Una banda de delincuentes no para de depredar las instalaciones que una histórica firma de la ciudad tiene en el distrito costero de La Guardia, más precisamente en la zona denominada Bajada Distéfano, a metros de la Ruta Nacional 168.
Un empresario está jaqueado por delincuentes en La Guardia desde hace años. Destrozos, incendios y robos se suceden en sus galpones. Todo está quedando reducido a cenizas. “Me siento totalmente abandonado, vilipendiado”, se lamentó.
Una banda de delincuentes no para de depredar las instalaciones que una histórica firma de la ciudad tiene en el distrito costero de La Guardia, más precisamente en la zona denominada Bajada Distéfano, a metros de la Ruta Nacional 168.
Rubén Orlando Dosso está cansado y se le nota en la voz. Igualmente, no para de recorrer los pasillos de comisarías, tribunales y fiscalía. Ya hizo más de un centenar de denuncias, pero nada detiene la ola delictiva que sufre contra su propiedad.
“Hace unos cincuenta años que compramos la fábrica de cerámicas El Trébol. También nos dedicamos a las demoliciones y excavaciones, y a la venta de materiales de construcción. Por treinta o cuarenta años pudimos trabajar muy bien. Hacíamos cerámicas y ladrillos huecos para toda la región. Hace cinco años tuvimos que parar la fábrica, para modernizarla, automatizarla. Requería una gran inversión para traer otra tecnología, en combinación con una empresa española y otra alemana. En esta parte está la mejor arcilla del país. También me contactó otra empresa importante para fabricar tubos por medio de sistemas de nanotecnología, para hacer acueductos, para gas. Ahora tengo que deshacer todo lo que habíamos acordado, porque no estamos en condiciones de encarar nada”, relató el empresario.
En llamas
Los problemas comenzaron hace aproximadamente cuatro años. “Se formó un asentamiento ilegal en la calle, a un costado de nuestro predio, y comenzaron los episodios de inseguridad. Al principio eran ‘cosas livianas’ las que pasaban... faltaba alguna herramienta, rompían algún parabrisas de un camión, se robaban un alambrado. En los últimos dos años todo empeoró. Por esa época tuve una discusión muy fuerte con un grupo de gitanos que me compraban cosas y creo que eso también tuvo que ver. Después de la pelea siguieron yendo a comprar a la zona”.
“A fines de 2017 se produjo en las instalaciones de nuestra fábrica de cerámicas y taller de reparaciones un incendio intencional con destrucción total. Pusieron cuatro tachos con combustible, uno en cada punta, y quemaron todo. Esa vez felicité a los bomberos, que fueron los únicos que nos ayudaron”.
Siguieron los hechos de robo y vandalismo. “El 30 de marzo del año pasado incendiaron un segundo galpón. Adentro había repuestos, extrusoras, un tanque nuevo de 10 mil litros, materiales de construcción y distintas matrices. Se perdió todo. El 19 de junio de 2018, un nuevo incendio intencional se produjo en el galpón Nº 3”.
Una fortuna
“Hice denuncias en comisarías -enfatizó Dosso- y me terminé peleando con los policías. Algo parecido me pasó en los centros territoriales de denuncias y en la fiscalía. Cada vez pasaban cosas más graves y nadie hacía nada. Empezaron a romper los camiones, a destrozar los vidrios, a poner miguelitos. Así se nos fue mucha gente que no quiso trabajar más en esas condiciones. Están viviendo todos de lo que nos roban. Nosotros teníamos un montón de cosas en los galpones. Estaban llenos de mercadería, repuestos, máquinas. El domingo pasado nos volvieron a incendiar un edificio. Con todo lo que ya nos destruyeron y saquearon, calculamos unos 50 millones de pesos de pérdida. Sólo queda una estructura en pie”.
“Una vez pusimos guardias privados de seguridad, pero los cazaron, los cascotearon. Nadie quiere ir ahora. Estamos amenazados. A mí me dijeron que me iban a “liquidar”, se quejó el empresario.
Todo igual
“Me siento totalmente abandonado por el Estado, ultrajado, vilipendiado, porque hice más de cien denuncias y todo sigue igual, peor. Me van a terminar pegando un tiro en la cabeza. La Municipalidad no me dio ningún tipo de respuesta. A mí también me duele la pobreza, pero éstos son delincuentes”, aseguró.
“En el último incendio -recordó- los bomberos querían apagar el fuego con dos mangueras. Pedí un camión hidrante y me dijeron que no tenían, porque estaban rotos. Mientras hablábamos se les terminó el agua. Desesperado pedí al 911 que mandaran otro equipo, pero enviaron uno con sólo dos mil litros. Yo fui viendo cómo se hacían más focos, las llamas progresaban, hasta que se derrumbó todo.
“Este jueves por la mañana, me la pasé pidiendo custodia en fiscalía. Los empleados estaban tratando de acomodar el desastre que quedó del incendio del domingo pasado y me llaman porque los estaban cascoteando. Además, pasaron cuatro pibes con tachos, como para iniciar otro fuego. En cualquier momento nos queman las máquinas, que es todo lo que nos queda.
“Entre lo quemado hay documentos. Yo estaba juntando cosas para hacer un museo de la cerámica. Fui juntando herramientas y maquinarias que se utilizaban en otras épocas, en esta y otras fábricas. Es una historia linda para contar, pero todo quedó destruido o se lo robaron”, concluyó.