Federico Aguer | [email protected]
En la zona rural de María Juana, Mario Gallo está transformando su planteo agrícola tradicional a través del Pastoreo Racional. El sistema le permite reducir costos, recomponer el suelo, y una rentabilidad equivalente o mejor a la soja; pero sobre todo, le permite ganar tiempo para disfrutar de la vida en el campo.
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En su libro “Pastoreo Racional Voisin: Tecnología Agroecológica para el Tercer Milenio”, el profesor Luiz Carlos Piñeiro Machado define al método de pastoreo racional como “el encuentro del herbívoro con el pasto, comandado por el humano”. Y agrega que “es la más avanzada y eficiente técnica de manejo de los pastos, basada en armonizar los principios de la fisiología vegetal con las necesidades cualitativas y cuantitativas de los animales, con un mejoramiento creciente de los suelos a través de procesos bióticos, todo esto bajo la intervención del hombre”. El docente, respetado como una verdadera institución entre sus seguidores, sostiene que “ninguna otra forma de hacer ganadería o tecnología contemporánea trabaja de esta manera”. Y las ventajas no son pocas: tiene un positivo impacto ambiental; produce más por hectárea; tiene menor costo por unidad de producto; incrementa la fertilidad del suelo; promueve el respeto por el bienestar animal; produce alimentos orgánicos; y promueve una mayor ganancia económica real.
El impacto del agua
En 2003 Mario Gallo tenía 21 años. Luego de incursionar en el básquet tuvo que hacerse cargo del campo de la familia en el paraje Garibaldi, al sur de María Juana, departamento Castellanos. “Terminé el secundario y me fui a jugar al básquet”, recuerda con una sonrisa, porque “no me gustaba estudiar, y hoy agradezco no haberlo hecho, porque tal vez no hubiese estado donde estoy hoy”, admite. Y sostiene que estamos inmersos en un sistema “que muestra el camino para un solo lado, que no nos brinda muchas opciones, hoy tal vez los agrónomos saben mucho de dosis, pero muy poco de agroecología, cuando la carrera debiera ser al revés, enfocada 100 % en la agroecología”.
Gallo recuerda que siempre le gustó el campo, pero que sin saber mucho hace un par de años se empezó a replantear todo, cuando en 2016 la inundación los tapó de agua. “No terminaba de procesar el tema. Desde entonces las napas salen a superficie, los canales no dan abasto, no creo que eso sea normal. El agua debiera infiltrar donde cae, pero hoy el agua cae y escurre, los suelos están muy compactados por no tener raíces, por el monocultivo, por tantos barbechos químicos, es como un vidrio, y la única forma de mejorarlo es meterle raíces y vida al suelo, que el agua se pueda infiltrar donde cae”, opina.
Barajar y dar de nuevo
El establecimiento “El Milagro” se compone de unas 180 hectáreas de campo que históricamente fue mixto, con algo de ganadería extensiva en parcelas grandes (con 15 días de pastaje), y algo de agricultura. “Al retirarse mi abuelo a esa firma no hubo manera de llevarla adelante, y nos reconvertimos a la agricultura en 2008. Vendimos todos los animales y compramos una pequeña cosechadora, hasta 2016”, recuerda. Pero Mario no era feliz. Algo le faltaba. Algo no cerraba.
“Ese año 2016 vino la inundación”, y el agua lo marcó para siempre. “Una situación personal me motivó. Después del agua estaba sin ganas, en el campo estaba todo muerto, no me atraía venir. Hasta pensaba en alquilar el campo”, recuerda. Pero tuvo un accidente y se quebró la cadera. Tuvo que hacer reposo y llegó a sus manos el libro del profesor Piñeiro Machado que lo fascinó. “Ese fue el disparador”, sostiene. Mario no se resignaba, quería recuperar las ganas de volver al campo, y se propuso aprender un poco más. “Al principio todo el mundo me alentaba a largarme, todos hablaban de los resultados que tenía, y realmente con el paso del tiempo fui comprobando que es así”, dice reconfortado.
“Arrancamos con eso y fue un cambio de cabeza total, me daban ganas de venir al campo hasta los fines de semana, y me empecé a dar cuenta en los cambios que el sistema genera en el suelo, y de cómo volvió la vida: los pájaros, los insectos que uno ya no veía, un montón de cosas, y que si bien están en los libros, verlos en persona fue impresionante”.
Manejo simple y eficaz
Si bien por ahora la mitad del campo todavía la destinan a la agricultura, utilizan una producción más sustentable. “Estamos reduciendo mucho las aplicaciones de agroquímicos a través del uso de cultivos de cobertura para controlar mejor las malezas: vicia con avena y avena al voleo o centeno, “que anda muy bien”. Mario admite que “los resultados son muy buenos, los suelos infiltran mucho mejor e inhiben el crecimiento de las malezas (este año probamos con una avena agroecológica sin aplicaciones que trajo grandes beneficios, ya que nos limpió el lote casi por completo)”.
Y explica que arrancaron en mayo sembrando en directa pasturas consociadas de alfalfa, trébol blanco y rojo, raigrass perenne, festuca pasto y cebadilla, todo junto a 17.5 cm. de espacio entre hileras. “Aunque también vino una gran variedad de malezas (mal llamadas así, porque también se la comen las vacas, para nosotros es otro tipo de forraje), se dejaron crecer en el invierno, y en noviembre entraron los animales a comer”. Durante ese tiempo se hicieron parcelas de 1.2 has a las que previamente les llevaron el agua en cañerías enterradas con bebederos móviles de plástico. Cada 4 parcelas hay un pico que van moviendo a medida que se van vaciando, en un sistema que no requiere mucha inversión y que es muy práctico.
Mario admite que el día a día es muy simple: se muda la hacienda hacia la parcela nueva, haciendo la rotación en un solo día “(24 hs. de pastaje en cada parcela, que no necesariamente tiene que ser la de al lado sino la que esté mejor), como en un tablero de ajedrez, donde las vacas se mueven como piezas”. Son en total 71 parcelas más los callejones, y en el centro está la casa con los corrales, donde monitorean la ganancia de peso a través de una nueva balanza. La carga animal es de 2,3 Unidad Ganado Mayor (UGM) por ha, pero que alcanza unos 5 terneros por ha.