PANCHO FERRARO, EL HOMBRE QUE DEFENDIÓ A PABLO LAVALLÉN...

“Vignatti cambió para bien”

El secretario deportivo (o “colaborador deportivo” como le gusta que le digan) avaló al entrenador después de dos partidos en los que la dirigencia quería desplazarlo: Huracán e Independiente. Y ahí apareció la figura del ex técnico para poner paños fríos. La palabra de un hombre al que Vignatti buscó porque lo respeta como a muy pocos.

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Sabalero por adopción. Llegó en silencio y construyó un plantel y una campaña históricas, que marcaron un punto de inflexión en Colón. A partir de ahí es justificado ídolo, y hoy está cerca de marcar otro hito, nuevamente junto a Vignatti.

Foto: Luis Cetraro

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Asunción del Paraguay)

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No le quise preguntar nunca más, a Pancho Ferraro, que explique por qué se fue aquella vez de Colón, después de haber conseguido el subcampeonato. El hombre tiene sus códigos, los respeta, no los vulnera. Nunca fue contundente. Y eso que le habré hecho diez entrevistas después de que se fue. Cuando volvió no fue lo mismo. Pero ese retorno, esa segunda vez, no mancilla todo lo que consiguió en la primera. Porque si hubo alguien que catapultó a Colón, ese hombre fue Francisco Ferraro. Y hoy, en este momento de tanta expectativa por conseguir la gloria, otra vez aparece en escena y con un protagonismo clave.

“Me acuerdo que llegué un martes, el miércoles el profesor Olivera, el viernes Heraldo Ainstein y el lunes jugamos contra Español. Ese equipo de 1996 se armó así, casi sobre la marcha. El último partido del año lo jugamos en Buenos Aires contra Huracán y ganamos con un gol de Rodríguez Peña. Al día siguiente se fue con Ariel, mi hijo, a Necochea a buscar lugar para la pretemporada y así arrancamos el 97, que fue el gran año”. A Pancho se le iluminan los ojos cuando habla de aquél equipo de Leo Díaz, Ibarra, Medero, Rodríguez Peña, Unali, Aquino, Castagno Suárez, Saralegui, Uliambre, Castillo, Fuertes, entre otros.

—¿Qué le dijo Vignatti cuando lo fue a buscar?

—¡Ni me habló de pelear arriba...! Nosotros no teníamos lugar de trabajo, no sabíamos si entrenábamos en una plaza, en un ejército o en un hospital. Hasta que conseguimos el SAT y parecía el paraíso... Fue un plantel bárbaro. Y el tema de la gente... Lo que pasa ahora no me extraña.

—¿Por qué?

—Porque me acuerdo de que iban 5 ó 6 mil personas a cada partido... ¿Te acordás del loro de Pancho?... Un día no se lo dejaron entrar en cancha de Lanús y lo dejó en un café... A mí me emociona cuando estoy en el palco con mi señora y la gente empieza a cantar. Se me hace un nudo en la garganta.

—¿Usted pensaba en que se iba a llegar a este momento cuando Vignatti lo fue a buscar?

—Yo no me quería desligar del fútbol porque me quiero morir en el fútbol. Yo quería ser colaborador deportivo o coordinador. En Chacarita estuve dos meses, no me gustaron algunas cosas y me fui. Después fui a Español, me dijeron que vaya los días que quería a trabajar con Pedro Catalano y el Puma Rodríguez, hasta que Clide Díaz me dijo que no había presupuesto y me fui. Daba charlas. Y un día me llama Vignatti. Yo había dicho en un programa de Roberto Rinaldi que se emite a las 0 los domingos por radio Belgrano que no sonaba mi teléfono. Y sonó con él del otro lado. A los dos días me reuní y ahí me dijo que lo tuteara... Yo nunca lo había tuteado... Lo que pasa es que Vignatti cambió. Y cambió para bien. Le pedí que me esperara 20 días porque mi señora se hacía un estudio. Y me dijo que sí, porque quería mi confianza, que esté al lado de él, de los jugadores, del cuerpo técnico... Me emocionó... Ni hablamos de campeonato ni nada por el estilo.

—En Belo Horizonte le pregunté a Patricio Fleming por aquel famoso partido ante Huracán, cuando Lavallén había perdido la confianza de los dirigentes. Y él reconoció que usted fue clave para que el técnico siguiera. ¿Fue así?

—Es que estoy para eso. Los dirigentes citaron a una reunión al día siguiente de ese partido y opiné lo que pensaba. No estaba fácil, ni ese día ni el día del partido con Independiente. Yo voy al predio todos los días y cuando llego, el cuerpo técnico ya está trabajando una hora y pico antes del entrenamiento. Yo saludo a todos, veo las prácticas y te lo juro que no hay improvisación, hay trabajo. Entonces, cuando vos ves eso, no podés pensar en otra cosa que no sea que esas cosas van a salir bien. Sentí en esos momentos que había que apaciguar las aguas. La edad me ha enseñado muchas cosas, entre ellas a tener equilibrio.

—Bilardo, Menotti, Pekerman, Tocalli y Ferraro son los cinco campeones del mundo que tiene Argentina...

—...En la Afa, están los cinco cuadros y se agregó también a Batista y a Bielsa, que son campeones olímpicos. Y debajo de cada cuadro, el plantel que cada uno formó.

—¿Cómo ubica este momento de Colón teniendo en cuenta que fue campeón del mundo con la juvenil, que Ulloa le ofreció un contrato de por vida cuando estaba en Gimnasia de Jujuy y que en Colón lo quieren tanto?

—Es hermoso porque yo no caí hace dos meses al club. Yo volví después de haber pasado dos años bárbaros. Quizás los jóvenes no me tengan presente, pero la gente grande me para, me saluda en los restaurantes y aún la gente de Unión viene y me felicita. Eso lo valoro y me emociona...

—¿Por qué lo defendió tanto a Lavallén?

—Porque lo veo trabajar, es un tipo serio y capaz. Además, tiene bien unido al plantel, hay tres o cuatro jugadores que predican lo que quiere el técnico y el resto lo va mirando.

—Pero estaba discutido en su momento y pocos lo “bancaban”, por no decir casi nadie...

—Siempre está el run run cuando los resultados no se dan. El técnico se da cuenta cuando no le llega al jugador, cuando advierte que el clima no es bueno y no hace falta que venga el presidente y le diga que el domingo se va si pierde. El primero en darse cuenta es el entrenador cuando ve que no le llega al jugador.

—Recuerdo cuando lo trajo a Cristian Castillo, supo domarlo y usted repetía a los cuatro vientos que lo trataba como si fuese su hijo...

—A él le gustaba salir... Una vez lo vinieron a buscar de Portugal, había 5 millones de dólares para Colón y 3 para él. Le pregunté si se iba y me dijo que no. Le pregunté por qué y me dijo que no, porque en Colón era ídolo. Y que se iba a ir a un equipo grande y a la selección. Al poco tiempo suena el teléfono de mi pieza en el hotel y era el profesor Pizzarotti, que estaba con Passarella. Me vino a ver y le dije la verdad: que era un jugador bárbaro, que se mataba en el entrenamiento, que no tomaba, que no se drogaba, que no se escapaba de la concentración, pero que le gustaba salir. Me preguntó si se iba a cortar el pelo y yo le dije que gil no era. Y a los pocos días fue a la selección... Me encantó dirigirlo. Lo quería como a un hijo.

—¿Se van con el título de vuelta a Santa Fe?

—Es lo que más deseo. Por Colón, por su gente, por el sacrificio que están haciendo y por esas demostraciones de amor que me dan y que nunca se terminan.

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Charla de café. Pancho Ferraro habla y la mesa de Café con Fútbol (el tradicional programa de C&D) escucha con atención. Una voz autorizada por pasado y presente en Colón.

Foto: Luis Cetraro

“Antes, José era muy cerrado”

Hay dos entrenadores, en estos más de 25 años de actuación dirigencial de Vignatti, que lograron “domarlo”, entenderlo y a los que defendió siempre. Uno fue el Patón Bauza; el otro, Pancho Ferraro.

—Usted sabe, Pancho, que cuando Vignatti echaba a los entrenadores siempre decíamos que tenía que buscarlo a usted, porque a usted no lo iba a echar fácilmente...

—Te cuento algo de lo que pasó la primera vez. Faltaban cinco partidos para el final del torneo en el 97, se estaba jugando la Copa América y le dije a José que me iba al final del torneo. Él se sorprendió y me preguntó por qué. Los periodistas pensaban que era un problema económico y te puedo asegurar que Vignatti había puesto todo a disposición... Me decía que no viniese el martes, sino el jueves... Y que vaya a Santa Fe en avión... Y me ponía el cheque en blanco para que le coloque la cifra... Y yo le dije que no, que el fútbol no era eso, que el problema era otro y que no se lo iba a decir.

—Entonces, ¿qué hizo?

—Me pidió que mantuviese el secreto... Y le repetía cada semana que me iba, que no me quedaba... Nos fuimos diez o doce días a Córdoba a una mini pretemporada. Yo me quedé callado, tal como me lo pidió, pero el lunes previo al partido con Huracán, dije que me iba en una conferencia de prensa. Ganamos 3 a 2 y clasificamos segundos y para jugar la Conmebol.

—Usted dijo en la charla que Vignatti había cambiado. ¿En qué lo nota?

—Se ríe, me llama por teléfono, me pregunta seguido cómo está el plantel... Está mas dado... Antes era muy cerrado. Te cumplía en todo, pero era muy cerrado. Me habla de su vida, de cómo comenzó... Yo no sé si es la edad, que nos sinceramos más y nos emocionamos... Pero es así.

—¿Está más humano?

—Si te gusta la expresión, la acepto... A veces me llama al mediodía del domingo, me pregunta qué estoy haciendo y cuando le digo que me estoy por ir con mi mujer a almorzar, me dice que a eso de las 6 de la tarde me vaya a la casa a charlar con él. Y eso a mí me encanta que suceda.

“A Acevedo le puse el ejemplo de Pedro Uliambre”

—¿Qué reacción tuvo después del partido del sábado, por la derrota y por los insultos a Lucas Acevedo?

—Esto que te voy a contar no me lo pide Pablo, son cosas mías. Hablé con dos jugadores. Le dije a Farioli que en cinco meses cambió para bien. Antes era un chico que hablaba y las palabras pasaban de largo. Hoy no. El otro día jugó con personalidad.

—¿El otro fue Acevedo?

—Sí, el otro fue Acevedo. Le puse el ejemplo de Pedro Uliambre. Me dolió mucho lo del sábado, la gente tiene el derecho de expresarse pero yo lo veo todos los días y es un jugador que suma, que termina el entrenamiento y se va solo a trabajar su cuerpo en un gimnasio. Entonces, me dio mucha pena que lo hayan tratado de esa manera.

—¿Qué le contó de Uliambre?

—Que aquella vez no lo quería nadie y le dije a los dirigentes que me lo dejen seis meses. Y en ese lapso, Pedro le ganó a la gente, al periodismo y a José. Y Vignatti le hizo contrato. Y un día, en la mitad de la cancha, vino corriendo y me dijo que había arreglado contrato... Me quería contar cuánto había arreglado y yo le dije que no, que no me interesaba, que eso se lo había ganado él y le pedí que siga en la misma senda. Y ese ejemplo se lo di a Lucas. Pedrito es un fenómeno.