Juan Ignacio Novak
La sala cultural independiente, ubicada en Moreno 2441, cumplió dos décadas con la premisa de acoger en sus instalaciones a artistas de distinta procedencia, para que den a conocer su trabajo. Un espacio que superó la crisis de 2001, la inundación de 2003 y hoy se mantiene en pie, pese a las adversidades.
Juan Ignacio Novak
La sala cultural El Retablo, que funciona en Moreno 2441, celebra el pasado septiembre sus 20 años de vida. Se trata de un espacio independiente que acoge cada fin de semana a artistas (sobre todo músicos) que utilizan sus instalaciones para dar a conocer su producción. Y es el ámbito donde El Retablo de las Maravillas, el grupo de titiriteros que integran Oscar Caamaño, María Cristina Pepe y Ruy Acevedo, diseña sus obras y las comparte con el público.
La dos décadas de vida institucional de la sala tiene mucho que ver con la superación de adversidades. Es que sus impulsores afrontaron la crisis económica de 2001 con un crédito hipotecario a cuestas, tomado en 1998 para adquirir el inmueble donde funciona hoy, en Moreno 2441. También la inundación de 2003, cuando un metro de agua destruyó en pocas horas años de trabajo. Y sufren los embates de la actual recesión, a pesar de que el valor de las entradas se modificó muy poco en los últimos meses.
Con la perspectiva del tiempo transcurrido, una de las cosas que más rescata Cristina Pepe es como a partir de las dificultades lograron prosperar y proyectarse hacia el futuro, siempre con ánimo de brindar un espacio a las expresiones artísticas independientes. “Nosotros vivimos muy intensamente la década del ’60 y nos formamos con mucha fuerza y lucha, con una cabeza muy abierta. Entonces tomamos este espacio como un lugar de resistencia”, recordó.
Surgimiento
Para repasar la historia de El Retablo hay que remontarse a 1978. En plena dictadura militar, un grupo de santafesinos creó el Teatro de Títeres El Retablo de las Maravillas, como estrategia para dar continuidad al Teatro de Muñecos de la Universidad Católica de Santa Fe creado dos años antes y restringido en el contexto represivo. Una etapa en la cual, recuerda Cristina Pepe, también se cerraron el Teatro de Títeres de la Provincia y el Teatro de Títeres Municipal.
En distintas etapas (este año cumplieron 40 años de labor) pasaron diversos artistas por este espacio. Pero los que se mantuvieron siempre fueron Cristina Pepe y Oscar Caamaño, con la incorporación estable de Ruy Acevedo desde 2004. El elenco tuvo diversas sedes, entre las cuales se contabilizan el Magisterio Católico, la Unione e Benevolenza, un local alquilado y luego la Casa del Coro Universitario de la UNL.
“En sus primeros 20 años, el elenco montó diez espectáculos para niños y también para adultos que se presentaron en la ciudad de Santa Fe y en diversas localidades de la provincia, así como también en Entre Ríos, Córdoba y Salta. Sus integrantes participaron y organizaron jornadas, encuentros, congresos y festivales de títeres, algunos de ellos internacionales”, cuentan desde El Retablo.
Tras funcionar en la Casa del Coro Universitario de la UNL, que fue cedido gentilmente para ese uso, Pepe y Caamaño atravesaron una difícil situación personal que aceleró la decisión de buscar una sede propia. Así, en 1998 iniciaron las gestiones para la compra de un inmueble propio. Así nace la sala El Retablo. A partir de 1998, el elenco concretó ocho nuevos espectáculos entre infantiles y para adultos. Pero también generaron talleres anuales de lectura para jóvenes y adultos y una amplia grilla de espacios para el desarrollo de disciplinas como biodanza, mimo, bajo eléctrico, guitarra, voz individual y coral y títeres.
Actualidad y desafíos
En la actualidad, la sala ofrece sus clásicas funciones de títeres de los sábados a la tarde. En ese momento mágico que arranca, siempre a eso de las cinco de la tarde, chicos de distintas generaciones pudieron (y pueden) observar espectáculos como “De amores, diablos y flores”, “El gran circo mágico”, “Fauna de barrio”, “De romances y caballeros” y “Pequeñas historias” entre otros, basadas tanto en textos propios como en clásicos del repertorio titiritero.
Pero además, la sala está siempre abierta a las manifestaciones culturales, que se traducen en presentación de distintas agrupaciones y solistas de música, en espectáculos de mimo, teatro, magia, narración oral escénica. Que se complementan -como indican los referentes de El Retablo- con muestras de artistas plásticos, fotógrafos y de la colección de títeres y material gráfico de El Retablo de las Maravillas. Una actividad que se desarrolló siempre por amor al arte, no desde un punto de vista comercial, sino como actividad cultural autogestionada, con una colaboración anual del Instituto Nacional del Teatro.
El desafío que atraviesa hoy la sala es principalmente la llegada al público. Aun cuando vivió recientemente hitos como la puesta en escena “Por la huella del sur”, realizada por Cristina Pepe con sus textos y Nilda Godoy junto a Cacho Hussein con canciones, con una amplia convocatoria. El reto tiene que ver, según la óptica de Cristina, con que la gente en general está cooptada por pantallas y mercados, a la vez que se observa una anomia respecto al consumo de productos culturales que están por fuera de los circuitos tradicionales. Sin embargo, la mirada hacia adelante que tienen en El Retablo es optimista: “Mucha gente que vuelve porque es un lugar que quiere. Eso nos alienta”.