Ignacio Andrés Amarillo
De la mano de “Sofá”, su tercer disco, la cantautora pasó por Santa Fe y conversó con El Litoral sobre su apuestas artísticas.
Ignacio Andrés Amarillo
El pasado 6 de julio, en La Mirage, la cantautora Silvina Moreno presentó las canciones de “Sofá”, su tercer disco y el primero para un sello major (Sony Music). Antes de pasar por el escenario santafesino, conversó con El Litoral sobre su formación, su presente artístico y sus expectativas.
Cruces y fusiones
—“Sofá” es tu tercer disco, una etapa de madurez artística. ¿Cómo fue el proceso de hacerlo?
—“Sofá” comprende un par de años de estar componiendo un montón. En el medio aparece Sony, que apostó a mi propuesta, lo cual fue un halago y un lujo. Así como me vieron apostaron, no quisieron cambiar nada. Me dijeron: “Componé mucho, va a ser un discazo. Vamos a hacer tres discos con vos por lo menos”.
Llegué a tener 80 ideas de canciones a lo largo de dos meses para llegar a las 12 finales, que las elegimos entre Sony, yo y el productor del disco, a recomendación de ellos, Eduardo Cabra, Visitante. Un lujo trabajar con todo este equipo de gente, estoy agradecida por la oportunidad.
A diferencia de “Mañana” y “Real”, es mi primer disco con un sello. Nunca le puse tanto trabajo de composición a un disco; siento que los dos primeros me prepararon para éste.
—Parece que Eduardo ayudó a mostrar tu fusión.
—Le aportó la mirada ecléctica. Es una persona que constantemente está buscando, es curioso, tiene el niño interno a flor de piel. Está constantemente explorando nuevos sonidos de distintos rincones del mundo. Entendió que yo venía por un lado de cantautora, siendo pop pero a la vez buscando un sonido ecléctico y más alternativo; con un poco más de profundidad que el pop comercial.
—El invitado (en “Frío en los pies”) es Kevin Johansen, que habló del “templadismo”, donde se incluía con Lisandro Aristimuño y Jorge Drexler, con quien te capacitaste. En parte, integrás esas ideas de fusión.
—Compartí escenario con Jorge, me encantaría coescribir o invitarlo a un disco. Hay muy buena onda con ellos. El tipo de carrera que ellos tienen es la que sueño con construir, a largo plazo. Más allá de que podamos tener estilos diferentes creo que el nombre cantautor nos define bastante, y para mí es un orgullo poder sentirme parte de ese grupo de artistas. Al único que no conozco es a Lisandro, pero tengo mucha gente en común con él. Es un mundo pequeño el del cantautor, así que nos vamos conociendo y apoyando mutuamente.
Formación
—Kevin y vos los une el haber pensado el primer disco de cada uno en Nueva York, y después volverse.
—Sí, lo charlamos. Yo estuve un año, el diez, pero es mucho más gringo que yo, considerando que nació en Alaska. Nueva York es una gran maestra, es una ciudad que te prepara para saber dar un show: ser un buen anfitrión del público para que se sienta como en casa. El show es lo que más me apasiona.
—En tu estancia en Berklee tomaste clases con Bobby McFerrin, un gran entertainer.
—Tiene un entrenamiento, una formación clásica y súper completa. Estudió toda su vida y se nota, utiliza la voz como un instrumento más. Es de los mejores cantantes del mundo. Y un entertainer, porque improvisa, no le tiene miedo a la espontaneidad, interactuar con el público.
—Te dijo que el derecho de piso no está mal.
—Es verdad (risas). El concepto de pagar derecho de piso (pay your dues) es muy real y así debe ser. Es verdad que si vos construís tu carrera en el tiempo, con los años, cuando van llegando las cosas las apreciás. Si todo lo bueno te viene de golpe, y por ahí no padeciste un poquito cargar tus amplificadores, tocar en escenarios malos, no tener un buen sonido, ensayar con músicos que no van, tener un mal hotel, hacer canciones que no te gustan, cuando llegan las buenas cosas no las sabés apreciar.
Esas cosas, aunque sean detalles, componen lo que es este camino. Valoro mucho cuando las cosas se hacen bien. Sigo aprendiendo, tratando de no pecar de ansiosa y entender que todavía hay mucho por delante.
Etapas
—Hay en este disco una apelación a una forma de hablar de antes, de volver a la infancia.
—Totalmente. En varias canciones me sale la niña interna, a reírse un poco de mí misma. Hay una canción que se llama justamente “Infancia”, pero “¿Será una estupidez?” es una Silvina libre, verborrágica, que cuenta sin filtro (como los niños) todo lo que soy. Kevin acompaña esto, tiene un sentido del humor muy fresco y muy propio de su niño, como Eduardo. Ellos me reviven eso.
—Entrás en la treintena. Desde ahí se ven las cosas un poco diferente. En “¿Será una estupidez?” decís: “Hice un video que un poco me avergüenza/rubia rodando en la cama/demasiado coqueta”. Es el video de “Ya lo entendí”, que no es tan viejo, tiene tres años.
—Ya sé (risas), pero era otra etapa. Tiene que pasar más tiempo (risas). Mi segundo disco me agarró en un año de la crisis de los 27, para mí es muy real. Emocionalmente, estaba muy desbordada, la ansiedad me estaba comiendo la capacidad de disfrute de todo. Fue un año muy duro, en el que me tropecé muchas veces.
No diría que estar rubia y dar una imagen tan pop fue un tropiezo, pero sí una prueba que me hice a mí misma. Cuando estuve mejor, más armada, dije: “No era por ahí, no hacía falta”. Fue una prueba previa a Sony, menos mal, porque si no hubiera sido mucho más difícil salir de ahí.
—Te eligieron a pesar de aquello.
—Tal cual. No me lo criticaron mucho, sólo me dijeron: “Nos gustás más orgánica, más natural, no hace falta que te vayas para el lado de estrella pop”.
Nuevos tiempos
—Ellos se juegan a sostener tu carrera en una época en que otros artistas apuestan a redes, aunque los que están en sellos también quieren estar.
—Siempre tuve claro que quería un sello, desde que arranqué quería pasar por la experiencia de trabajar con una compañía. Era cuestión de que suceda eventualmente. Pero cada camino es un mundo, no pienso que haya uno correcto ni que todos los artistas tengan que estar en un sello o que siempre haya que estar. Es diferente para cada uno, y uno arma equipo con lo que tiene en el momento y avanza de esa manera.
Hay que armar equipo porque como solista no se puede. Con los años, fui formando equipo: más que el sello para un artista es fundamental su propio equipo. Es tu autito, lo que te lleva y te contiene. Con el sello, uno va viendo sobre las necesidades que tiene, qué te pueden dar hoy contra lo que podían en los ’90 o los 2000.
—Entre 2001 y 2003 es el quiebre.
—Claro, con Napster. Hoy la realidad es muy diferente, lo sabemos, y es muy real que las redes sociales han pasado a tener un lugar protagónico, y nos ayudan muchísimo a traer un público.
En mi caso, Instagram ha sido en el último año la red social que me empujó a lograr un público nuevo, tanto en la Argentina como en otros países. Es un trabajo orgánico mío, de subir fotos y videos, de a poquito ir generando una fidelidad de un público muy cariñoso, que los veo en los shows: son reales (risas). Se convierten en tickets cortados.
Porvenir
—Ahora, te quedan dos discos más con esta compañía. ¿Hacia dónde se crece? Artísticamente, en cuanto a público, a otros destinos.
—Creo que hay una nueva era de cantautores latinos que están inspirando mucho respeto. Por las canciones: cuando la canción es sólida llega, más allá de la “vestimenta”, del género, si es urbano, folk, indie. Mi desafío hoy es seguir componiendo canciones que conecten, que sean sinceras, y seguir pelando mis capas de cebolla para encontrar verdades adentro mío y poder expresarlas.
A nivel artístico, estoy en esa búsqueda, no tengo idea de cómo va a ser el cuarto disco. Estoy justamente entrando en esa fase. No sé ni con quién lo voy a hacer. Está todo en el 2019, ya este año termino de cerrar este disco, y hay algunas ideas dando vueltas; pero estoy un poquito entregada a lo que tenga que venir, a lo que tenga que ser.
—¿Escribiste en este tiempo desde que salió “Sofá”, o sos de las que tienen que sentarse a escribir con la presión?
—Me estoy sentando en mis ratitos libres, pero estoy mucho más exigente que antes. Entonces no me permito avanzar, tengo una guillotina tremenda que me corta las ideas muy rápido; estoy aprendiendo a lidiar con eso. Cuando John Mayer vino a Berklee nos dijo: “Guarda con esa guillotina, uno no puede estar juzgando una idea apenas sale. Hay que poder sacarlas, dejarlas, volver y no juzgar tanto”.
Creo que para un próximo disco además de estar componiendo sola lo que me puede ayudar (que ya lo estoy haciendo) es cocomponer con otros artistas: cuando uno está acompañado ya es otra actitud, no es tan duro con sus ideas porque hay otra persona que acompaña y avala el proceso.
—¿Qué cosas sabés que querés hacer en algún momento?
—Me encantaría armar una gira por Latinoamérica: no tiene que ser todo seguido, pero sí un año sólido de tocar por las ciudades principales de la Argentina y de ahí salir a Chile, Uruguay, Colombia, Perú, Venezuela, México. Empezar a llevar mi propuesta a estos otros países latinos, ahí está el sueño hoy. Hay gente que me pregunta por Europa y Estados Unidos; sí, pero vamos por partes. Antes pensaba así: yo que viví en Estados Unidos quería que me vaya bien allá; pero soy argentina y latina, y me gustaría que primero me vaya bien en el lugar de donde soy. Así es más ordenado el camino.
Académica
—Uno asocia el Berklee College of Music a instrumentistas y músicos de jazz, pero no en cantautores, que deben formarse también.
—Hay de todo. Es como entrar a un hospital y pretender que adentro todos hagan lo mismo. No, tenés al recepcionista, al enfermero, al médico clínico, al que transporta las camillas, al anestesista. Dentro de Berklee, de cualquier ambiente académico musical, hay un montón de preferencias y talentos diferentes.
Allá vi gente que tenía total talento para ser manager y que no tocaba muy bien ningún instrumento, y nerds del estudio, que querían estar en el estudio todo el día aprendiendo a ser ingeniero de grabación. Y tenés el que quiere ser musicoterapeuta y trabajar con niños con discapacidades, o el que quiere ser un rockstar, el que quiere ser Slash, el que quiere ser el próximo Justin Bieber. Hay ochocientos colores y a Berklee le gusta esa paleta.
Cuando aceptan alumnos nuevos quieren diversidad, no tanto más de lo mismo. “Si venís de la Argentina, cantanos algo de allá”. Pensaba que tenía que impresionarlos con una canción de ellos. “No, impresionanos con tu lado exótico”. En Latinoamérica pasa, sos argentina y se te ponen a hablar de Spinetta, Cerati, Charly, porque venís de ahí.