Luis Rodrigo
Los dirigentes de Cambiemos no acordaron la unidad y prometen llegar a unas Paso con más de un candidato. Pero antes tienen que pasar una prueba difícil: el abismo que ofrece el 22 de febrero.
Luis Rodrigo
Una chica excitada, de ajustada blusa y pollera acampanada, daba la señal y comenzaba una carrera directa al barranco, alentada por adolescentes -irresponsables más que rebeldes- de la década del ‘50. Perdía el primero que frenara o se arrojase del auto; ganaba aquel que se arriesgara a acercarse más al vacío. No había una meta deseable en la “chickie run”.
En aquella vieja película, titulada “Rebelde sin causa”, que protagonizó James Dean, quien se bajaba perdía. Pero quien seguía podía morir.
Según pasen las semanas -con el 22 de febrero como límite-, así se sentirán quienes se han anotado en la carrera hacia la Casa Gris.
Siempre hay causas para ser candidato y también para dejar de serlo en el momento adecuado, antes de caer.
Las tres escuderías tienen las cosas claras. No habrá interna en el oficialismo de la Provincia y sin dudas la habrá en el peronismo. Será en Cambiemos donde más van a mirarse entre sí los pilotos, a la espera de ver frenar a los demás, ante la inminencia del barranco.
Discusiones
Los dirigentes del Frente Progresista Cívico y Social -acaso porque en 2015 vieron demasiado cerca el abismo- optaron por no jugar carreras internas. Los socialistas guardaron sus diferencias para cuando pase la elección, bajo la alfombra de sus despachos. Y los radicales frentistas también prefirieron cerrar filas con el candidato de más posibilidades. Antonio Bonfatti no tendrá rivales en las Paso.
El PJ, en tanto, discutirá políticas además de nombres. El cruce de Omar Perotti y María Eugenia Bielsa marcará diferencias visibles respecto de cómo entienden a la política, y hasta de ideas, además de sus legítimas apetencias personales. Allí falta un tercero en discordia, que espera que se definan las cosas a nivel nacional o que baje una orden directa. El kirchnerismo oscila entre sus preferencias, el armado nacional y la chance siempre atractiva de “medirse” para luego reclamar lugares.
A la velocidad del calendario
En Cambiemos Santa Fe, sobre todo se discuten nombres. Pero también espacios. Corral y sus colaboradores incondicionales y el grupo Universidad van por llegar a la Provincia con el liderazgo que hasta aquí ha ocupado, como los representantes locales más visibles de la alianza que gobierna el país. Mientras, el diputado provincial Federico Angelini piensa sobre todo en términos de agrandar su espacio: en poner al PRO santafesino al frente de la coalición.
Los que viajan en el auto del intendente piensan que el coche del diputado provincial va a frenar a tiempo, antes de que se vean las sombras del vértigo del 22. Los dirigentes del PRO, que no deben ni mirar al rival (ni criticarlo, porque tiene más chances de pelear por la Provincia).
Mientras la Casa Rosada lo permita habrá interna. Hasta ahora, la estrategia para Santa Fe ha sido la misma que para Mendoza o Córdoba, otros distritos donde el gobierno nacional quiere especialmente ganar. El presidente no se mete, no inclina la balanza ni hace llamados para que no haya internas. Se trata de no dejar heridos para la elección que más le importa, la que definirá cómo será la Argentina 2020.
Todo en función de la elección general de presidente y vice del 27 de octubre, cada vez más próximo. Lo que ocurra antes, “en las provincias” como se dice en Buenos Aires, no debe dejar heridos para ese momento, o para una segunda vuelta, el 24 de noviembre.
El presidente hasta ahora no se mete, no detiene a ninguno de los autos y los pilotos que marchan hacia el barranco, los necesita a todos para ser reelecto.