Juan Ignacio Rodríguez / [email protected]
En Ciudadela y Liceo los vecinos están cansados de los hechos de vandalismo que cada vez se repiten con más frecuencia. El estado de las calles y la falta de iluminación son otros de los factores que “colaboran” para esta negativa realidad.
Juan Ignacio Rodríguez / [email protected]
Lorena e Iván son vecinos del barrio Ciudadela Norte. Hace más de dos años que vienen realizando continuos reclamos. Muchos de ellos se repiten, otros se van “renovando”. “El pedido puntual es por el estado de abandono general que tenemos acá en el barrio. Por ejemplo: no logramos que nos hagan, cuanto menos, un mejorado en las calles. No pedimos asfalto o el nuevo pavimento reticulado. Pero al menos un ripiado”, dice Lorena a El Litoral.
Ocurre algo bastante ilógico, pero sencillo de explicar: cuando insisten con los reclamos por la calle, el Municipio termina mandando una máquina que llega, saca la tierra (se llevan una gran cantidad), y entonces la calle queda plana, no se repone. El problema es que si llueve al otro día, en una cuadra, los autos pasan y se rompen los caños porque no están cubiertos. Es decir, se generan socavones, ya que no se vuelve a poner la tierra como corresponde.
“Estamos a una cuadra de la Avenida Blas Parera, donde está el Metrofé. Si esa arteria se corta por algún motivo, el tránsito se desvía por acá (Aguado al 6500). O sea: hay veces que en una cuadra en tan mal estado como la nuestra pasan autos, colectivos y camiones con mucha frecuencia y a altas velocidades, lo que termina repercutiendo y dejando aún peor la calle”, agrega Iván.
Lorena e Iván tienen un comercio enfrente de su casa (una pollería). “Cuando llueve la vecina que vive enfrente de nuestra vivienda, debe caminar hasta la esquina más cercana para poder cruzar y venir a comprar lo que necesita. Es tal la cantidad de barro y mugre que se acumula con el agua que se le hace imposible venir de manera directa. Eso sumado a que, muchas veces, las personas mayores se caen porque no ven donde pisan. Incluso, a nuestros propios proveedores se les complica llegar cuando hay mal tiempo”, relatan.
Tratando de tomarse algunas cuestiones cotidianas con un poco de humor, Lorena dice: “El alumbrado tiene como un ‘embarazo’: nueve meses. Ese es el tiempo que llevamos reclamando por el alumbrado público. Son dos cuadras de Aguado entre JP. López y Castelli, con Hernandarias en el medio, que cuando se hace de noche no se ve absolutamente nada, sino fuera por algunas casas que tiene sus propias luces”.
Sobre el final, Iván añade otro dato de la realidad: “La seguridad no existe. Muy cada tanto pasa un móvil policial. Hace unos días le sacaron de las manos el teléfono a una vecina que vive acá, a unos metros. A una mujer grande, tres muchachos que pasaron caminando la empujaron y le llevaron el celular. La oscuridad con la que convivimos ayuda a este tipo de cuestiones. No se puede estar más en la vereda, desde hace mucho tiempo”.
En Liceo Norte
No difiere mucho lo que ocurre en este amplio barrio del norte capitalino. Incluso días atrás, algunos vecinos, cansados de la terrible situación de inseguridad con la que están viviendo, cortaron la calle a modo de protesta, hacerse escuchar y notar, para que sus reclamos lleguen a quien corresponda.
Un grupo de vecinos autoconvocados citó a este diario en la esquina de Almonacid y Bernardo de Irigoyen (a dos cuadras de Avenida Gorriti). La mayor preocupación va por la gran inseguridad que tienen en la zona. “Los ladrones, muchos de los cuales conocemos, entran directamente a nuestras casas. Roban mientras estamos durmiendo. No tenemos alumbrado público, y ahora la metodología es robar los focos que tenemos en la puerta. Entonces toda la cuadra está siempre a oscuras”, contaban los vecinos que se acercaban a conversar.
Lo que ocurre también es que muchas veces esperan a la gente que baja del colectivo. Ha pasado de muchas mujeres a las cuales le han querido sacar las carteras y las terminan arrastrando por el piso. Es decir, la violencia también se hace presente. “Los robos lamentablemente son moneda corriente”, coinciden.
Al igual que en Ciudadela Norte, en Liceo la presencia policial es casi nula. “Tenemos las ruedas de los móviles pinchadas”, le han respondido a la gente desde las comisarías correspondientes. Las autoridades no se hacen presentes y, mientras tanto, los vecinos continúan conviviendo con miedo en sus barrios de toda la vida.