santa Fe, fui compañero de él y después fue técnico. Cuando lea la nota va a saber que me refiero a él.

—Por lo visto no me vas a decir quién es, pero, ¿por qué hablás de los pastores?

—Porque él es pastor, le da charla a los cristianos pero por atrás te mata, ensucia a cierta gente para conseguir algo. Eso no se hace. Yo no tengo nada contra los cristianos, pero contra este mala leche sí... ¿Ves?, con ese no me agarré a trompadas...

—¿Lo cruzaste?, ¿lo hablaste?

—Hablé muy clarito, le dije que no me gusta la hipocresía y que algún día nos íbamos a encontrar... Creo que fui buena gente, he sido frontal y a veces eso es un problema. Me pongo muy contento cuando tipos como Pablo Escobar, que fue selección boliviana, llega a La Paz y me llama para tomar un café o me invita a la casa. Y así te puedo nombrar a un montón, es gente de otro nivel, ganó millones y no cambiaron. Igual algunos muchachos de acá, como Nery Pumpido, el Turco Alí, Martín Lígori, el Gringo Zuliani, Cachito Vera, el Negro Canteros, el León Toledo y muchos otros que seguro me estoy olvidando.

—¿Pasás del todo a la nada cuando dejás de jugar?

—Es que cuando jugás se te presenta todo, fama, dinero, gloria... Al principio de la charla me preguntaste si me arrepiento de algo... Y te digo que sí, que me arrepiento de haberme venido de Europa cuando tenía la posibilidad de seguir en Israel. Me vine porque no hablaba con nadie, no sabía inglés y eso es muy importante. Siempre le digo a los chicos que aprendan ingles... Allá me pusieron un traductor pero no le daba pelota. En Bolivia te enseñan un montón de idiomas en todos los colegios. Y me arrepiento de eso, de no haber estudiado inglés y también de no haber terminado la secundaria.

—¿En qué año dejaste?

—En tercero... Lo que pasa es que en ese tiempo, jugábamos miércoles y sábado en Colón, concentrábamos martes y viernes. Y no podía pedir permiso porque el técnico me iba a mandar a estudiar y me quedaba sin jugar... Dejé en tercer año, pero tengo 53 años, puedo terminar.

—¿A quién te gustaría tener enfrente tuyo en este momento?

—¡A mi viejo...! Cuando él se fue, se fue todo... Mi viejo tenía 51 años cuando falleció y yo tenía 19 años. El era el que me aconsejaba, porque en ese momento no había empresarios, el jugador no tenía gente al lado que le vaya marcando pautas... Muchos me dijeron que él tenía cáncer, yo no averigué con el médico. Pero él se fumaba tres atados por día, mi vieja se los escondía, yo le tiraba los cigarrillos a la mierda pero siempre se las ingeniaba para tener uno a mano... Y aparte era asmático. Y ahora tengo yo ese problema.

—¿De ahora o de siempre?

—Cuando jugaba y me hacían los estudios, no me daba... Estoy muy mal de la rodilla y eso es por las infiltraciones que me hicieron. Los médicos no querían, pero yo sí. Yo me infiltraba antes de entrenar y en los partidos lo hacía antes de empezar y en el entretiempo. Eso te pasa factura.

—Seguro que es así, pero, ¿por qué tantas infiltraciones?

—Porque en Bolivia se ganan muy buenos premios y por eso quería jugar siempre. Si no jugás, a los premios no los ganás.

—Entonces, ¿hay “Carozo” Mir para siempre en Santa Fe?

—Me vine y me vine a trabajar. Tuve un par de ofrecimientos de Orán y de Ledesma, porque allá me conocen mucho por haber trabajado en Bolivia, pero mi idea es quedarme en Santa Fe, con mi familia y trabajar acá. Axel Menor me está llevando a la Liga y eso me gusta, quiero ser útil y tengo muchas ganas de seguir adelante.

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En el predio de la Liga y pegándole como en los buenos viejos tiempos, con esa zurda potente que lo llevó a perforar redes rivales. Durante la semana estuvo compartiendo varios momentos con los chicos que se preparaban para jugar un Provincial.

Foto: Luis Cetraro

La altura y la pastillita...

Sin dudas que Claudio Mir es una excelente referencia para hablar del fantasma de la altura. “Yo viví 25 años en la altura y una buena fórmula es la que emplean todos: llegar, jugar e irte. También te digo que dirigí en el llano y que cuando iba a la altura no me iba mal”, cuenta Carozo.

De todos modos, marca una diferencia actual: “Ahora no es como antes, que los equipos de la altura te salían a apretar. Cuando yo jugaba, le metíamos 7 goles a los equipos del llano, los apretábamos y los goles llegaban solos. Cuando dirigí a los del llano, iba a Potosí, que es más alto que La Paz y ganaba”.

La pregunta que se cae de madura es cómo hacía para desafiar los efectos de una altura excesiva como la de La Paz o la de Potosí: “Por ejemplo, que los marcadores de punta no se vayan al ataque, que jueguen hasta la mitad de la cancha. Yo metía dos volantes por afuera, un enganche y un delantero. Y llegábamos un montón. Yo nunca metí más defensores para ir a la altura, alguno cambiaba, pero no tres o cuatro jugadores. Eso sí, les daba una pastilla de nombre difícil (sorojchi pills) o viagra. Eso está permitido en el doping, no sale”.

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Año 1983 y un muy joven Carozo Mir mezclado entre recordados jugadores de esos tiempos difíciles para Colón, como Sergio Juncos, Godano, Micheli, Bustingorria, Pighín, Inderkumer, Mercado, Pesoa, Andrada y Benítez. Dos años después jugó en Unión.

Foto: Archivo El Litoral