Ivana Fux
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Bonfatti opinó que es una “torpeza política” introducir en el debate público la reelección del actual mandatario. Lifschitz dijo que si es un obstáculo, renuncia a esa aspiración. Elaborarán borradores, mientras buscan consenso con otras fuerzas partidarias.
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Choripanes y vino. Ése fue el menú con el que el gobernador Miguel Lifschitz recibió anoche en esta ciudad a los senadores y diputados del Frente Progresista. Los legisladores habían sido convocados a través de un breve texto que envió el ministro de Gobierno Pablo Farías con un tema excluyente: debatir la viabilidad de la reforma de la Constitución. La invitación llegó después de que el gobernador anunciara el viernes en un acto público en Rosario, que remitiría a la Legislatura el proyecto para declarar la necesidad de la reforma. Todos desconocían -aseguran- el contenido de aquel discurso, y sólo se enteraron de lo que Lifschitz diría cuando comenzó a hablar. Anoticiarse de ese modo de la decisión política y convocar luego a discutirla fue uno de los aspectos que produjeron incomodidad en algunos de los presentes. Una anacronía. Aún así, casi todos dieron el presente. Sólo faltó el radical Alejandro Boscarol que ya se había manifestado contrario a la decisión de Lifschitz a través de las redes sociales, y un par de legisladores más que se encontraban de viaje. Farías también estuvo, y el vicegobernador.
Eduardo Di Pollina - Diputado Socialista.
Pan y vino
La conversación comenzó con una exposición de Lifschitz acerca de la necesidad de encarar el proceso de reforma como desafío para el futuro del Frente Progresista, y con la posibilidad de incorporar la reelección del gobernador. Hubo numerosos avales a esa postura, sobre todo, de dirigentes radicales pertenecientes a Neo, como Jorge Henn, Felipe Michlig y Lisandro Enrico. “Si es un obstáculo, yo me excluyo”, aclaró de todos modos el gobernador, a sabiendas de las diferencias que existen en su propio partido.
Otros dos legisladores de la UCR -Julián Galdeano y Santiago Mascheroni- reclamaron una discusión a nivel institucional de los partidos políticos, que permita garantizar los consensos necesarios, sobre la base -incluso- de algunos borradores de reforma que fueron ensayados en otros tiempos.
Desde el socialismo, Rubén Galassi sugirió un debate más abierto, de cara a la sociedad, sin ceñirlo estrictamente a las fuerzas partidarias. Eduardo Di Pollina advirtió que no se puede dar “un tratamiento exprés” a un tema de semejante envergadura; y sobre el punto más urticante, recordó que históricamente el partido Socialista ha tenido una postura reformista, incluso con reelección, pero excluyendo al gobernador de turno. “Es una cuestión de ética; sería violar la Constitución por la que juró”, disparó. Ello le valió un contrapunto con el senador por La Capital, Miguel González, y la recomendación de Joaquín (Popi) Blanco de dejar de lado “posiciones tan rígidas”.
Antonio Bonfatti tampoco eludió el punto neurálgico de la discusión, y consideró que estratégicamente era “una gran torpeza política” introducir en el debate público la eventual reelección del actual mandatario; dijo que ello podía hasta desencadenar el fracaso del proceso de reforma. Como se sabe, en declaraciones periodísticas, Lifschitz había sincerado tiempo atrás su aspiración de ser reelecto, siempre que la Constitución se lo permitiese. Y poco después en diálogo con El Litoral, Bonfatti opinaba que ello era “relativo”, y que en última instancia, eso “lo decidirían los convencionales constituyentes”.
Sin postre
Lifschitz concedió anoche que ni la reforma ni la discusión pública pueden agotarse y concentrarse en la reelección del gobernador. Así, sobre la base de sinceramientos y posiciones aclaradas, se convino intentar avanzar con la reforma. La intención es explorar el tema, elaborar un anteproyecto y ponerlo a consideración de todas las fuerzas partidarias, incluso, de la oposición. Los plazos y pasos a seguir se determinarán en función de esos potenciales consensos. Lifschitz ya anticipó públicamente que es su intención enviar el mensaje a la Legislatura antes del 1 de mayo. Pero ello dependerá de los acuerdos. La comida -que muchos continuaron en bares contiguos al lugar de encuentro-, terminó sin postre. La reunión política, con algunos aplausos.