Enrique Cruz (h)
Después de un flojísimo primer tiempo, apareció el interminable Polaco, uno de los factores clave de una victoria exagerada en las cifras pero incuestionable en la justicia y legitimidad.
Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Bahía Blanca)
Nunca mejor el uso de aquella frase: “Viejos son los trapos”. En ese jugador veterano, guerrero de tantas batallas, que parecen pesarle ya los años y los dolores cuando se lo ve correr, Colón —o Domínguez— tuvo la solución. La floja imagen, carente de brillo, sin explosión ni sorpresa del primer tiempo, fue mutando desde el mismo comienzo del segundo tiempo para definir el partido por una diferencia impensada. Domínguez echó mano al viejo Polaco y lo puso en lugar de Guanca. Sacó un volante de juego, con mentalidad ofensiva, para poner un volante defensivo. Y el equipo fue otra cosa. Porque además, Bastía hizo lo que el resto no pudo: metió una pelota de gol y participó en el inicio de la jugada de los otros dos. O sea que además de fuerza y empuje en el medio, como rueda de auxilio de Fritzler, aportó la claridad que el resto no tuvo o no pudo darle al equipo. Así, en un abrir y cerrar de ojos, Colón definió con claridad un partido que no se veía tan accesible en el primer tiempo. Y todo fue en un lapso de 20 ó 25 minutos, nada más.
En este ejercicio de analizar a Colón, se repiten indefectiblemente defectos y virtudes. En los últimos siete partidos, a Colón sólo le hicieron un gol y fue en contra (Ortiz en el clásico). Esa eficacia defensiva, esa fortaleza para cuidar su arco, es el gran estandarte. Y también se puede hablar de la practicidad para capitalizar lo poco que se crea arriba. ¿Cómo le ganó Colón a Newell’s?, con una ráfaga de 20 minutos de buen juego en el segundo tiempo y una pelota quieta de Ortiz. ¿Cómo le ganó Colón a Zamora?, con un córner que cabeceó Conti. Y así podemos seguir el recuento de partidos en los que, mostrando poco juego, igual Colón logró resultados en base a eficacia en las dos áreas.
Muchos entrenadores, a lo largo de la historia, han repetido otro viejo axioma del fútbol: “Hay que cuidar el cero en nuestro arco”. Chocolate por la noticia. Es lo ideal. Y hasta reconozco que, generalmente, los equipos que salen campeones son aquellos a los que menos goles les hacen. Y la sensación que deja este Colón de Domínguez es ésa. No sale a defenderse, pero lo mejor que hace es defenderse. Pone un equipo ofensivo y lo que menos hace es atacar. Y cuando mete un cambio “defensivo” (Bastía por Guanca), clava tres goles en un ratito y gana con una claridad —y de visitante— que cuesta mucho explicar.
El Colón del primer tiempo fue insulso, inexpresivo, no llegó nunca al arco de Carranza y si no fuera por una tapada fenomenal de Alexander Domínguez a Telechea, se hubiese ido en desventaja al descanso. El Colón del segundo tiempo, una vez que se acomodó al nuevo esquema, fue otra cosa. Práctico y contundente, sin lucimiento pero con una gran eficacia, coronó una victoria inobjetable y justa, aunque algo exagerada en las cifras finales.
Domínguez no es un técnico defensivo, porque si así fuere, no tendría un plantel con tanta gente del medio hacia arriba como para buscar y encontrar titulares y una identidad de juego. Del medio hacia atrás, el rendimiento es óptimo. Del medio hacia adelante, todo cuesta el doble o el triple. No hay una idea definida de juego, tampoco hay seguridades. Es cierto que no contribuyen demasiado los jugadores, porque si todos aportasen lo que, con regularidad, brindan Correa o este Bastía que entró para cambiar la historia, seguramente Domínguez vería allanado el camino y se disiparían sus dudas. Pero aún hoy está en la búsqueda de una fisonomía de juego que no se observa con claridad, aunque en ese camino y en esa búsqueda ha encontrado resultados. Muchos de ellos con la defensa como gran estandarte.
Cuando este técnico llegó a Santa Fe, encontró rápidamente un equipo y un funcionamiento. Colón supo rápidamente cómo y a qué debía jugar. Aquél clásico de los goles de Ortiz y Garnier fueron el punto de partida. Y la buena campaña desembocó en un objetivo que en el arranque aparecía como lejano: la Sudamericana. Este plantel es superior en cantidad y también en calidad. Se fue Poblete pero llegó Fritzler, el arquero responde y del medio hacia arriba tiene jugadores de sobra para intentar lo que no encuentra: más fútbol y una línea de juego que todavía no aparece.
Sus grandes logros se dieron del medio hacia atrás. “Los equipos se arman de atrás hacia adelante”, dice otro axioma futbolero. Colón está armado del medio hacia atrás, pero tarda en conseguir lo mismo a la hora de armar juego y de concretar. Manteniendo el arco en cero hay muchas chances de conseguir buenos resultados. Y allí radica el gran mérito de este equipo, más allá de que el 3 a 0 ante Olimpo se haya fundamentado en la practicidad de un segundo tiempo en el que la mejoría fue notoria. Desde el ingreso del inoxidable Bastía.
BAJO LA LUPA
ALEXANDER DOMÍNGUEZ (7).- Sobrio como siempre y vital en el primer tiempo, cuando le tapó un mano a mano a Telechea que fue clave. Transmite total seguridad.
TOLEDO (6).- Se proyectó mucho y por momentos bien al ataque. Algunos problemas en la marca en el primer tiempo, pero trató de hacer pie en un terreno con mucha agua en los sectores que transitó.
CONTI (6).- Bien como siempre, seguro y firme. Tuvo una jugada favorable en el primer tiempo, cuando cabeceó en el área rival pero por encima del travesaño.
ORTIZ (6).- Jugó condicionado por la amarilla, mantuvo un fuerte duelo con Vila pero le dio al equipo esa solidez a la que se ha acostumbrado el equipo y que parte de la dupla de marcadores centrales.
ESCOBAR (5).- El más flojo de los de atrás, con imprecisiones en la salida y aportando poco en gestión ofensiva.
BERNARDI (5).- Intermitente, con un mejor segundo tiempo y oportunista para picar la pelota por encima de la cabeza de Carranza en el tercer gol. Jugó siempre como volante por derecha.
FRITZLER (6).- No empezó bien parado en la cancha, pero de a poco fue encontrando el lugar y la eficacia para ser el equilibrio en el medio y una valla difícil de sortear para el rival.
GUANCA (4).- Muy pobre. No termina de acomodarse en el equipo, jugó abierto por izquierda, no supo utilizar su mejor perfil, escasa claridad y gravitación. Hizo méritos para salir reemplazado.
ALAN RUIZ (6).- Todavía sin cambio de ritmo, jugando al trotecito, pero se nota su jerarquía y su calidad. Tiene que animarse a patear más al arco. Lo hizo dos veces en el segundo tiempo y del rebote de uno de esos remates llegó el tercer gol. Falta que encuentre un socio.
CHANCALAY (5).- Más activo y entrando mucho en juego en el segundo tiempo, cuando se tiró como carrilero por izquierda. Hizo el sacrificio y en la jugada del segundo gol fue clave, metiendo un pase al medio justo para Correa.
CORREA (7).- Está “picante”, no perdona. En la jugada del primer gol, enganchó para adentro cuando tenía todo para rematar con la derecha y le pegó con mucha violencia y justeza con la zurda. Contundencia pura.
BASTÍA (7).- Jugador clave en el cambio de nivel que tuvo Colón de un tiempo al otro. Participó en los tres goles y le dio todo lo que el equipo necesitaba. Los contagió y para bien. Acierto de Domínguez en ponerlo y respuesta muy eficaz del viejo Polaco.
ESTIGARRIBIA.- Pocos minutos pero cerca del gol. Le pegó con el empeine zurdo y por arriba entrando solo por izquierda.
VERA.- Casi no entró en juego. El partido estaba definido cuando Domínguez lo puso por Correa.
“Le duele la garganta”
Eduardo Domínguez pasó raudamente y sólo atinó a pedir “disculpas” al paso cuando los periodistas nos encontrábamos hablando con Guillermo Ortiz en la zona mixta ubicada en el mítico estadio de básquet de Olimpo.
Iván Borghello, el nexo que eligió Domínguez para que trabaje con los dirigentes, explicó apenas terminado el partido que el entrenador rojinegro no iba a hablar porque “le duele la garganta”.
Se nota que el frío (hacía 18 grados en el momento del inicio del partido), algunos gritos y el viento hicieron estragos en la garganta de Domínguez. Cuando el plantel sabalero llegó a Bahía Blanca, el viernes a la tarde, había 37 grados de temperatura. Cuando arrancó el partido, había bajado 20 grados. Y además, como si todo esto fuera poco, llovió ininterrumpidamente desde las 12 de la noche del viernes hasta cuatro horas antes del cotejo.