Carla E. Korol Ribles (*)
Carla E. Korol Ribles (*)
Son las 10.20 hs de un sábado soleado. Estoy en la cocina, esperando que la pava esté lista para tomar unos mates. De fondo suena la canción “Respirar” de la artista Bebe, la canción que tengo de cabecera en estas últimas semanas.
Me miro en el espejo que me regaló Ale... A duras penas, lo colgué en el comedor, esperando llegar un día y encontrarlo hecho trizas en el living. Veo cómo están asomando las arrugas, pero las miro con orgullo, no son de vejez, son de expresiones, mis expresiones, mis risas, mis llantos, mis cantos a viva voz desde que estoy sola. Bueno sola, sola no. Está Mateo conmigo, mi perro rescatado, que me salta para acompañarme cuando me ve dando vueltas bailando y cantando en la cocina.
Hace unos meses no me hubiera imaginado acá, literal, vivía en otra casa, en otra realidad, con otras preocupaciones, hasta que algo pasó. Mientras termino la oración, Bebe, tan sabia, me dice a los lejos “mi piel en silencio grita, sácame de aquí”, canto el párrafo a viva voz con ella, pero no sé a quién va dedicado, ni de parte de ella, ni de parte mía. Aunque tal vez sí. Me lo canto a mí, me digo y me repito una y otra vez, “Carla, sácate de acá, córrete de este lugar, este lugar no es tuyo”, es un lugar metafórico a los que a veces cuando uno está triste o tiene tiempo de pensar se escapa.
Hace un año, mi vida era otra. Recién recibida, trabajando 24/7, creyendo que iba a salir a comerme el mundo, orgullosa, pensando que me iba mejor que a muchos colegas. Qué ilusos y egoístas muchas veces somos los seres humanos. Tenemos un ego que puede llenar un salón, pero que con un solo alfiler también puede ser desinflado en menos de un suspiro.
Noviembre y diciembre llegaron. Los meses más duros de mi vida, ¿acaso podré reservarme?... porque... Por ahora sí, tal vez más adelante lo cuente. Muertes, enfermedad, delirios, locura. Todo junto. Vi cómo mi castillito de naipes que tan seguro había armado se derrumbaba frente a mis ojos sin que pudiera mucho yo hacer. ¿A dónde va la falsa seguridad cuando frente a tus ojos ves que se derrumba tu mundo?
Hablo con la psicóloga (sí, los psicólogos también vamos a psicólogos) y ella, seria, me dice “¿acaso esta sos vos o sos un personaje?”, es que siempre ando risueña, haciendo chistes, tratando que los demás sonrían. No hay distinción para el trato. A la cajera del súper, chiste. Al verdulero, chiste. Al librero, chiste (aunque él es un poco malhumorado y me mira mal). No puedo dejar de pensar lo que me dijo la psicóloga, ¿soy un personaje? Yo creo que no, siempre fui igual, pero también me doy cuenta de algo. Estoy rota, como todos, y los últimos sucesos me han dejado buscando pedazos que sigo sin encontrar. Tal vez mediante el animar a los otros, veo si los demás me dan una mano para encontrar las piezas que faltan.
A veces, calculo como todos, me pregunto cómo me ven los demás, la chica siempre risueña y de chiste fácil. ¿Alguien verá qué hay más allá? De más joven siempre me preocupaba por mí, por mi estética, por el qué dirán. Siempre fui humilde también, así que recuerdo el compartir la ropa y el calzado con mis hermanas (gracias a Dios todas mujeres), que nos salvaba para cualquier salida.
Lo bueno de que te pasen cosas trascendentales en la vida, es que de repente todo cobra otro sentido. La plata sirve para estudios médicos o para darnos gustos, y el famoso “ahorrar para después” ya se verá. Y ahora que pienso, soy egoísta, porque mi vida es así desde el 2009, pero siempre buscando negarlo y taparlo, ya va a pasar, ya todo va a estar bien, ya se va a acomodar...
Eterna resiliente en búsqueda de cosas nuevas, también me canso y me enojo. También me tatúo y me tiño el pelo de fucsia por una causa que no es mía pero que representa a miles (cáncer de mama). Mientras pienso y pienso, y la pava silva, escucho una de las frases de la canción que más me gusta “cada uno en su universo vive su dolor como algo intenso”. Eso me hace salir de la ensoñación en la que me perdí durante los cuatro minutos que duró la canción y estuvo el agua del mate.
Me vuelvo a mirar en el espejo, ese lindo espejo, que me da miedo que se caiga aunque lo colgué lo mejor que pude, y sonrío, sonrío sola como loca. Me miro de cerca y entiendo. Me rearmé, acá estoy, estuve en peores, pero me rearmé. Lo mejor de rearmarse es que somos como piezas móviles y colocamos cada pieza en donde más nos guste... En mi cabeza puse mi corazón -tal vez soy pasional pero hago todo con el mayor amor-, el cerebro en las vísceras -para darme cuenta cuando algo está mal y debo huir-, y los ojos en el pecho -porque sólo se ve bien con el corazón como decía el Principito-.
Acá estoy, sobreviví, la pasé mal, pero sobreviví. Varios y yo. Otros no, a otros les di la mano antes de morir, les di un abrazo fuerte, vi cómo su vida se apagaba de a poquito y su cuerpo se consumía, pero estuve ahí con ellos, y entonces me río más (si me vieran pensarían que estoy loca), me río porque todos nos reinventamos todo el tiempo hasta el último minuto y no podemos verlo. Por eso ya no reniego, por eso me tatúo, por eso me pongo piercings y me tiño de colores exóticos, por eso canto a viva voz, por eso río a carcajadas y a la vez lloro a mares. Soy una nueva yo, reinventándome todo el tiempo, y ¿les cuento un secreto? Aunque me miran por la calle, aunque escucho susurrar a las señoras sobre mis tatuajes, nunca, jamás, fui tan feliz.
Vos ¿te reinventaste hoy?
(*) Lic. en Psicología
Qué ilusos y egoístas muchas veces somos los seres humanos. Tenemos un ego que puede llenar un salón, pero que con un solo alfiler también puede ser desinflado en menos de un suspiro.