Nancy Balza
La socióloga sostiene que “los puestos de trabajo tienen sexo” y remarcó el crecimiento de la brecha salarial. Cuestionó el proyecto de equidad enviado al Congreso por el Ejecutivo nacional.
Nancy Balza
Nora Goren es socióloga, docente e investigadora en temas de trabajo, desigualdad y género, campos que estudió, reunió para sus publicaciones y expuso el 18 de octubre en esta ciudad. En la Facultad de Ciencias Económicas de la UNL, disertó sobre “Desigualdades de género en el trabajo. Una aproximación a sus marcos interpretativos”, invitada por la Cátedra Abierta Perspectiva de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación (Secretaría de Ciencia, Arte y Tecnología, UNL), la Cátedra Introducción a la Perspectiva de Género en las Ciencias Económicas y Sociales, la Cátedra Economía Laboral y la Secretaría de Investigación y Formación de Recursos Humanos (FCE-UNL).
Esta coparticipación y el hecho de que en la casa de altos estudios funcionen cátedras con perspectiva de género fue particularmente destacada por la experta: “Es un desafío interesante porque, por lo general, las facultades de Ciencias Económicas no han incorporado esta perspectiva y que lo hagan y derrame por distintas áreas de las ciencias sociales es sumamente importante”, definió Goren y precisó: “Es central que la economía piense en el mercado del trabajo en estos términos”.
—El tema del trabajo desde esta perspectiva está en el candelero.
—El tema que está en el candelero es el auge del feminismo y el movimiento de mujeres. El trabajo es un tema en el que hay cada vez más personas interesadas y es, a mi entender, uno de los nudos duros de las desigualdades de género. Entender que esta diferencia se transforma en una desigualdad importante en términos de poder es pensar la Justicia social. Más, cuando hablamos de mercado de trabajo, que es una de las áreas que a lo largo del tiempo se han mantenido sin grandes modificaciones estructurales en términos de desigualdades de género.
—Sin embargo, cada vez son más las mujeres que acceden al mercado laboral o que están buscando trabajo.
—Hay algo ahí que es muy interesante. Porque escuchamos todo el tiempo decir cómo aumentó la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, y es un 52 % de la población. Lo cual, en términos de datos estadísticos, nos está hablando de que hay un 50 % de las mujeres que son consideradas por las encuestas como inactivas. Entonces, podemos criticar la construcción de ese dato; no obstante, cuando las mujeres se ofertan al mercado de trabajo, más allá de que tengan credenciales educativas más altas, son demandadas en puestos determinados. No me gusta decir “acceden” porque en ese caso se las responsabiliza como si no estuviesen preparadas y para mí es un eje nodal pensar que los puestos de trabajo tienen sexo. Sí, vemos modificaciones de mayores diálogos al interior de los espacios laborales, pero en términos duros no hay muchos cambios.
—¿Qué tiene que pasar para que se produzcan esas modificaciones? Porque las mujeres son mayoría en carreras universitarias, obtienen su título.
—Hay un supuesto en cuanto a que la credencial educativa es la que habilita a acceder. Es decir que accedés en tanto sos más productiva y estás más capacitada. Lo real es que no es así: los datos derriban esa teoría día a día. Lo que tendría que cambiar es que quienes demandan puestos de trabajo no lo hagan de acuerdo con el sexo de la persona y que la valoración se haga de manera diferente. Ahí hay dos cuestiones: el acceso y la valoración. Si hacemos una mirada rápida del Senado de la Nación en términos de categorías, vemos que en la 1ª, que corresponde al sueldo más alto, el 80% corresponde a varones aunque las credenciales educativas sean más altas en las mujeres. No es que las mujeres no se postulan, sino que hay una estructura que funciona de esa manera. Podemos ver cuántas rectoras hay, cuántas titulares de cátedra hay; en esos puestos, la mayoría son varones. En el mercado de trabajo, si se hace la segmentación por actividad, se tiene que educación es un sector feminizado con un 70% de mujeres, pero el salario promedio más alto lo tienen los varones que ocupan los cargos más altos, además de que en nuestra legislación las licencias que nos tomamos por maternidad no se computan en el salario ni para el salario anual complementario, o para antigüedad y nos coloca en situación de desventaja respecto del varón para acceder a determinadas carreras profesionales. Por eso, se habla de complejidad del mercado de trabajo y por eso es que está más enquistado en términos de ser modificado, lo cual no quita que haya más mujeres que son gerentas y en cargos de decisión. Pero en términos de datos duros el amperímetro se mueve muy poco.
Sí, se producen construcciones diferentes: por ejemplo, mi hija ha visto presidentas y gerentas. Entonces, en términos de modelos se van estructurando otro tipo de “vocaciones”, término que uso a propósito porque la vocación natural no existe, es una construcción. Pero esa vocación subjetiva está construida sobre la base de lo que ves.
—Está claro que se puede hablar de desigualdad en el mundo del trabajo desde la perspectiva económica pero también desde el discurso.
—No se puede entender desde otro lugar. En momentos en que teníamos grandes avances en todos los indicadores, yo seguía sin poder dar buenas noticias porque el mercado de trabajo es sumamente complejo y allí se juegan intereses económicos. La reforma laboral para alcanzar la equidad de género presentada por el Ejecutivo se apropia del discurso feminista, pero cuando se analiza artículo por artículo no hay ninguno que vaya a atacar las desigualdades en el mercado del trabajo.
En la propuesta que presentó el grupo de mujeres sindicalistas, hay un punto que me parece interesante y es el de las licencias al momento del nacimiento o adopción para ambas personas. Lo que eso estaría traccionando es una corresponsabilidad porque la propia organización se estaría apropiando de un cambio cultural interno en el cual el varón que se tome esa licencia no va a ser sancionado. Porque hoy los varones que están bajo convenio colectivo y pueden tomarse las licencias no se las toman, quizá no porque no quieren sino porque volver a ese mismo puesto de trabajo implica un costo económico en términos salariales y porque se pierde un trayecto laboral.
—¿Cómo está la Argentina en la región en materia de brecha salarial?
—La brecha salarial en la Argentina es alta, aumentó en el último período del 25 al 27% promedio. En términos latinoamericanos esa brecha varía del 23 al 27% porque varones y mujeres no accedemos a los mismos trabajos, no ocupamos los mismos puestos ni hacemos las mismas tareas dentro y fuera del mercado del trabajo.
—Uno de los temas que se introdujo en el debate público hace tiempo, pero cobró más protagonismo, es el de poner en crisis el concepto de trabajo doméstico como algo natural o “dado”, que recae mayoritariamente sobre las mujeres.
—Un aporte importante es el que hizo el colectivo de Economía Feminista en poner en valor el costo del trabajo reproductivo para las cuentas nacionales. Porque sin el trabajo vinculado con la “sostenibilidad de la vida” no es posible la reproducción y a ese trabajo alguien lo tiene que hacer. Si no lo hacen las mujeres, lo tendría que pagar alguien. Por eso, hablamos de corresponsabilidad, para que esa dimensión sustantiva de la vida sea realizada por ambos convivientes y no solamente por las mujeres. Y que en realidad no hay una naturaleza, no nos inyectaron el chip del cuidado; nos enseñaron a cuidar. Todo está pensado para que la mujer construya su subjetividad vinculada con el deseo de dar al otro o a la otra y si no lo hace es sancionada y cuestionada. Y es un error muy fuerte pensar que las unidades domésticas residenciales están sostenidas por lazos de amor; están atravesadas fuertemente por conflictos. El tema es romper los mandatos y, por eso, cuando digo que los puestos de trabajo tienen sexo lo vinculo con estos datos: si una mujer que se postula a un puesto de trabajo y dice que no proyecta tener hijos, vive sola y no tiene familia a cargo, no importa. Están viendo a una mujer y no va a poder ocupar ese cargo. Eso se reproduce constantemente.
—Tenemos el diagnóstico, ¿las acciones para modificarlo tendrían que venir desde el Estado?
—En realidad, el responsable de traccionar a la Justicia social es el Estado. El proyecto de ley que presentó el Ejecutivo desarticula desde el vamos la relación capital-trabajo como si fuera una relación de igualdad. Entonces no aborda el tema de las desigualdades de género y salariales, de cuáles son los factores que hay que atacar en el mercado de trabajo. Y los gobiernos se comprometen interna y externamente a cumplir determinados objetivos, entre ellos la igualdad salarial. Pero las acciones que se llevan adelante distan mucho de poder modificar estos números.
—¿De entrada trabajaste con perspectiva de género?
—Desde siempre. Si me preguntás si hace 30 años me acerqué pensando desde el feminismo, digo que no. Pero cuando recorro un barrio, una empresa o una cooperativa es visible que varones y mujeres no hacen lo mismo. Entonces, de entrada no podía usar una categoría neutra que me sirviera para hablar de lo que estaba viendo, porque es muy tensionante que sigamos hablando en términos genéricos en pleno sigo XXI. El término genérico nos habla de un masculino e invisibiliza lo que le pasa a las mujeres. Esta desigualdad se acentúa en términos de que las mujeres van a dedicar más tiempo y horas de trabajo no remunerado a garantizar la reproducción de la vida. En el mercado de trabajo, hay más demanda de mujeres pero no hay puestos de trabajo. Hay un caso claro: con la Asignación Universal por Hijo, en algunas provincias no se conseguían empleadas domésticas en ciertos períodos. Y qué bueno que eso ocurra, si las mujeres no querían trabajar de esas actividades es porque no les interesaba; el tema es que las mujeres sean demandadas en otros puestos.
>>> PERFIL: Nora Goren es Dra. de la UBA, Facultad de Filosofía y Letras; Magíster de la UBA en Ciencias Sociales del Trabajo; docente de grado y posgrado; coordinadora de la Red Interuniversitaria de Trabajo y Género/s; directora del Instituto de Ciencias Sociales en Contexto de Desigualdad en la Universidad Nacional de José C. Paz e investigadora en políticas públicas, trabajo, desigualdad y género/s.