Mariano Montero y Gonzalo Ojeda, entrerrianos y famosos...

Dos muchachos metidos en el túnel de la gloria

Fueron parte de un grupo silencioso que hizo conocer al país que existe un deporte, el sóftbol, en el que somos campeones del mundo. La historia de dos deportistas amateurs que saben lo que es sacrificar todo para llegar a lo máximo.

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Montero y Ojeda en la peatonal santafesina, exhibiendo con orgullo sus medallas.

Fotos: Pablo Aguirre

 

Enrique Cruz (h)

Mariano Montero y Gonzalo Ojeda no son Messi, Del Potro o Ginóbili; mucho menos Monzón, Vilas, Fangio o Maradona. Son dos paranaenses que practican un deporte que, para muchos, resulta desconocido. Pero son campeones del mundo... ¡Sí, señores!... Son campeones del mundo. Y Panamericanos también, como si hacía falta revalidar aquella hazaña que lograron en Praga. Una detrás de la otra. Primero el Mundial y después la medalla de oro en Lima. Y en el medio, un recibimiento apoteótico como, quizás, nunca antes y posiblemente nunca después se le brinde a un deportista entrerriano.

Sus historias de vida se emparentan con la de cualquier deportista amateur. Cero compensación económica, poco apoyo, mucho sacrificio, horas y horas de entrenamiento sólo por el amor al deporte y el momento sagrado de ponerse la camiseta argentina y representar al país con un orgullo que hace estallar cualquier corazón.

Cruzaron el túnel y afrontaron la charla en La Citi, donde los recibió su amigo Adrián Papaleo —anfitrión y coordinador de la entrevista— y en la que hablaron con la humildad y hasta el pudor de los grandes campeones.

—Llama la atención que sean tantos de Paraná, ¿por qué?

—Es cierto, somos 12 de Paraná, otros dos de Villaguay, el esperancino Potolicchio, uno de Bahia Blanca y otro de La Pampa. El deporte creció muchísimo en Paraná porque tiempo atrás se jugaba en las escuelas. Te encontrás conque hay seis equipos muy competitivos y cinco de ellos son los mejores del país... La verdad que es muy raro y hay semanas que jugamos tres o cuatro partidos. Esto de jugar tanto y en poco tiempo, en otros lugares, es imposible.

—¿Y qué es lo que ha tenido Paraná que no tiene el resto del país?

—Lo que te decíamos de las escuelas. El desarrollo fue en la década del 60. Los jóvenes dejaban las escuelas cuando terminaban el secundario y armaban los clubes de sóftbol. La rivalidad se dio con Bahía Blanca. Esto tiene sus pro y sus contras, porque lo ideal sería que se agrande el campo de acción y haya más competencias. En Paraná hay siete canchas de sóftbol, algo que no pasa en otras ciudades.

—¿Los sorprendió el éxito tan repentino y en poco tiempo, de ser campeones del mundo y a las pocas semanas campeones panamericanos?

—En los últimos mundiales tuvimos muy buenas actuaciones, arrancamos en 2013 perdiendo con Australia y quedando eliminados en cuartos de final. Ahí nos cayó la ficha de que estábamos para más. Luego, en 2017 nos metimos entre los cuatro primeros y teníamos la sensación de que estábamos para más. Habíamos tenido medalla de bronce en Toronto, varias medallas de plata y nos faltaba el último paso.

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Algo poco común en un deportista: recibir la medalla de campeón del mundo y campeón panamericano en un mismo año. Inolvidable 2019 para el sóftbol argentino.

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Muestran con orgullo las medallas, no dejan de sorprenderse por la repercusión que tuvieron los logros y no se cansan de contar anécdotas. Adrián Papaleo los recibe y aporta datos, curiosidades y cuenta cosas que pasaron en todo este interín. Recuerda, por ejemplo, aquellos tiempos en los que Montero estaba a su cargo y él era el primero en permitirle y en ayudarlo a que pueda entrenarse.

—¿Es cierto que el recibimiento cuando volvieron a Paraná después de ganar el Mundial en República Checa y los Panamericanos en Lima fue inolvidable?

(Montero) —¡Fue increible...! Cuando estábamos llegando, nos decían que había como dos kilómetros de autos esperándonos, ¡pero resulta que era mucho más! Nosotros íbamos en una autobomba y nos tiraban de todo desde los balcones... ¡Me río cuando recuerdo esto porque hubo uno que me tiró una bolsa de caramelos que casi me desnuca! (risas)... Nos tiraban bizcochos, de todo... Y después, en Casa de Gobierno nos recibió el vicegobernador, había gente que no era del ambiente y que vio la final sin entender nada porque es un deporte que si no te lo explican no lo podés entender.

(Ojeda) —Es lo máximo en Entre Ríos, a Paraná se la declaró la capital nacional del sóftbol, es lo que más representa y lo que más logros ha traido a la ciudad. El argentino no se siente identificado con el sóftbol, pero trascendió un montón. Cuando ganamos el Mundial estallaron los celulares nuestros porque nos llamaban desde todos lados. Muchos periodistas se sorprendieron porque nos habían contactado antes de los Panamericanos, para conocer un poco más de nuestro deporte, pero se encontraron conque antes fuimos campeones del mundo. Y cuando llegamos a Ezeiza, había un montón de ellos esperándonos... ¡Todo muy loco!.

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No debe haber, para cualquier deportista sea a nivel individual o colectivo, un momento sublime como el de ser campeón del mundo. Ese pitazo final o el desenlace tan deseado, trae una descarga emocional única, inigualable.

—¿Qué hicieron cuando se vieron campeones del mundo?

(Montero) —Cuando terminó el último partido corríamos por todos lados y nos abrazábamos como locos... Fueron muchos años de trabajo, estamos juntos desde el 2011 con este proceso. Y no queríamos olvidarnos de nadie... ¡Hasta le mandamos un video al que nos arreglaba la cancha desde hace años en Paraná! Mi primer partido lo habré jugado a los 4 o 5 años, era un chiquilín que apenas podía correr. Y Gonzalo lo jugó a los 7 años... Mis papás se conocieron jugando al sóftbol, así que imagináte lo que significa este deporte para mi vida.

(Ojeda) —De profesional, sólo tenemos los entrenamientos, somos becados por el Enard y la Secretaría de Deportes, la nuestra es una beca que no es remunerativa y pasamos de 25 a 20 por cuestiones de ajuste. Tuvimos que sacar a cinco y bancar a dos para no ser un equipo resumido. Esas cosas no se conocen pero también tienen que ver con la epopeya de lo logrado.

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Adrián Papaleo fue el anfitrión de dos deportistas que llevaron a Paraná a la más alta consideración. Nunca antes el deporte entrerriano pudo conseguir algo tan importante para el país.

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Gonzalo es médico y Mariano trabaja en el Hotel Casino. Se desdoblan y hasta podríamos decir que triplican el esfuerzo entre la familia, el trabajo y el deporte. Sólo quién practica deporte a nivel amateur puede entender y dimensionar lo que se hace.

(Ojeda) —La etapa más dura del proceso es cuando entrenamos los cinco días de la semana en gimnasio y lo que nosotros llamamos el trabajo de pista, de ahí vamos a la cancha a entrenar la parte táctica y estratégica, más los partidos de la Liga, más las concentraciones de fin de semana, que arrancan los viernes a la tarde hasta el domingo al mediodía, y de ahí a jugar.

(Montero) —Te cuento algo: yo llego a mi casa a las 9 de la noche y me pongo a lavar la ropa de entrenamiento de ese día para salir al otro día a las 6 de la mañana con la ropa limpia porque no vuelvo a mi casa hasta después del entrenamiento, o sea hasta las 21. Mucho sacrificio siempre, como verás.

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El sóftbol no tiene, como ellos mismos cuentan, la trascendencia de muchos otros deportes que están diversificados por casi toda la geografía del país. Quizás le pasa lo que ocurre, por ejemplo, con el tenis con paleta, un deporte netamente santafesino que ha tenido cierto arraigo en algunas pocas provincias como Buenos Aires o Formosa. No es un deporte popular, al menos en la Argentina. Y se lo vincula mucho con deportes como el béisbol, de gran trascendencia en Estados Unidos.

—¿Qué sienten ustedes cuando se les pregunta qué es el sóftbol y cómo se juega?

(Montero) —Que es muy difícil salir de los deportes tradicionales en este país, como el fútbol o el básquet. Creo que el sóftbol podría tener un espacio más grande, se tendría que difundir más, que la gente lo conozca y eso serviría para sacar a los chicos de la calle, porque es muy lindo. Muchos pensarán que no es atractivo, pero te puedo asegurar que, si lo juegan, se van a encontrar con una sorpresa.

(Ojeda) —Nuestro deporte tiene una planificación que viene de hace años. En el 2010, con la formación del Enard, se armó una infraestructura de entrenamiento y se empezó a trabajar en juveniles. En esa categoría se ganaron dos mundiales y el mismo técnico fue el que se hizo cargo de la selección mayor. Trasladó esos procesos en 2015 y lo llevó adelante en la mayor. Dio sus frutos. Salimos campeones del mundo y de los Panamericanos en muy poco tiempo.

—Ustedes han sumado un deporte más en el que Argentina se da el gusto de ser campeón del mundo, ¿a quién les gustaría conocer?

(Montero) —En Lima tuve la suerte de conocer a Luis Scola, es un ejemplo de lo que hay que hacer para lograr los objetivos. El otro día vi un video de él con Luis Novaresio y la verdad es que no tiene desperdicio. Dijo muchas cosas que yo hice, quizás inconscientemente porque nadie me había dicho que debía hacerlo. Se vé que hay cuestiones que tienen que ver con los genes de quiénes quieren trascender en un deporte. Y en algo, aunque sea muy chiquitito, hice lo mismo que él, que es un monstruo.

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Más allá de que son amateurs ciento por ciento, la gran incógnita es la de saber si hay algún reconocimiento que llegue, aunque más no sea a destiempo, de la manera que fuere y si realmente sirve para justificar tanto esfuerzo que, evidentemente, se hace sólo por el amor al deporte, por las ansias de superación y en el caso de representar al país, por el orgullo de poner a Argentina en la cima de todo.

—Con la mano en el corazón, ¿ganaron algo de dinero?

(Ojeda) —Ganamos algo de dinero por ser campeones, pero no nos vamos a salvar ni mucho menos. Invertiremos en algún bate nuevo, pero no más que eso.

(Montero) —A todo deportista, por más que sea profesional o amateur, lo mueve el deseo de ganar. Me emociona mucho pensar en eso, porque no tenemos nada servido en bandeja, pasamos por situaciones que nadie las sabe.

—¿Por ejemplo?

—Te cuento la mía... Yo me rompí la rodilla en febrero de este año y estuve a punto de perderme todo... ¿Sabés lo que hacía?, me iba a trabajar en bicicleta para recuperarme y llegar en condiciones al inicio del entrenamiento más fuerte.... Cuando salimos campeones, una de las primeras llamadas fuer para mi médico. ¿Sabés lo que hizo?, ¡se largó a llorar pensando en todo lo que pasamos!.. Me emociono mucho con sólo recordarlo.

(Ojeda) —Cuando cantábamos el himno y veíamos la bandera celeste y blanca flameando, se nos ponía la piel de gallina. Llorábamos todos en la ceremonia de premiación porque sentíamos la camiseta. Por eso, nunca cambio la camiseta, porque es algo que me gané con mucho esfuerzo. Y todos pensamos así.

(Montero) —No te miento... ¡Estuve cinco horas respondiendo todos los mensaje que me llegaron desde el momento en que salimos campeones!... No abría las conversaciones porque no terminaba más. Y de pronto me encontró con gente que no veía desde hacía años, pero que en ese momento se sentía identificada conmigo y quería estar ahí, cerca... En la misma cancha, hice una videollamada con mis hijos apenas terminó el partido. Fue una de las cosas que me llevaré para siempre en lo más profundo de mi corazón.

(Ojeda) —Tuve la suerte de tener a mi familia en Praga y en Lima, junto a mí... Pero el recibimiento en Paraná fue tremendo. Me regalaron una bandera que está firmada por gente que no tengo la menor idea de quién es. Eso fue lo más emocionante... Y nos contaban que había gente que dejaba de ver el fútbol, porque justo se estaba jugando la Copa América, para ver el sóftbol. Todavía no caimos del todo, quizás eso nos lleve más tiempo. Pero una de las cosas que nos enorgullece es que, gracias a este esfuerzo y a este logro, provocamos que todos los argentinos piensen que hay otro deporte en el que somos los mejores del mundo.

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Y así fue el final, casi un monólogo. Se hacían imparables, como seguramente lo habrán sido en los escenarios de Praga y de Lima en el que les tocó actuar y donde llevaron la bandera argentina a lo más alto de la cima. Nadie les regaló nada. Hicieron de algo chiquito, casi desconocido para la gran mayoría de los argentinos, una verdadera epopeya. Ya nadie podrá decir que el sóftbol es un deporte que pasa desapercibido. De ahora en más, dirán que es otro en el que se produjo el gran milagro argentino. ¡Y vaya si lo fue!

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Una imagen tan espectacular como representativa, en la que sobran palabras. Fue el momento en el que Argentina se consagraba en República Checa, campeón del mundo.

Foto: Archivo El Litoral

El recuerdo a Luis Gudiño

El nombre de Luis Gudiño los hizo emocionar a los dos. “Luis fue un grande, él trabajó muchísimo por el sóftbol en Paraná, lo hacía mucho con las chicas, pero también colaboraba con los varones. En el ambiente del sóftbol, hablar de Luis Gudiño es mencionar a alguien que es inolvidable para cualquiera de nosotros”, se encargaron de decir, casi al unísono.

Gudiño trabajó en la sección Deportes de El Litoral hasta el día de su muerte y el sóftbol fue una de las actividades predilectas que desarrolló durante muchos años, generando esta clase de afecto y cosechando amistades que hoy lo recuerdan así, con gran cariño, admiración y agradecimiento.