Joaquín Fidalgo
La pena ya había sido acordada por las partes, en un juicio en el que se abreviaron los procedimientos. Se trata de otra larga historia de violencia de género que terminó en un femicidio.
Joaquín Fidalgo
El 12 de noviembre de 2016 Paola Guadalupe Gómez terminó siendo una menos. El suyo fue otro crimen que pudo evitarse, pero al igual que tantas veces, el sistema respondió con tibieza y miró para otro lado, hasta que fue demasiado tarde. Tenía 35 años cuando fue asesinada a cuchillazos ante la mirada de sus hijos, en su propia casa, en La Brava, localidad del departamento costero de San Javier. La mató su ex marido, Carlos Javier Vignatti, quien ahora fue condenado a prisión perpetua por un tribunal.
En un proceso en el que se abreviaron los procedimientos, los jueces Jorge Alberto Pegassano (presidente), Eduardo Andrés Pocoví y Nicolás Falkenberg, lo hallaron culpable, además de femicidio, de desobediencia de una orden judicial, atentado y resistencia a la autoridad calificados. La fiscal del MPA que intervino fue la doctora Rosana Marcolín y los abogados Alejandro Otte y Juan Sebastián Oroño por la querella.
Vignatti, productor rural de 39 años, nunca negó la autoría del hecho. Su propio abogado, Oscar Ferreiro, en el juicio, reconoció que no había otra pena posible, luego de calificar lo ocurrido como “un hecho trágico”, “muy doloroso y triste” en el que “se destruyó una familia”. Poco importa que, como sostuvo su defensor, el criminal tuviera un problema de adicción al alcohol y que haya estado 13 días borracho antes de cometer el asesinato.
Calvario
Según testigos, las penurias para Paola comenzaron prácticamente desde que conoció a Carlos. Desde entonces, se sucedieron los episodios de violencia. “Él era muy celoso. Siempre la acusaba de ser infiel”, recordó una tía de la víctima, cuyo testimonio fue leído en audiencia por la fiscal Marcolín.
Estos incidentes generaron varias denuncias, la primera de ellas en 2004, cuando él la sometió a una golpiza y la amenazó. “Lo que pasa es que se separaban, él se hacía el buenito un tiempo y ella le daba otra oportunidad”, se lamentó la mujer. Aseguró que su sobrina muchas veces tuvo que ir a refugiarse a su casa porque el imputado llegaba borracho y se ponía violento. Según su relato, la agarraba de los pelos y a las trompadas. Paola era maltratada psicológica y físicamente por Vignatti, que no era agresivo con otras personas.
Pero el último incidente, y el más grave hasta entonces, ocurrió el 31 de octubre de 2016. Eran las 23.45 cuando Vignatti llegó a la casa de su ex mujer. Estaba bajo los efectos del alcohol y poco le importó la orden de restricción que pesaba sobre él desde hacía un par de meses. La mujer alcanzó a encerrarse con llave, pero él no estaba dispuesto a rendirse, así que comenzó a destruir la puerta trasera del inmueble. Muy asustada, Paola alcanzó a escapar por una ventana antes de que su ex pareja haga añicos la abertura y entre en la vivienda con furia. Tuvo que esconderse en las inmediaciones hasta que el agresor dejó de buscarla.
Final anunciado
El 12 de noviembre de 2016, en horas de la tarde, Carlos Javier Vignatti llegó a caballo hasta la casa de su ex pareja y entró sin dudar. Una vecina que vio lo que pasaba y conocía la situación, dio aviso a la policía.
El hombre enfrentó a su ex mujer, que estaba con sus hijos. La increpó y nuevamente la acusó de mantener relaciones sentimentales o sexuales con otros hombres. Mientras le gritaba, dentro del dormitorio, él sacó un cuchillo de filosa y larga hoja (aproximadamente 40 centímetros) y comenzó a apuñalarla.
En vano, ella trató de defenderse con sus brazos, que terminaron con múltiples cortes. Tras las primeras estocadas él la apuñaló en el pecho y en la cabeza, y la degolló. Sus hijos, que vieron el ataque, escaparon y fueron a la subcomisaría local para pedir auxilio.
“Ya la maté”
Cuando los agentes llegaron a la escena, Vignatti se encontraba en el patio con una cuchilla en la cintura y la ropa ensangrentada. “¡Salgan de acá, acá no va a entrar nadie, ya está, ya la maté. Si alguien entra lo voy a matar!”, les gritó.
Cuando los uniformados se acercaron, el asesino trató de atacarlos con el arma blanca, pero ellos se defendieron a los golpes. El imputado, luego de algunos minutos, se entregó y fue reducido.
Cuando un equipo médico del Samco de San Javier pudo entrar a la vivienda, halló a Paola tirada en el piso y ya sin signos vitales.
“Hay que tenerle miedo”
“Estoy satisfecho. La verdad que yo no creía en la Justicia y hoy me atrevo a decir que se obró con justicia. Lo vivimos con mucha ansiedad, con mucho dolor, con expectativa y con miedo a lo que pudiera pasar”, manifestó Héctor Gómez, padre de Paola.
“Fueron 17 años de calvario -agregó-, de mala vida, de malos tratos, de promesas... Una vez la tuvo como secuestrada. Nosotros vivimos en San Javier y ella vivía en La Brava, a 28 kilómetros. Suena el teléfono y mi mujer se pone a llorar. Yo pensé lo peor y cuando se calmó me dijo ‘Paola, parece que le ha pegado y hace tres días que los vecinos no la ven’. Entonces agarré un remís, me fui y la busqué. La tenían como escondida. Me abrieron, me metí en la vivienda y me la traje. La hice revisar por el médico. Estaba toda golpeada”, recordó el padre tras la audiencia de juicio abreviado.
“Yo siempre pensé que mis hijos me iban a velar a mí y resulta que me salió al revés. Nunca pense que iba a velar una hija a los 35 años, siendo ella una buena mujer, que lo quiso, linda mujer, le dio dos hijos varones”, reflexionó.
“Paola trabajaba en distintas escuelas. En San Martín Norte, en Gobernador Crespo, en San Javier, en La Brava. Donde la llamaban, iba a hacer reemplazos. Tenía su auto, su moto. Ella tenía que trabajar porque él no le daba nada, un tipo con 200 hectáreas de campo, 200 vacas, no tenían una sábana para taparse o sea él era todo borrachera, todo joda con los amigos. Lo que ella hacía era para comer los hijos, para vestirse y demás”.
“Hicimos una marcha en La Brava y participaron muy pocos, porque ahí le tienen miedo a Vignatti. Temen perder el trabajo. Fue más gente de San Javier. Cuando mató a mi hija tuvo a la policía y a los vecinos como dos horas afuera, porque no se animaban a detenerlo. Se les subió al patrullero, lo puso en marcha. Menos mal que no le entró el cambio, porque sino los pasa por encima. O, sea hizo lo que quiso. Todos dicen que ‘si sale, hasta viejo hay que tenerle miedo, porque va a salir y nos va a matar a todos’. es un tipo temido”, concluyó.