llegan cartas

Ejemplos

Miguel Ángel Reguera

Mientras esperan el colectivo, una madre ensimismada en las aventuras digitales de su teléfono celular, ignora o disimula el hecho de que su hijo está escribiendo una pared vecina. En otro lado de la ciudad un padre castiga con golpes a su hijo porque ha recibido un llamado de la escuela advirtiéndole del mal comportamiento del menor. El golpe enseña a golpear, y el que ignora enseña a ignorar. La desaprensión, la violencia o la falta de atención recibidas, son el preludio del desamor en un adulto. ¿Cómo querer, si no hay quien nos enseñe a querer? ¿Cómo amar a ese padre o madre, que nunca nos acarició la cabeza, secó nuestras lágrimas o contuvo nuestros miedos con un abrazo infinito? Escribió Jean Jacques Rousseau, en su libro Emilio o de la Educación: “Es menester hacer que imiten los niños los actos cuyo hábito queremos que contraigan, pues que en su edad nada todavía siente su corazón, mientras llega el tiempo de que por discernimiento y amor del bien puedan hacerlos”. El 11 de septiembre invita a reflexionar acerca de la función del maestro y a pensar que todos tenemos la función de educar a nuestros niños (y, ¿por qué no?, también a los adultos), que esperan ejemplos a seguir para encontrar el placer de sentir el noble orgullo que se encuentra en el cumplimiento de sus obligaciones. Todos los que estén a la altura de las responsabilidades que la vida les pone por delante son “los maestros de la vida” que quiero para mi comunidad, ya sean políticos, artistas, deportistas, vecinos, empresarios, comunicadores, religiosos y más aun, si son docentes. Quiero una legión de maestros que merezcan recibir un “feliz día” y como educador, a los que todavía no llegaron a ser “maestros”, les digo que pueden hacerlo, que se animen, que la sonrisa de un niño o el abrazo de un adulto los estará esperando para decirles con ello: “Gracias por tu ejemplo, por darme alas, por romper mis cadenas y enseñarme que puedo elegir mis propios caminos hacia mi felicidad personal, respetando la dignidad de aquellos con los que convivo democráticamente y que también tienen derecho a la búsqueda de su felicidad”.