Por Dra. Isabel Molinas
“Afinidades afectivas” es el título de la 33° Bienal de São Paulo, con curaduría del español Gabriel Pérez-Barreiro y la participación de siete artistas invitados que tienen a su cargo siete muestras colectivas. A ellas se suman doce presentaciones individuales, propuestas por el curador en jefe.
Por Dra. Isabel Molinas
Profesora, investigadora, gestora cultural y autora de textos críticos sobre arte y educación.
Como lo anticipamos en nuestro texto anterior, “Afinidades afectivas” es el título de la 33° Bienal de São Paulo, con curaduría del español Gabriel Pérez-Barreiro y la participación de siete artistas invitados que tienen a su cargo siete muestras colectivas. A ellas se suman doce presentaciones individuales, propuestas por el curador en jefe. En la integración del conjunto es clave el montaje realizado por el arquitecto Álvaro Razuk, quien imaginó un archipiélago de islas que permiten experimentar culturas diversas.
Una de las exposiciones más provocadoras es la de Sofía Borges, titulada “La infinita historia de las cosas o El fin de la tragedia del uno". Localizada en el primer piso del pabellón de la Bienal, en el inicio de la muestra observamos gigantografías de aborígenes del sur argentino. El espacio avanza a través de un laberinto de manuscritos, pinturas, esculturas e instalaciones que evocan imágenes mitológicas de diferentes orígenes. Algunos de los muros están cubiertos por cortinas de color azul y oro que recuerdan suntuosas salas de museo pero también nos advierten sobre la artificialidad de lo que vemos. Nos llama la atención el reenvío entre obras de las cuales se presentan original y copia en distintos espacios de la muestra.
Entre los artistas convocados se consigna la autoría de Leda Catunda, Ana Prata, Sarah Lucas, Jennifer Tee y Tunga. De otros sólo se incluye el nombre y de algunos no hay referencias. Al respecto, una cuestión interesante es la decisión de problematizar la autoría y destacar la importancia de la “obra en flujo”, es decir, la producción compartida que se activa en diferentes momentos de la exposición, con la participación de artistas que, incluso, pueden no formar parte de la propuesta inicial.
El conjunto es una gran orquestación que puede ser vista y comprendida como obra única, con un sentido similar al de los primeros relatos sobre los orígenes del hombre. Una reflexión sobre lo que permanece y lo que cambia en la significación de las imágenes. Una ocasión para imaginar mundos posibles a partir de las sensaciones que nuestro cuerpo perciba, más allá de la comprensión de un discurso. En tal sentido, una de escenas más bellas que registramos es una acción poética que podríamos describir como una performance coral en la que una joven ofrece un masaje a otra que como respuesta canta. La intensidad de la voz depende de la presión que ejercen las manos y del vínculo amoroso que se establece entre ambas. La escena es sostenida por las voces de los acólitos que las acompañan.
¿Cuál es el significado de la acción que describimos? ¿Es necesario explicarla? Sólo podríamos responder que fue una experiencia única en la que no sólo los artistas que participaron, de los cuales nunca supimos sus nombres, sino también los espectadores co-producimos una obra que contribuyó a transformar nuestra mirada sobre el aquí y el ahora del arte contemporáneo.
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Arte Expandido es el espacio de opinión de la Dra. Isabel Molinas en el que se narran relatos sobre arte contemporáneo, gestión cultural y curaduría. Encontrala todas las semanas en El Litoral.