Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Mis Peisadillas se rigen por algo fundamental: no tienen fundamento. Como todo sueño, aparecen, emergen, se materializan y se esfuman sin ton ni son. La temática es variopinta, y si pintan varios temas, mejor. No respetan el derecho de admisión, así que siempre uno o dos temas entran de colado. Lo bueno de los sueños risueños es que cada vez que uno de ellos aparece, con ojos bien cerrados y la mente bien abierta, siempre habrá desprendimiento de rutina. Lo empañado y lo incoloro se vuelve reluciente y espléndido, lo insípido y lo inodoro se vuelve el mejor vino.
Les confieso, queridos “peisonautas” de mi universo onírico festivo, que nunca antes tuve tantas peisadillas como en la actualidad. Lo increíble y hasta lo inverosímil de esta catarata de sueños es que ellos no se hacen realidad, todo lo contrario, la realidad se vuelve sueño y hasta en algunos casos, pesadillas, de las verdaderas, de esas que dan miedo y te paralizan las piernas.
Insomnes van los soñadores con sueños preocupados por la desocupación preocupante, henchidos de angustia caminan los soñantes con sueños inflados por la inflación galopante. Los sueños amorosos se transforman en morosos, con besos y caricias colocadas a plazo fijo, donde el interés devenido no llega a cubrir los costos perdidos, y así andamos, penando, sin el buen humor de tener un buen amor.
Quienes me conocen y también aquellos que me desconocen a propósito, saben que soy un despelote viviente, ando por la calle con mi cuello a 360º, moviendo la cabeza como los muñequitos de luneta de auto que tienen la cabeza de resorte, cabeceando invisibles pelotas, removiendo ideas, saludando y disfrutando con la gente, perdiéndome en ese mar de almas, saludando al más simpático y tirándole mi mejor sonrisa al apático. En ese ir y venir, gastando suelas en suelos soleados o desolados, aprendí que perdiendo uno encuentra más, porque en mi desbolado y despelotado desande, voy encontrando lo mejor de cada lugar y de cada uno, y por ser un despistado autodidacta del andar viviendo, llevo la chapa virtual de “Encontrador Público Internacional”. Herman Hesse, en su libro Siddhartha, tiene un párrafo que aprendí a dimensionarlo con el paso del tiempo, él dijo: “Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos sólo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada, porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre”... Picasso supo pintar en palabras algo parecido: “Yo no busco, yo encuentro”... Y no puede faltar Cortázar, que en estas cuestiones de los encuentros, supo plasmar esa frase que tiene como destino ser inmortal: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Entonces amigo/a lector/a de mis sueños, si me encontrás paseando por la peatonal o esquivando las acorraladas calles de nuestra Santa Fe de la Veracruz; no estoy perdido, estoy siendo libre, y mirándonos a los ojos nos vamos a encontrar con una sonrisa... yo te voy a encontrar, sin buscarte.
Mientras nosotros nos encontramos cada sábado en las páginas de “El Litoral”, y nos reencontramos cada viernes por CyD, en nuestro país se producen cada vez más desencuentros. Ellos se pelean. Los peronistas, los Pro, los penalistas, los panelistas, los periodistas, los papistas y los que son más papistas que Bergoglio. Se pelean los que tienen menos papa y mucho menos tienen carne. Se pelean por las tasas unos y muchos otros por la taza de leche y un pedazo de pan. Se pelean por pelear con el solo de estar enfrente.
Estamos empezando a ver las primeras escenas de la próxima película en donde se va a votar el próximo director/a que dirigirá los destinos de nuestra vapuleada Argentina.
Esperemos que el “tráiler”, antes llamada cola, nos muestre que lo que están diciendo sea verdad, no solo promesas de campaña.
P-lean (Por favor, ¡lean!).