Por Dra. Isabel Molinas
Por Dra. Isabel Molinas
Profesora, investigadora, gestora cultural y autora de textos críticos sobre arte y educación.
El miércoles 20 de marzo, cuando la entrada del sol marcaba el inicio del equinoccio de otoño en el hemisferio sur, en el Foro Cultural de la Universidad Nacional del Litoral asistimos a la inauguración de la exposición “Equinoccios espirituales” de Abel Monasterolo, cuyo título nos invitó a pensar en los tiempos de la creación artística en relación con los ciclos de la naturaleza.
La muestra se presentó en el marco de una nueva propuesta de la Secretaría de Extensión Social y Cultural, Foro Abierto, iniciativa inspirada en el ideario de los estudiantes reformistas de 1919, quienes concibieron a la institución como “un laboratorio abierto, como la casa de la ciencia y del conocimiento, pero también de la cultura y del arte”. En el año del centenario de la UNL, la ocasión fue propicia para homenajear a Jorge Taverna Irigoyen, miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, por sus valiosas contribuciones a la historia y a la crítica de arte.
“Equinoccios espirituales” es el nombre propuesto por Taverna Irigoyen para referirse a una obra que reúne la esencia de lo clásico (homo faber, homo ludens, homo videns…) con la fuerza expansiva del arte contemporáneo. En el ingreso al edificio del Foro, la producción actual del artista santafesino convive con trabajos más antiguos en los que la génesis de los paneles posteriores se hace manifiesta: escenas donde el río avanza sobre la ciudad y en las que en los intervalos de la cuadrícula urbana emergen los rostros de sus habitantes. Hacia el final de la sala, un alter ego del artista con corazón de polyfan muestra orgulloso el resultado de su pesca.
Cuando Abel Monasterolo compartió con sus amigos, estudiantes y colegas el texto de Jorge Taverna Irigoyen, no fue la palabra que designa el cambio de las estaciones sino el adjetivo espiritual que describe la naturaleza de su trabajo el que nos ayudó a entender y nos hizo pensar en la labor del crítico: aquel que ve primero, que ve más allá y orienta con su trabajo las lecturas venideras: “En la obra de este artista argentino que mira su región, pareciera que su desafío permanente a la materia constituyera el núcleo conceptivo original del que parte. (…) Pequeño demiurgo que conoce a fondo las leyes de formas y colores, los equinoccios espirituales de la creación le son favorables y solícitos a su registro de metáforas plásticas.”
A Jorge siempre le estaremos agradecidos por este texto y por tantos otros con los que nos ha asistido, ha sido nuestra guía y orientado nuestra comprensión. Elijo dos para celebrar su magnífica obra crítica: el ya clásico trabajo monográfico sobre la pintura de Supisiche (Ediciones Galería Rubbers, 1978) y su último artículo incluido en la revista Temas de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Sobre Supisiche escribió: “El pintor es el que enseña a ver. Él descubre cosas o las inventa, cosas que los otros no ven ni presienten. Y entonces, al presentar su obra realizada, los que llegan a la misma y la penetran comienzan a ver y a sentir como el pintor.”
En 2018, cuarenta años después, en un ensayo dedicado a la obra del escultor César Baldaccini, nos propone volver a Nietzsche y pensar que “tenemos el arte para no morir de la verdad. La vida no es posible si no es gracias a la ilusión del arte”.
Porque como también nos enseñó, “el arte es un camino de encuentros, producto de una honda reflexión que trasciende el hacer por el hacer mismo”. Es ese acto creador que encuentra su destino en la mitrada del espectador.
🖌 Sobre Arte Expandido
Arte Expandido es el espacio de opinión de la Dra. Isabel Molinas en el que se narran relatos sobre arte contemporáneo, gestión cultural y curaduría.