Tribuna política

Corrupción: una plaga que deberíamos dejar de padecer

Eduardo Duhalde

No hay, ni habrá salida a los problemas que tenemos como país, si no afrontamos “su” problema principal que es la corrupción. Esta inquietud no es algo nuevo en mí. Siempre me preocupó el flagelo de la corrupción, y desde los diferentes cargos que me tocó desempeñar en la política traté de combatirla.

La crisis moral es uno de los grandes males que sacude a la humanidad en su totalidad y la Argentina no está excluida. Bajo esta forma de ver la realidad durante mi mandato como vicepresidente primero de la Cámara de Diputados de la Nación presenté un proyecto de ley para la creación de un Consejo para la Moralización de las Actividades Estatales. Años después, desde el cargo de vicepresidente de la Nación, impulsé la concreción de la Comisión para la Recuperación Ética de la Sociedad y el Estado.

Desgraciadamente ninguno de los proyectos llegó a aprobarse, pero aún estaríamos a tiempo, ya que la problemática que les dio vida aún está vigente y sólo faltaría que la dirigencia se decida, y de una vez por todas vote leyes acorde con las que sugiere Transparency International.

Ya como gobernador de la provincia de Buenos Aires, y para no ser sorprendido en mi propia administración por este tipo de fenómenos, impulsé el Decreto 4041/96, donde se dejaba expresamente a salvo la potestad del Poder Ejecutivo para revocar en sede administrativa cuando se comprobare la existencia de graves irregularidades que hubiesen posibilitado la obtención indebida de ventajas por parte del cocontratante.

Cuando viajo para dar alguna charla o participar de algún congreso internacional, suelen preguntarme por qué la Argentina, con la capacidad que tiene, está como está. Y la respuesta que me surge es casi parecida a la que dije frente a los periodistas en el año 2000, cuando era Senador: “somos una dirigencia de mierda en la que me incluyo. Éste es mi pensamiento. Y la gente dice cosas peores de nosotros: nos llaman corruptos, delincuentes, incapaces, mediocres, vendepatrias... Todos los calificativos que usted quiera. Esto es lo que la gente piensa de la clase política”.

En 2004, Peter Eigen, fundador de Transparency International, advirtió en su libro “Las redes de la corrupción - La sociedad civil contra los abusos de poder”: “La corrupción es un vicio capital de nuestra época que muestra su desagradable rostro en todas partes. Se halla en la raíz misma de casi todos los problemas importantes, o al menos impide su resolución, y actúa de manera especialmente devastadora en las regiones más pobres del mundo, donde mantiene atrapados a millones de seres humanos en la miseria, la pobreza, la enfermedad, la explotación y brutales conflictos”.

Estoy convencido de que debemos retomar tradiciones y valores que hemos descuidado o incluso abandonado. Escuchamos permanentes promesas de luchar para erradicar la corrupción, pero lo cierto es que hemos terminado en un sistema muy parecido a la cleptocracia.

Estamos por iniciar un nuevo ciclo de nuestra vida institucional y considero que el verdadero desafío para las autoridades será desterrar definitivamente la problemática de la corrupción, tanto en la sociedad como en el Estado. Difícil si, imposible nunca.

“Somos una dirigencia de mierda en la que me incluyo. Éste es mi pensamiento. Y la gente dice cosas peores de nosotros: nos llaman corruptos, delincuentes, incapaces, mediocres, vendepatrias... Todos los calificativos que usted quiera. Esto es lo que la gente piensa de la clase política”.