Carla Zita Zorzón
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El gravamen que impulsa el Gobierno nacional pretende disminuir el consumo de azúcares simples, vacías de calorías, que promueven obesidad. La radiografía nacional, obtenida por la OMS, estima que 6 de cada 10 adultos y 1 de cada 10 niños tienen sobrepeso. Aquí, una mirada desde la nutrición sobre las ventajas de la propuesta.
Carla Zita Zorzón
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Mientras redacta la letra chica de la reforma tributaria, el Gobierno nacional analiza gravar a las bebidas azucaradas con un impuesto mayor al actual. La medida, según vienen explicando fuentes gubernamentales, tiene como motivación una cuestión estrictamente vinculada a la salud, siguiendo recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) . Lo cierto es que, una vez que el tema ingrese al Congreso, se abrirá un debate intenso, que promete ser polémico y sobre el que ya pesan presiones y visiones enfrentadas.
Los lineamientos de esta propuesta se sostienen en tres pilares: el aumento de los impuestos internos tiene que ser gradual, se prevé aplicar en un plazo de 3 años; no se modificarán los impuestos para las bebidas que son endulzadas con jugos de fruta; y se establecerá un tope expresado en gramos para la cantidad de azúcar, a partir de la cual las bebidas quedan alcanzadas por el impuesto.
La radiografía nacional, obtenida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que 6 de cada 10 adultos y 1 de cada 10 niños tienen sobrepeso. Por lo que la entidad asume que hay una pandemia de obesidad. Sin embargo, esta enfermedad se tiene que entender como un problema sistémico que afecta a la sociedad y que tiene una relación muy estrecha con los contextos.
“Tiene que superar la mirada de los servicios de salud, ya que es un problema que no se va a resolver en los hospitales. Comenzar desde las políticas, los entornos, modos de vivir y de las posibilidades y alternativas que tienen las personas de consumir, son elementos clave para tratar de combatir este trastorno alimentario”, sostiene Celeste Nessier, Magister en Ciencias de la Nutrición y Coordinadora de la Licenciatura en Nutrición en la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF).
Según el último informe realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el 2016 (http://www.fao.org/3/a-i6747s.pdf), Argentina lidera la venta de productos azucarados y procesados. Esto, sumado a la insuficiente actividad física que realizan los individuos, deriva en un alto riesgo de padecer enfermedades como diabetes, obesidad e hipertensión. “Las bebidas azucaradas están asociadas a estas enfermedades, porque contienen azúcares simples que no son imprescindibles en términos nutricionales. También, son las denominadas portadoras de calorías vacías, porque no aportan vitaminas ni minerales, sólo dan energía”, explica la nutricionista.
Consumo
Se recomienda que un adulto consuma de azúcar hasta un del 10% de las calorías totales (basándose en una dieta de 2000 kcal). Aunque en una dieta óptima, el máximo recomendado es de un 5 %, lo que equivale a 25 gramos al día o 6 cucharaditas de azúcar.
Una lata de gaseosa del tamaño estándar de 330 ml contiene el equivalente a 9 cucharaditas de azúcar, es decir más de la cantidad diaria óptima recomendada por la OMS. “Hay evidencia de que el consumo de una botella diaria de gaseosa en los niños aumenta un 60% la probabilidad de obesidad y un 25% de tener diabetes. Sólo con el consumo de gaseosas, no se contempla la ingesta de otros tipos de azúcares que se consumen diariamente con los alimentos”, aseveró la coordinadora titular de la UCSF.
un dato a tener en cuenta es que sólo el 5% de las elecciones alimentarias son racionales; por lo general, le hacemos caso al deseo, al marketing, a la cultura o las costumbres. Todo esto determina la construcción de un hábito alimentario que no solamente se basa en información. “Los estudios demuestran que la población conoce lo que es una alimentación saludable pero no lo traduce en sus prácticas de consumo. Pero las prácticas son muy difíciles de llevar adelante, por eso se hace hincapié en entornos que promuevan comportamientos u opciones saludables”, afirma Nessier, que comenta que según las Guías Alimentarias para la Población Argentina estos productos deben ser de consumo ocasional. La idea es que se reduzca la cantidad y la frecuencia con la que se consumen, no tiene que ver con la prohibición del producto.
Iniciativas en el mundo
Esta iniciativa instaló muchos debates en el país, generando argumentos a favor y en contra. En la actualidad, el impuesto a gravar bebidas azucaradas está internacionalizado. Hay mas de 30 países que ya gravan gaseosas.
A nivel regional, el caso más ejemplificador es el de México. El Instituto Nacional de Salud Pública de ese país, estima que el consumo per cápita de bebidas endulzadas con azúcar fue 11% más bajo a junio de 2016, que entre 2007 y 2013, período previo al impuesto.
¿Será eficaz la medida?
La OMS la posiciona como una herramienta eficaz de salud pública cuando el impuesto alcanza el 20%. Para saber si esta política fiscal será eficaz, tendrá que responder los siguientes cuatro puntos:
- La alta respuesta de los consumidores y los productores al precio —esto en términos económicos se llama elasticidad de precio—: para que la política fiscal tenga buen impacto esta elasticidad tiene que ser alta, es decir que la cantidad de consumo tiene que ser relativamente mayor, respecto a la variación del precio.
- Diseño de la política y los mecanismos de control: resulta interesante ver qué se hacen con estos ingresos en favor de la promoción de la salud. Por ejemplo en México lo recaudado por el impuesto se emplea para la prevención y tratamiento de la obesidad y en el acceso a agua segura en las escuelas.
- Legitimidad de las instituciones: los ciudadanos podrán defender y comprender mejor cuando valoren el destino de lo recaudado.
- Claridad en los productos sustitutos: estas sustituciones tienen que ser saludables y no derivar en el consumo de un producto que puede resultar en un factor de riesgo por no ser saludable.
Celeste Nessier en Arriba Santa Fe