Redacción de El Litoral
La película de Alfred Hitchcock cumple 75 años desde su estreno. Trata sobre un criminal que se esconde en un pueblo y las sospechas que empiezan a surgir en su sobrina. Está considerado como uno de los trabajos más sólidos del inglés, en la etapa previa a “Vértigo”, “Intriga internacional” y “Psicosis”, que marcaron su consagración.
Redacción de El Litoral
Formado en tiempos del cine mudo, Alfred Hitchcock sabía de sobra que una sola toma bien diseñada era capaz de mucho más que mil palabras. Por eso en “La sombra de una duda” (“Shadow of a Doubt”, 1943) una de las escenas iniciales, aquella del tren que llega hasta el pequeño pueblo de Santa Rosa con el tío Charlie a bordo, funciona como síntesis de toda la película. El humo espeso de la locomotora, que envuelve al personaje encarnado por Joseph Cotten, señala que junto a él llega la oscuridad, la bruma, la desconfianza. Algo que irá cobrando forma a lo largo de la película.
Rodada por Hitchcock tres años después de su arribo a Estados Unidos con la oscarizada “Rebeca, una mujer inolvidable” (1940) y estrenada el 15 de enero de 1943, hace 75 años, “La sombra de una duda” es considerada una de las mejores obras de la etapa previa a la consagración del director, en los ‘50. El guión lo escribió su esposa, Alma Reville, junto a Thornton Wilder, quien realizó un aporte muy valorado por el propio “Hitch”.
Universal Pictures proveyó al director de un elenco versátil, encabezado por Cotten y Teresa Wright, pero con secundarios tan curtidos como Henry Travers, Hume Cronyn y Wallace Ford, quienes realizan aportes consistentes. La sinopsis es la siguiente: hasta la casa de sus familiares, en el pequeño pueblo de Santa Rosa, llega el tío Charlie, un criminal que viaja, al que la Justicia va pisando los talones. Su sobrina, también llamada Charlie, a pesar de que no sabe nada de sus actividades, no tardará en sospechar que su tío es el misterioso asesino de viudas al que la policía anda buscando.
Los grises
Es probable que la contribución de Joseph Cotten a la historia del cine no haya sido valorada en su justa medida. Lo cierto es que secundó brillantemente a Orson Welles en “El ciudadano”, protagonizó “El tercer hombre” de Carol Reed, trabajó junto a Marilyn Monroe en “Niágara” y realiza una pequeña pero gravitante intervención en “Cuando el destino nos alcance”, clásico de ciencia ficción de principios de los ’70 que critica los efectos de la contaminación del medio ambiente. En “La sombra de una duda”, una buena parte del efecto dramático recae sobre su interpretación y se gesta a partir de la química que logra con la joven Teresa Wright. El villano que compone Cotten está lleno de contradicciones, lo que lo coloca a la altura de los mejores “malos” del cine. Ama a su sobrina, pero sabe a la vez que sus presentimientos lo ponen en peligro. También sabe que debe controlarse ante ciertos estímulos para no exponerse, pero no lo puede hacer.
Una parte del diálogo que mantienen Truffaut y Hitchcock demuestra hasta qué punto el director era consciente del peso de los personajes bien delineados en el resultado final de la película. “ ‘La sombra de una duda’ es, con ‘Psicosis’, una de sus raras películas en la que el personaje principal es el malo y el público simpatiza mucho con él, probablemente porque no se le ve nunca asesinando a las viudas...”, le comenta el francés. Y el inglés le replica: “Probablemente, y además es un asesino idealista. Forma parte de esos asesinos que sienten en ellos una misión de destrucción. Puede que las viudas mereciesen lo que les ocurría, pero no era asunto suyo hacerlo. En la película se plantea un juicio moral, ¿verdad?, ya que Cotten es destruido al final, aunque sea accidentalmente, por su sobrina. Esto equivale a decir que no todos los malos son negros ni todos los héroes son blancos. Hay grises en todas partes”.