Crónica política

“Paciencia, la vida es así...”

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Reunión de gabinete ampliado. Cambiemos va a dar la batalla y hace muy bien en hacerlo porque en política las elecciones se ganan o se pierden al momento que se cuentan los votos, no antes. Foto: Archivo El Litoral

Rogelio Alaniz

I

Los resultados electorales del 11 de agosto son elocuentes: hay ganadores y hay perdedores. Con los números se pueden hacer todas las especulaciones del caso y adelantar todos los pronósticos que nos gusten o nos disgusten. Nada de ello impide tener presente que la elección decisiva, legal y legítima es la que está convocada para octubre. En homenaje al realismo, el gobierno nacional no puede desconocer estos resultados, pero ese mismo gobierno tiene el deber y el derecho de dar la batalla política el 27 de octubre, para ganar si los ciudadanos lo apoyan o para prepararse a ejercer la oposición si ése es el lugar que le asigna el voto popular. En todos los casos la historia no termina el 10 de diciembre y los políticos deben saber que al temple civil se lo gana ejerciendo el poder desde el gobierno y ejerciendo la oposición desde el llano.

II

¿Quién va a gobernar si gana Cambiemos? La respuesta es obvia de tan sencilla. Mauricio Macri. ¿Y si gana el peronismo? Aquí la respuesta no es tan sencilla. Formalmente el presidente elegido será Alberto Fernández. ¿Lo será en términos reales? Personalidad política tiene, no es un obsecuente servil como Cámpora, pero convengamos que el poder real hasta ahora lo ejerció Cristina. Por si alguna duda había al respecto, desde Venezuela el señor Diosdado Cabello nos lo recordó a todos los argentinos: los votos son de Cristina. Un recuerdo por partida doble o triple, porque a la referencia ponderativa a Cristina, se suma el desprecio a Fernández y a los lazos de efecto y complicidad política entre los kirchneristas y los dictadores venezolanos. ¿Es tan así? Yo matizaría un tanto la respuesta. Alberto Fernández no es una anécdota en la propuesta política del peronismo. Su existencia se explica a partir de la certeza de que Cristina candidata no ganaba. Si los números no mienten, la Señora no hubiera superado el treinta y dos por ciento, los quince puntos de diferencia obtenidos este 11 de agosto tienen que ver con un armado político más amplio que incluye a gobernadores y a políticos que en su momento se alejaron de Cristina. ¿Aceptarán los kirchneristas de paladar negro que Alberto Fernández ejerza realmente su condición de presidente? No lo sabemos, pero hay motivos para temer. Lo más probable -si ganan-, es un momento de unidad durante los primeros meses y luego las tensiones internas que todo el mundo conoce se harán presentes con más o menos violencia. La noción de un Fernández moderado y una Cristina extremista hoy puede ser una anécdota o un simulacro, pero objetivamente y más allá de la voluntad de los protagonistas, la tensión existe y habrá que ver si logran disolverla o si por el contrario estalla.

III

No hace falta ser Mandrake el Mago para pronosticar que existen muchas posibilidades de que el peronismo regrese al poder en diciembre. De todos modos, Cambiemos va a dar la batalla y hace muy bien en hacerlo porque en política las elecciones se ganan o se pierden al momento que se cuentan los votos, no antes. El gobierno de Macri está tomando algunas disposiciones para serenar el país, asegurar la gobernabilidad como se dice, y también para posicionarse mejor electoralmente. Tal como se presentan los hechos, puede que por el momento la gobernabilidad esté asegurada, pero tengo mis serias dudas de que políticamente le den resultados.

IV

Hace unos meses Margarita Barrientos le advirtió al gobierno que si tenían algún conejo en la galera, lo sacaran ya. Por supuesto no le hicieron caso. Fue necesaria esta derrota electoral para que aparezcan la galera y los conejos. El problema es que los tiempos en la política no son neutrales. No es lo mismo sacar conejos de la galera en marzo que pretender sacarlos en agosto. En seis meses, el encanto y la magia se perdieron y la gente no cree o duda de conejos y galeras. La pregunta de fondo que deberían responder las actuales autoridades es: ¿Por qué lo que hacen ahora acosados por los números electorales y el tiempo, no lo hicieron hace por lo menos seis meses?

V

Insisto con la cuestión de los tiempos. Un dirigente no gana ni pierde legitimidad de la noche a la mañana, salvo situaciones históricas excepcionales que no están presentes en este caso. Esto quiere decir que la pérdida de credibilidad de Macri no empezó ayer o antes de ayer, se fue gestando a lo largo de estos dos años y las elecciones provinciales fueron un anticipo severo que no se quiso ver. En la misma línea, el prestigio político no se gana en un mes. Lo que demoró años en perderse exige más o menos tiempos parecidos para recuperarse.

VI

¿Todas las cartas están a favor del kirchnerismo? Aparentemente sí, pero en momentos de crisis los tiempos se aceleran y en dos meses pueden pasar muchas cosas. El kirchnerismo ha forjado una propuesta política cuya clave es precisamente ocultarse lo más posible, empezando por la jefa. Pero más allá de ocultamientos, ellos están y la combinación interna es lo más parecido a un cóctel explosivo al que cualquier sacudón deliberado o accidental puede hacerlo volar por los aires. Como dijera uno de sus prominentes dirigentes: “Por ahora portémonos bien, hagámonos los buenitos, no digamos lo que pensamos y creemos porque es lo que necesitamos para llegar al gobierno. Una vez en el poder será otra cosa”. ¿Será así? Habrá que ver si todo el peronismo está dispuesto a compartir estas conductas de rufianes, pero por sobre todas las cosas habrá que ver si el pueblo argentino esta decidido a permitírselo.

VII

Soy de los que creen que debemos resignarnos a nuestro destino de argentinos, un destino que incluye al peronismo como una condición, una fatalidad, un castigo o para muchos una esperanza bizarra. Pero no faltan quienes consideran que el destino de un argentino pensante es el exilio. La historia de nuestro país es aleccionadora. La lista de argentinos notables que mueren lejos de su patria es larga y penosa. Visto desde esa perspectiva, “el exilio es una alta condición”. Así por lo menos lo pensaba don Atahualpa Yupanqui. Perseguido y censurado por el primer peronismo, preparó las valijas y se decidió marchar. Un amigo le preguntó por qué tomaba esa decisión: “Pienso, luego exilio”, respondió con su habitual y renovador laconismo cartesiano uno de los grandes viejos de nuestra historia.