Juliano Salierno
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“Sé que él la maltrataba, le pegaba, pero ella nunca hizo la denuncia”, declaró la hermana de Cristina Sandoval. Cinco de sus seis hijos abandonaron la casa porque no se llevaban bien con el concubino.
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La jueza Sandra Valenti dictó este viernes la prisión preventiva para Pedro Antonio Toledo, el hombre de 38 años acusado por el crimen de su ex pareja, Cristina Sandoval (41), ocurrido el martes por la madrugada, en una vivienda del barrio Scarafía.
La medida privativa de la libertad para Toledo fue solicitada por el fiscal de homicidios, Gonzalo Iglesias, quien tras una minuciosa descripción de los hechos, lo acusó por los delitos de “homicidio calificado por el uso de arma de fuego, agravado por el vínculo y por femicidio”. También le atribuyó el intento de homicidio de uno de los testigos que acudió a la casa de calle Arzeno al 7300 apenas se oyó el disparo; y por último, le endilgó la portación de arma de fuego de uso civil.
En tanto, el defensor público Rodolfo Mingarini descartó que estuviera acreditado que su pupilo fuera el autor del disparo y se mostró contrariado ante la trascendencia pública que tomó la versión, en la que Toledo dijo a la policía que había sido un suicidio. “No tiene sentido que mi defendido vuelva a referirse al tema, porque puede contradecirse o perjudicarse, por eso no va a declarar”, lo justificó.
Disparo fallido
Para el Ministerio Público de la Acusación la investigación se inició alrededor de las dos de la mañana del martes 18 de abril, en una vivienda ubicada en un pasillo, a unos 30 metros de calle Arzeno al 7300 en la vereda oeste. Allí se encontraba la víctima, que cuidaba de tres niños, hijos de una vecina.
A esa hora y en ese lugar, fue visto Toledo con un arma calibre 3,65 mm oxidada, según confirmaron los principales testigos, entre los que se encuentra su hermano Aldo y un amigo de este último, que fue a quien el principal acusado intentó ejecutar cuando trató de ir en busca de auxilio.
“Sacala para afuera”, le habría dicho Toledo al amigo de su hermano, que pretendía que retiraran el cuerpo de la mujer agonizando por una ventana. Como el destinatario del mensaje no hizo caso e intentó salir en busca de ayuda, Toledo le habría gatillado el arma, pero el disparo ésta vez no salió.
“Se ahogaba”
“Pedro estaba reduro” (drogado), dijo después el muchacho, que regresaba de su trabajo y paró a tomar una cerveza en la esquina con el hermano de Toledo y un tal Marquitos, cuando se escuchó el estampido.
Un instante después vieron a Toledo aparecer por el pasillo pidiendo ayuda y con un arma en la mano. Los tres ingresaron a la vivienda y al parecer movieron el cuerpo desde uno de los dormitorios hasta la cocina, que fue donde la encontró el personal del servicio médico. “Ella estaba boqueando, como que se ahogaba con la sangre”, dijo uno de los testigos que intentó asistirla. Cuando llegó la policía Toledo ya no estaba.
La víctima ingresó al hospital Cullen a las 2.45 con una herida de arma de fuego en el parietal derecho y producto de la autopsia se supo que su cuerpo presentaba numerosos hematomas en ambos brazos, al parecer de una feroz golpiza previa al crimen. Falleció a las 7 de la mañana del mismo día a causa de la grave lesión, y su ex pareja, Toledo, se entregó por la tarde en la Sección Homicidios de la Policía de Investigaciones.
“Nunca hizo la denuncia”
Para comprender el contexto en el que se habría producido el hecho, el fiscal Iglesias reprodujo varios de los testimonios de familiares y vecinos, que son coincidentes en las repetidas peleas y ambiente de violencia en el que estaba inmersa la pareja.
Pedro “es celoso hasta de la sombra”, contó Mirta, una hermana de la víctima. “Sé que él la maltrataba, le pegaba, pero ella nunca hizo la denuncia”, se lamentó la mujer, que fue una de las primeras en llegar cuando uno de los chicos que estaban a su cuidado corrió hasta su casa para avisarles de la tragedia.
Una vecina contó que Pedro y Cristina se peleaban todos los días; dijo que al principio llamaban a la policía, pero que dejaron de llamar a pedido de la propia mujer. “Cuando llegaba la policía, ella salía y les decía que no pasaba nada y a los vecinos nos decía que no nos metamos”, contó.
Es más, cinco de los seis hijos de Sandoval se fueron a vivir a la casa de sus abuelos en otra ciudad, porque no soportaban las constantes peleas y las golpizas que recibía su madre.