Por Dra. Isabel Molinas
Por Dra. Isabel Molinas
Profesora, investigadora, gestora cultural y autora de textos críticos sobre arte y educación.
“Afinidades afectivas” es el título de la 33° Bienal de São Paulo, el mayor evento de arte contemporáneo de América Latina. A diferencia de años anteriores, en esta ocasión hay sólo un curador general. El español Gabriel Pérez-Barreiro es quien diseñó la propuesta y convocó a siete artistas para que propusieran siete exposiciones: el uruguayo Alejandro Cesarco, el español Antonio Ballester Moreno, la argentina Claudia Fontes, la sueca Karin Mamma Anderson, los brasileños Sofía Borges y Waltercio Caldas y la norteamericana, radicada en Nigeria, Wura-Natasha Ogunji. Cada uno de ellos presenta obra propia e invita a colegas con los que mantienen vínculos de trabajo, amistad o admiración. Esta modalidad está inspirada en el gesto fundacional de los artistas impresionistas que organizaban sus propias muestras con la mayor libertad técnica y conceptual.
Localizada en el Parque de Ibirapuera, en el histórico pabellón diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer en 1957, uno de los principales desafíos de cada bienal es el modo en el que las obras se relacionan con el espacio arquitectónico y con la la naturaleza exuberante que lo rodea. En una de las siete exposiciones colectivas de la actual edición, la primera que visitamos, Ballester Moreno presenta la obra titulada Vivan los campos libres. Con la participación de estudiantes de escuelas de São Paulo recrea una mancha inmensa de hongos de arcilla que dialoga con paneles con impresiones de árboles, plantas, estrellas, soles y lunas. Paisaje que conecta el interior con el exterior del predio y propone pensar que “somos creadores de nuestro propio mundo”.
Entre las obras de los “hermanos elegidos” a los que Ballester Moreno convoca, se encuentran trabajos del artista español Alberto Sánchez, conocido por haber participado de la Feria Internacional de Paris de 1937, para la cual Pablo Picasso pintó el Guernica. Cuentan que Sánchez era panadero y que sus esculturas parecían fabricadas con miga de pan. Bello encuentro, entonces, el de los hongos modelados por los niños y las obras nacidas del corazón de un artesano que aprendió a leer y escribir cuando era adolescente y les enseñó dibujo a los hijos de los españoles exiliados en Moscú durante la Guerra Civil Española.
Este sector del predio también incluye una colección de materiales didácticos de fines del siglo XIX y principios del XX, destinados a la Educación Inicial, y un herbario con dibujos que muestran la inmensa variedad de especies que habitan el parque. Naturaleza, historia, arquitectura, arte, cultura y educación confluyen en una muestra expandida que logra captar el interés de públicos diversos.
En la bienal de 2016, aproximadamente 900 mil personas visitaron el predio. Ese es el número en el que están pensando los organizadores de la edición que acaba de inaugurarse. Muchos de ellos serán estudiantes y docentes de las escuelas de la ciudad. Me emociona pensar en la fuerza movilizadora de las artes y en el impacto que ese número implica. 900 mil personas que asistirán a una bienal que pone en valor los lazos de amistad y que hace de las afinidades afectivas el eje de su propuesta.