Ignacio Andrés Amarillo
La agrupación rosarina vuelva para presentar la segunda entrega de su adaptación orquestal de la música del celebrado artista. Será este domingo, en el Teatro Municipal, con formación ampliada y una gran puesta visual. Bruno Moreno, pianista y arreglador, le explicó a El Litoral sobre las particularidades del concierto.
Ignacio Andrés Amarillo
El domingo a las 21, la banda rosarina Música para Volar regresa a la Sala Mayor del Teatro Municipal “1º de Mayo” con su show “Cerati sinfónico II: la nave vuelve a partir”. El proyecto está integrado por José Matteucci, en batería y voz, Alexis Thompson, en guitarra, Julieta Sciasci, en bajo y Bruno Moreno en piano, quien además se encargó de componer los arreglos para orquesta y coro. Estarán acompañados por músicos sinfónicos rosarino y el coro Ars Nova de Santa Fe, además de una especial puesta visual.
Las entradas están en venta a un valor de: plateas y palcos, 650 pesos; tertulias numeradas, 550 pesos; tertulias laterales y gradas, 450 pesos; paraíso, 400 pesos.
Antes del nuevo desembarco, El Litoral dialogó con Moreno sobre cómo fue el proceso creativo del espectáculo.
Renovación
—¿Qué cosas cambiaron para esta segunda relectura sinfónica de la obra de Cerati?
—Cambió un poco el orgánico de la orquesta: hay instrumentos nuevos que no habíamos usado en la primera, están en proporciones distintas, por lo tanto la coloratura, el timbre de algunos arreglos está afectado por eso. También cambió la lista de temas casi por completo: permanecen algunos que por la respuesta del público y cómo salían los dejamos, pero son dos o tres.
Siempre teniendo en cuenta de hacer un repertorio que dé cuenta de todas esas facetas que tenía él como compositor: era muy rico, muy ecléctico. Incluso en el “Sinfónico I” nos percatamos que faltaban cosas: no había ningún tema del primer Soda Stereo más bailable y cómico en algunas letras; incorporamos eso.
En el formato de hacer música más de cámara hay nuevas combinaciones de instrumentos, y un diseño visual de pantallas y luces pensado especialmente para la ocasión. A diferencia del otro, que se fue construyendo a lo largo de los recitales, este fue pensado desde el comienzo, y creo que logra una mejor organicidad.
—¿Cómo es tu proceso para abordar una canción y pensar en su instrumentación?
—Es un trabajo muy intenso. A veces uno elige la canción y después la descarta porque no pudo hacer el arreglo, o al revés: se te ocurre el arreglo y por eso elegís la canción. Uno mientras va trabajando el material se le va develando. Por lo que uno lee o escucha es lo común en un acto creativo, que el material se devele en el hacer.
Si bien no tengo un método, traté de respetar la armonía y la forma de las canciones. Me acordaba de una anécdota de Atahualpa Yupanqui, donde alguien le dice: “Maestro, le hice un arreglo a su canción”. Y él le contesta: “¿Qué, la vio rota?” (risas). Los arregladores tenemos que tener presente la composición original, no para respetarla por una cuestión sagrada, sino para que el arreglo no la traicione.
—No ir a contramano de la obra.
—Claro, porque a veces pasa eso: escuchás algo súper sofisticado que está buenísimo pero va contra la esencia de la canción. Y otro riesgo que se corre cuando se arregla música popular con orquesta es que suene kitsch: intentando elevar a la música popular a las altas esferas de la música sinfónica. Lo detesto. Mejor es hacer una integración pensando en los parámetros tímbricos, en las texturas, los ritmos
La música de Cerati es una propuesta interesantísima, tan rica que permite hacer varias lecturas, como toda gran obra. Vos leés una novela y si es buena va a haber más de una interpretación. Entonces fue estudiar mucho la música, transcribir lo que escuchaba, y después orquestar eso. En todo ese trabajo uno va modificando desde su perspectiva, a veces por un error se te dispara una idea. Es un torbellino que fue tomando forma a lo largo de los meses que nos llevó hacerlo.
Descubrir
—¿Qué aspectos armónicos o melódicos de las canciones se redescubren o resaltan al pensarlas como obras orquestales?
—En todos los temas pasa algo. “Canción animal” tiene un solo en el medio de una guitarra medio sintetizada; cuando me puse a sacarla dije: “Mirá que escalita interesante que está usando acá”. Esa escala me remitió a la música de cine o contemporánea, y en mi cabeza fui linkeando a Frank Zappa. Me imaginé: “¿Qué hubiera hecho Zappa con esta melodía?”. Fui probando cosas por ahí, me gustó lo que encontré y lo puse en la canción. Hay una sección que si uno la recortase solita no la ubicás con un grupo como Soda Stereo; obviamente que la canción es súper conocida y reconocés la melodía. Ahí se ve el lenguaje musical que manejaba el tipo.
—Hablabas de los meses. ¿Cuánto tiempo llevó el espectáculo desde su planteo hasta poder estrenarlo?
—Fue todo un año, desde la idea a la concreción. En 2017 estuvimos tocando y viajando mucho con el “Sinfónico I”, todo ese año nos dedicamos a dos cosas: a ensayar el “Unplugged” de Charly (García) que presentamos a fin de año, y a cranear el “Sinfónico II”. Pasamos mucho tiempo juntos en viajes, en reuniones y ensayos, y todo eso se iba gestando ahí.
Cuando estuvo más o menos delineada la lista de temas tuve la suerte de que me prestaran una casa en La Falda: en las sierras, retirada de la ciudad, con caballos y gallinas. Me fui a escribir ahí todo el día, así estuve un mes. Volví con todos los arreglos empezados con líneas para terminar, trabajamos todo el verano (con la orquesta) y lo estrenamos en abril.
Mientras tanto le comunicábamos las ideas al VJ, que hace las pantallas, al iluminador, y ellos iban diseñando la puesta en escena.
Compañeros
—Trabajan la faceta audiovisual con el realizador Hernán Roperto. ¿Qué se va a ver en ese aspecto en este show del domingo?
—Va a trabajar en vivo proyecciones sobre seis pantallas ubicadas en el escenario. Va a integrar imágenes de sus archivos (abstractas, figuras que se mueven de acuerdo al ritmo de cada tema) con varias cámaras que están filmando lo que está pasando en el escenario: dialogan en la pantalla, es una cosa muy interesante.
—¿Los músicos y coreutas son rosarinos o habrá también santafesinos?
—La orquesta son todos músicos de Rosario, y el coro es el Ars Nova de Santa Fe, que dirige Matías Amicuzzi. Con los músicos viajamos en una Traffic desde acá.
—Ars Nova ya estuvo en el “Sinfónico I”.
—Sí, cantaron en Santa Fe, en Paraná y en Buenos Aires: hace un mes nos presentamos en el Teatro Ópera de la calle Corrientes: fuimos con ellos porque hay muy buena onda y es uno de los mejores coros del país.
—¿Ya están pensando en un nuevo proyecto?
—Seguro no tenemos nada. Están las ideas, pero a Música Para Volar no le interesa circunscribirse a un solo autor: pensá que nos metimos con música de Charly García, la idea es seguirlo en otros formatos, no sé si sinfónicos. Y hay muchos autores sobre los que queremos trabajar, es lo que nos gusta a nosotros: interpretar, arreglar música. Cuando amainen un poquito todos estos viajes nos reuniremos y pensaremos bien los pasos a seguir.