Agustina Mai
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Siguiendo el ejemplo de Francia y Uruguay, pretende formar un equipo con médicos que sepan lengua de señas y contar con intérpretes y mediadores entre el personal del hospital y los pacientes sordos.
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“No se trata de atención a la sordera, sino de una atención adaptada a las personas sordas, con un equipo de médicos que manejan la lengua de señas, intérpretes y mediadores entre las personas oyentes y las sordas para garantizar el acceso a la salud de estas últimas”. Así resumió el psiquiatra francés Alexis Karacostas el proyecto que busca implementar el hospital Iturraspe, una política de accesibilidad que en Francia ya cumplió 20 años (Ver Francia, pionera) y que en la Argentina es inédita.
“Estamos dando los primeros pasos para visibilizar una problemática que el sistema de salud desconoce: el acceso a la salud de la comunidad sorda. Nuestro objetivo máximo es constituir una unidad de atención especial en el Iturraspe, como las que funcionan en Francia o en Uruguay”, contó a El Litoral Joaquín Gorrochategui, presidente del Consejo de Administración del nosocomio.
El año pasado, integrantes de la Asociación de Sordos de Santa Fe (Asorsafe), de un proyecto de extensión de la UNL y del Iturraspe formaron un espacio de discusión y trabajo para concretar una experiencia inédita en el país: que el hospital cuente con médicos que manejen la lengua de señas, además de intérpretes y mediadores para hacer posible la comprensión entre los pacientes sordos y el personal del nosocomio.
Puente cultural
La semana pasada visitaron la ciudad el psiquiatra Karacostas, uno de los impulsores de esta política en Francia, y la mediadora Ximena Basigalupo, que trabaja en la policlínica de Montevideo, donde desde 2012 se desempeña un equipo de 11 profesionales que manejan lengua de señas, cuatro intérpretes y dos mediadores. Uruguay es el único país de Latinoamérica que lleva adelante esta iniciativa.
“Mi trabajo es ayudar a la comprensión cuando el médico, que sabe lengua de señas, no se puede comunicar porque, por ejemplo, hay diferentes niveles de lengua o algún obstáculo que no permite la comunicación”, explicó la joven sorda, que hace de “puente cultural” entre el paciente y el profesional de la salud.
Desde que Montevideo cuenta con esta unidad especial, las personas sordas ganaron en autonomía —por primera vez pueden ir solos al médico y no necesitan ser acompañados por un familiar que haga de intérprete—, comodidad y privacidad a la hora de ir al consultorio. “Cuando un sordo se encuentra con un profesional que no sabe lengua de señas, tiene miedo, se siente incómodo, tiene dificultades para expresarse y para comprender. En cambio, si el médico maneja la lengua de señas, se produce identificación y mayor comodidad. Para los sordos fue una gran experiencia porque, por primera vez, pudieron comunicarse con el médico y comprender qué les estaba pasando, de qué se trataba el diagnóstico o cómo debían realizar un tratamiento”, comparó Basigalupo.
Superar barreras
Fernanda Olmos, miembro de Asorsafe e instructora de lengua de señas, enumeró los principales obstáculos con que se topan las personas sordas en un hospital. “Acá en Santa Fe hay un gran problema de acceso a la salud: desde pedir un turno hasta hacer fila donde no corresponde, con la consiguiente pérdida de tiempo que esto implica, son algunas barreras que todas las personas sordas enfrentamos alguna vez. Todos vivimos lo mismo y muchas veces se termina frustrando la visita al médico”.
En la ciudad hay 10 intérpretes de lengua de señas, quienes a pedido de la persona sorda, pueden acompañarla a hacer un trámite o al médico. Pero esta modalidad tampoco garantiza el éxito de la comprensión. “El intérprete conoce tanto del sistema de salud o del hospital como el sordo, entonces muchas veces son dos personas perdidas y desorientadas. Además, una característica del intérprete es que no puede tomar decisiones, comentar o preguntar, sino que sólo interpreta lo que la persona sorda dice a través de la lengua de señas, de la manera más neutral y fiel posible”, explicó Olmos.
Por eso es clave la figura del mediador en las unidades de atención a personas sordas. “El mediador es un puente cultural entre el sordo y el oyente: puede preguntar, pedirle al médico que vuelva a explicar algo, solicitar más información, corroborar que el paciente haya comprendido el diagnóstico y/o el tratamiento, etc.”, explicó la mediadora uruguaya acerca de su trabajo.
"Cuando un sordo se encuentra con un profesional que no sabe lengua de señas, tiene miedo, se siente incómodo, tiene dificultades para expresarse y para comprender. En cambio, si el médico maneja la lengua de señas, se produce identificación y mayor comodidad. Para los sordos fue una gran experiencia porque, por primera vez, pudieron comunicarse con el médico”. Ximena Basigalupo Mediadora sorda en la Policlínica de Montevideo
" En Francia, el éxito de la Unidad de Atención a Sordos fue absoluto e inmediato. Las autoridades reconocieron una necesidad y un problema real, por lo que fue creciendo el presupuesto y la cantidad de gente empleada en esta unidad, en la que hoy trabajan 15 personas, entre ellas una persona sorda dentro del laboratorio”. Alexis Karacostas Psiquiatra del hospital Pitié Salpêtrière
El dato Saber comunicarse La última obstetra que se incorporó a la Maternidad del Iturraspe conoce la lengua de señas. “Es un paso fundamental. Ahora estamos buscando un médico generalista que sepa lengua de señas”, señaló el presidente del Consejo de Administración del hospital. Asimismo, desde Asorsafe señalaron que la comunidad sorda de Paraná está expectante a esta iniciativa local. “Si se llega a crear una unidad de atención con médicos que sepan lengua de señas, van a venir personas sordas de otras provincias porque es una necesidad imperiosa”, adelantó Fernanda Olmos.
13.000 consultas al año realizan las personas sordas en la Unidad de Información y de Cuidados de Sordos del hospital parisino Pitié Salpêtrière.
Francia, pionera Cuando en los ‘90, los medios de comunicación empezaron a hablar de VIH (virus de inmunodeficiencia humana) y sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), los médicos franceses notaron que las personas sordas quedaban fuera de las campañas de prevención y había una mala comunicación que atentaba contra los diagnósticos y tratamientos. “El sida fue un pretexto para investigar la situación de los sordos en relación a la salud, la educación, la justicia y el trabajo, entre otros aspectos”, indicó —en un castellano perfecto— el psiquiatra francés Alexis Karacostas, quien desde la década del ‘80 venía advirtiendo sobre las dificultades que enfrentaban los profesionales de la salud mental en la atención a personas sordas: incomprensión del porqué estaban internadas, errores de diagnóstico e internaciones cuatro veces más extensas que el resto de las personas. Entre 1996 y 1998, las autoridades francesas llevaron adelante un diagnóstico sobre la realidad de los sordos. Como resultado, se plantearon 115 propuestas para reformar la situación de estas personas. Una de ellas establecía el “derecho a una terapia adaptada”. “Si bien se trata de un principio general, por primera vez se reconocía la necesidad de cambiar el modo de atención”, aclaró Karacostas. En este marco, se abrió —de manera experimental— la primera unidad de atención a sordos en el hospital Pitié Salpêtrière de París, en 1995. Karacostas formó parte del equipo fundador, del que también participaban médicos que manejaban lengua de señas, trabajadoras sociales, intérpretes y mediadores que hacían de nexo entre los pacientes sordos y los profesionales de la salud. “El éxito fue absoluto e inmediato. Las autoridades reconocieron una necesidad y un problema real, por lo que fue creciendo el presupuesto y la cantidad de gente empleada en esta unidad, en la que hoy trabajan 15 personas, entre ellas una persona sorda dentro del laboratorio”, detalló el psiquiatra. En 2002 se crearon otras 10 unidades en diferentes ciudades de Francia y actualmente hay 17 en todo el país.