Por Martín Francisco Elizalde*
Por Martín Francisco Elizalde*
Télam
La red social Twitter anunció que va a extremar las medidas de seguridad en su arquitectura de modo de hacerla más resistente a los usuarios que se valen de ella para hostigar, difamar, amenazar a otros, o incluso realizar y alentar actos de terrorismo. ¿Qué hizo o, más bien, qué hará?
Para frenar las cuentas abusivas (léase, las que desparraman odio y mentiras por la red) la red social está desarrollando una estrategia para “identificar a usuarios que han sido suspendidos con frecuencia para evitar que creen nuevas cuentas”. Twitter está trabajando en una “búsqueda más segura” que remueva tuits con contenidos potencialmente sensibles, así como publicaciones provenientes de cuentas bloqueadas. También identificarán y desestimarán las respuestas a tweets que sean potencialmente abusivas.
Más allá de las buenas intenciones, no cabe duda de que en la empresa están preocupados por la responsabilidad que les puede caber en caso de comprobarse, en juicios, perjuicios económicos y morales derivados de los tuits abusivos. De allí a pagar fortunas en indemnizaciones no hay mucho recorrido, sobre todo en sociedades litigantes como las actuales. Entonces, aparece como trasfondo de estas acciones tan loables la cuestión de la responsabilidad de la red, que es bastante compleja y excede los límites de este artículo. Sin embargo, vale la pena recordar que hay básicamente dos posturas: la de la responsabilidad objetiva, es decir que Twitter (o cualquier otra red social, Facebook por ejemplo) puede llegar a tener un grado de responsabilidad por los contenidos posteados por sus usuario de por sí, sólo por la presunta “peligrosidad” que conlleva su uso, y la de la responsabilidad subjetiva, que exige un grado de intencionalidad por parte de la red en el evento dañoso, por ejemplo, cuando se le señaló expresamente el contenido agraviante o delictivo y nada hizo para eliminarlo.
El peligro de la autoridad
Digamos que alguna mujer, mexicano, árabe, musulmán, inmigrante, emigrante, juez, miembros díscolos del gobierno federal, la Sra. Clinton, el Sr. Obama, los miembros, adherentes y simpatizantes del Partido Demócrata, miembros de la Comunidad Europea, australianos (esos en general) fuere escaldado por el Sr. Trump, y solicita el bloqueo de su cuenta pero la red nada hiciera. Lo cierto es que adherir a un posición dogmática objetiva puede llevar a sus partidarios a un curso de colisión con la libertad de expresión. Twitter no es el redactor del periódico gráfico que tiene la posibilidad de “filtrar” lo que publica. Twitter conduce por su estructura en la web a millones de contenidos que son subidos por sus usuarios sin posibilidad humana de revisión previa. No vayamos a terminar facilitando a una autoridad que sanciona sistemáticamente, sin orden ni proceso judicial alguno, a la red social. Sería como alentar a gobiernos como los de China, Irán, Venezuela y en alguna medida Rusia a seguir adelante con sus tropelías online.
En definitiva, nadie exige ni espera que el correo postal, las telefónicas o cualquier otro servicio de comunicaciones que trabaje sobre una red de operaciones garantice la inocencia de las conversaciones, las líneas escritas, los mensajes de texto y hasta el contenido de los paquetes que son transportados y distribuidos en cada red que estos servicios usen para conectar a sus clientes. Esa suerte de inmunidad podría extenderse a las redes sociales respecto de comportamientos antijurídicos de los cuales no tienen conocimiento. Ese bien podría ser el límite de la inmunidad: cuando conocen el contenido dañino, deben actuar. Caso contrario, la responsabilidad en la que incurren sería graduada de acuerdo a la gravedad de los daños causados por ese obrar culposo. El requisito de la subjetividad se habría cumplido y la participación de un juez garantiza los derechos de cada uno de los involucrados, el de libertad de expresión gratamente incluido.
(*) Abogado especialista en tecnología y socio de la empresa en investigación forense informática Foresenics.