Federico Aguer | [email protected]
Con la vuelta de las retenciones y la degradación del ministerio, el sistema productivo frena el impulso que traía, y ajusta los números hasta nuevo aviso.
Federico Aguer | [email protected]
En una sola semana, el campo sufrió una doble derrota histórica, que combinó la reimplantación de las retenciones con la pérdida de categoría de su Ministerio.
Respecto a lo primero, se trata de una medida de urgencia sin planificación alguna que, esta vez, le cabe a la generalidad del arco exportador, no sólo al campo; y que combina la cifra fija más un monto móvil que será mayor o menor de acuerdo a la cotización de la divisa norteamericana. En cuanto a lo segundo, un “maquillaje” que lejos de reducir el presupuesto al esquema burocrático, lo aumenta. Por un lado despiden a más de 500 trabajadores, y en paralelo crean un inédito cargo se “secretario de Gobierno”, para que los ministros devaluados sigan cobrando la misma dieta.
Luego de haber estado cubriendo para Campolitoral los piquetes del 2008 cuando muchos dirigentes del campo -que hoy ostentan importantes cargos de todo tipo- arengaban en contra de las retenciones y de su nefasto impacto en la producción, resulta sorprendente observar que con el advenimiento de la medida no hubo ninguna renuncia. Evidentemente, el ejercicio del poder cambia no sólo la mirada, sino lo que uno creía que eran convicciones.
De acá en más resta saber hasta dónde este gravamen ayudará a mitigar la tendencia deficitaria de la macroeconomía. Porque las retenciones ya fracasaron una y otra vez a lo largo de nuestra historia.
Hubiera estado bueno que la clase política acordara una quita similar en sus beneficios, para que el esfuerzo “patriótico” sea compartido, aunque más no sea a nivel simbólico.
El esquema del gasto desbordado sigue sin tocarse, y quienes trabajan y producen son quienes deben “tapar el agujero” una vez más. Ojalá sirva para apagar el fuego fiscal. Porque ahora que se juega en otra categoría, y habrá que olvidarse de clasificar para alguna copa, sólo de conformarse con no volver a irse al descenso.