Cacho Buenaventura

El humor como una liberación

El artista oriundo de Cruz del Eje vuelve de la mano de su “Buenaventura Show”: la cita será el martes 17, en Casino Santa Fe. Antes de su llegada, El Litoral conversó con él sobre el espectáculo, el humor, la vida cotidiana, Horacio Guarany y mucho más.

missing image file

Este show lo encuentra a Cacho “fresco, espontáneo, gracioso, contundente. Con una propuesta de juntarnos para estar contentos y reírnos un poco en defensa propia”.

Foto: Gentileza producción

 

Ignacio Andrés Amarillo

[email protected]

El martes 17 de septiembre, en Casino Santa Fe (Dique 1 del Puerto), se presentará Cacho Buenaventura de la mano de su “Buenaventura Show”. Las entradas anticipadas se pueden comprar en el Casino a 150 pesos a través de Tienda Plus. El Litoral dialogó con el artista de Cruz del Eje para meterse en su particular dinámica humorística y su visión de algunos compañeros de andanzas.

Celebrar la vida

—Volvés a Santa Fe después de un año con este “Buenaventura Show”. Aunque es conocido para mucha gente, ¿cómo se lo contarías al que no lo vio?

—Creo que esta es la mejor versión mía. Este “Buenaventura Show” me encuentra en un momento (en lo personal, lo emocional, lo afectivo, lo artístico) que debe ser uno de los mejores: fresco, espontáneo, gracioso, contundente. Con una propuesta de juntarnos para estar contentos y reírnos un poco en defensa propia. Que sea lindo estar vivo, porque hay algunas caras que vos ves y decís “este debe estar enculado de haber amanecido con vida” (risas); ya aumentó la nafta, todo es problema.

Mi mamá decía que amanecer con vida es ganancia, entonces nos hacía dormir la siesta, entonces amanecíamos dos veces. Agradecíamos la comida, y mucha polenta: creo que comí polenta para dos o tres vidas (risas). El tipo que duerme en una cama cómoda, que tiene una ducha de agua con temperatura agradable, desayuna y sabe que al mediodía va a almorzar, a la tarde va a merendar y a la noche va a cenar, anda enculado, deprimido, bajoneado; que se preocupe porque un chico o un viejo está desayunando y no sabe cuál va a ser su próxima comida. ¿Con qué derecho andás con esa cara?

Entonces me sale esto de juntarnos a estar contentos. La idea es que te rías como si no te vieras, y llega un momento en que ya no sabés de qué te reís: ése es el momento en que te convertís en protagonista: la gente canta, baila, no quieren que me vaya.

Hacerse tiempo

—Tenés algo de militancia o de pelea contra la locura cotidiana, de bajar un cambio.

—Claro que sí. Estuve con mi cuerpo y mi alma en situaciones de mucho riesgo: me dieron la extremaunción, en la segunda de cinco pancreatitis que tuve, tengo isquemias en algunas arterias. ¿Vas a esperar a que te pase lo que me pasó a mí para relajarte? Por ahí vienen y me dicen: “Sos medio tranquilo”; y sí, “Si yo tengo fiado”. Hay tipos que se doctoraron, son expertos en temas, y resulta que les pagan por su tiempo. A mí no: yo si quiero voy y si no quiero no; si me gusta me quedo me levanto y me voy. Si quiero me voy a mi casa. Estoy medio a tierra. ¿Podés creer que un negro de Cruz del Eje sea alérgico a la tierra? (risas).

Cuando vos salís y le decís a esta gente... tampoco es como consejo, porque no soy ni muy sabio ni muy viejo, creo. Yo te recuerdo cosas que vos sabés y en algún momento te olvidaste por correr detrás de un mejor televisor, de un mejor zapato, un mejor celular. No, macho: tenés que priorizarte vos, en eso tenés que ser un poco egoísta. Cuando te privilegiás vos, te privilegiás para la gente que querés y te quiere, incluyendo a tus amigos; aunque mi mujer dice que mis amigos no sirven ni para mal ejemplo (risas). Le digo: “Pero bueno, tenemos parientes peores que mis amigos” (risas). De eso se trata, es en defensa propia: es una propuesta muy liviana, muy rica y espontánea.

Yo digo que alguna gente hasta se baña para venir a verme: no hace falta, nadie te va a andar oliendo. Mirá lo que hace la gente: se baña y se pone una linda ropa para venir a verme. Bueno, gracias, yo también me baño para que nos encontremos y la pasemos bien. Pero la idea es que vos también te puedas juntar en el fondo de tu casa, con tus familia y tus amigos del barrio, del club; hacer una guitarreada, un asado, una picada, tomar una sopa, unos mates.

Locura sana

—Que lo aprendan con vos y lo lleven para todos los días.

—Claro. Viste que a todos lados vas rápido, llegás y tener que hacer cola, te hacen un corralito con unas cintas amarillas y rojas, por donde vos tenés que ir como ganado; yo me voy. En el banco me mandaron a depositar plata en un cajero electrónico, le dije: “¿Por qué no me ayudás? Si yo aprendo no me mandás acá. No me metás en un corralito, si yo no vengo a pedir plata, vengo a traer”. “Eh Cachito...”. “Ahora no quiero aprender, ahora hacelo vos”. Ahora me ven y me preguntan: “¿Va a depositar? Venga”. Cuando aprendan todos el homebanking ese empleado no va a estar más (risas).

De eso se trata: de generarse un poco esa locura que me inculcó mi padre para que pueda ser libre.

—Cuando uno ya se pudo reír, aunque sea de estas situaciones, cambió la mirada.

—Y claro: cuando vos te reís de semejantes boludeces decís: ¿De qué me voy a encular mañana? Porque me tocaron bocina en el semáforo apenas se pone verde?. ¿Qué le pasa a ese tipo? Ahora, si yo estuviera atrás haría “tii” también; “tii tii tii”, porque yo estoy más loco que él. Es una propuesta muy fácil, casi elemental, pero es necesaria: no creo que te cures de esto, pero te libera del falso prejuicio: “¿Por qué no me voy a reír solo en algún lado?”.

—Eso te va a salvar.

—Claro, te lo digo yo que me hice estudios de próstata por tacto: hay que salir de eso con la frente en alto (risas). No querés ir: “Ahí va el hombrecito de la casa, el machito” (risas). Es una joda, ahora se puede hacer por sangre y con una ecografía, pero los médicos insisten, qué guachos.

Compañeros

—Te traigo un nombre de Santa Fe muy vinculado con vos: Horacio Guarany, con el que compartiste mucho. ¿Qué recuerdos tenés de su figura?

—Los mejores recuerdos. Tuve la suerte de ser amigo de don Horacio Guarany, hicimos temporada juntos en Carlos Paz. En muchas giras él me proponía: “Tiene que venir Cacho Buenaventura acá”. En algunos lados no me sugería, me imponía: “O vengo con Cacho Buenaventura o no vengo”. Y no fuimos (risas). Un tipo admirable, porque con semejante trayectoria, con semejantes recursos, tenía esa parte de humanidad que cuando se demoraba a tomar un vinito le salían esas cosas tan lindas que le habitaban el alma.

Tengo la suerte de que pasaron 43 años de que me decidí a ser artista no solo para acostarme tarde, si no también para comunicarme con la gente, para mezclarme con ellos, para dejarles algo. Hoy para algunos artistas el reconocimiento, el éxito o la fama son demasiado prematuros, y no lo soportan (o algunos son insoportables). Tengo la suerte de haber estado con grandes así como Los Fronterizos, Gerardo López, Los Tucu Tucu, Los Chalchaleros. Estas situaciones de toallas negras, de frutas exóticas atrás del escenario me resultan muy graciosas.

Tengo el mejor recuerdo de mi amistad con Horacio. Inclusive él me dijo un día que tenía que escribir un libro: “Si escribí yo ‘El loco de la guerra’ cómo no vas a escribir todas estas historias que contás vos”. Así que ahora me ha pinchado eso de la posibilidad de escribir un libro. Espero que no se enoje el dueño cuando le escriba el libro (risas).

—Otro artista que defendés por su mirada y su forma de hacer humor es José Luis Serrano, con su personaje de Doña Jovita.

—Un amigazo. Yo soy amigo de la vieja Jovita, y hace poco tiempo que empecé a ser amigo de José Luis. Me comunicaba más fácil con Jovita que con él. Ahora empecé a juntarme más con José Luis Serrano, a hablar más. Tenemos muchas coincidencias, más de las que me imaginaba, porque tenemos el mismo paisaje, la misma tonada, los mismos sabores y aromas. Es una excelente persona, gran artista y muy buen amigo.