Hay un punto en el que críticos de todas las latitudes coinciden: “Incendios” del dramaturgo canadiense de origen libanés Wajdi Mouawad tiene vocación de clásico. Resuenan en ella ecos de la tragedia griega y de los personajes de William Shakespeare, pero el autor coloca el dedo en la llaga de nuestro tiempo. Eso y la emoción genuina que destila la obra teatral, fue lo que decidió a Desiderio Penza llevar a escena una versión santafesina de esta obra, con base en la traducción Humberto Pérez Mortera. Puesta que tendrá su estreno este sábado 6 de abril a las 21 en la sala LOA de la Asociación Gremial Médica (25 de Mayo 1867).
En síntesis, “Incendios” sigue a dos hermanos que luego de la muerte de su madre descubren que su padre sigue vivo y que además tienen un hermano cuya existencia desconocían. Debido que se trata de la última voluntad materna, tienen que encontrarlos. “Es el relato de todo aquel que busca su identidad, que ha amado y perdido, amado y traicionado; es el relato de los ángeles y demonios que nos cruzamos a lo largo de nuestra vida, y de cómo nos moldean. Es la historia del sacrificio de los pueblos y del yugo al que los someten sus opresores. Pero ante todo es nuestra historia, bajo el manto de un relato universal”, adelantan los realizadores.
Desiderio Penza dialogó con El Litoral antes del estreno y admitió que cuando llegó a la obra no sabía de su altísima calidad. “Y sin embargo, me pareció la mejor que leí en la vida. Estaba buscando datos de otra obra y fueron los algoritmos de Google los que me llevaron a ella, no una búsqueda específica”.
—¿Y qué fue lo que te impactó?
—Hay pocas cosas que cuando las leo me emocionan. Muchas veces lees cosas y pensas que interesante o que inteligente el autor, o que divertido, pero que te muevan la emoción por dentro y que te genere algo, o sea que cuando terminas de leerlo te queda el sabor en la boca, es algo muy raro. Y esta obra lo logró de una forma que me impactó. De hecho, se la di a mi mujer que no es de leer teatro y cuando terminó, quedó impactada por la historia. Y esa para mí es la mejor forma de darse cuenta de que hay algo que más allá de como uno lo pueda evaluar, está. Cuando golpea por lo que dice, ni siquiera por lo que ve.
—Además en el caso tuyo se dio una situación ideal. No conocías al autor así que no estabas influido por nada y pese a eso te conmovió.
—Eso fue lo que me definió que valía la pena tomar un riesgo y montarla.
—¿Y cuáles fueron los pasos siguientes luego de ese descubrimiento?
—Lo que aprendí después de ser padre es que me gusta nadar sobre seguro. No tirarme porque sí. Entonces empecé a indagar en los costos de los derechos. Hablamos del año 2017. Al mismo tiempo empecé a ver, con dos años de anticipación, en que sala podía estrenar sin tener que enloquecerme. Cuando vi que las dos cosas cerraban, por un lado que los derechos sin ser 2,50 tampoco eran un millón, y por otro lado que había una sala, en este caso Loa que estaba interesada en la propuesta, ahí recién empecé a armar la preproducción de la obra. Y de hecho, consultado con algunas personas, se parece más a una producción de cine que de teatro. Porque arranqué con toda una preproducción conceptual y hasta trabajamos con el equipo artístico antes de inclusive de convocar a los actores.
—O sea que los actores se fueron incorporando después a partir de las necesidades que se iban generando en función de ese trabajo previo.
—En parte eso y en parte es como ir laborando distintos hilos a la vez y después unirlos todos de un tirón. Por ejemplo, Emiliano Demarco, el que hace de Simón, el hijo de Nawal, es un boxeador en la historia. Entonces cuando lo entrevisté, le pedi que entrene boxeo, de modo que cuando lo vean boxear sea creíble. En el caso de él, el filtro fue entrenarse en un deporte que no le interesa, aprenderlo y que le guste. Cada uno de los actores tuvo que hacer una búsqueda distinta. Una de las actrices es cantante y tuvo que aprender a cantar en árabe para cantar algunas canciones en la obra.
—Al igual que en otras obras del autor, hay una evocación de la tragedia, con resonancias de Shakespeare y Sófocles. ¿Cómo trabajaste en función de todas esas influencias?
—Como director, siempre me guío más que por un tema escolástico, por un tema de “tripas”, dicho mal y pronto. En el sentido de que lo que funcionaba en la tragedia griega tenía que ver, más allá de como la analicemos hoy día, que en cuando llegaba un momento te generaba algo por dentro que te impactaba. La famosa catarsis. Entonces lo importante para mí es darle vida de nuevo a esa catarsis para un público contemporáneo. Si vos hacés algo hiper contextualizado, pero de repente va mi vecino a verla y no le mueve los decibeles, no sirve para nada. Mouawad es un autor que revitaliza el teatro y le da toque tan fuerte que en casi todos los países donde se ha presentado, la obra ha impactado.
—Logra llegar a los públicos más allá de los contextos.
—Si. De hecho para mí es una obra ideal para las personas que no están habituadas al teatro porque tiene una forma de historia y un ritmo que se acercan más al cine que al teatro.
El elenco está integrado por Adriana Rodríguez, Ana Paula Borré, Emiliano Demarco, Exequiel Maya, Fausto Daffner, Karen Temperini, Marcos Martínez, Mariano Rubiolo, María José de la Torre y Patricia Leguizamón. Como asistentes de dirección cumplen funciones Maximiliano Bonín y Carina Cammaroto, mientras que la dirección general y puesta en escena llevan la firma de Desiderio Ángel Penza.
Nacido en 1968, Wajdi Mouawad, pasó su infancia en Líbano, su adolescencia en Francia y sus años de juventud en Quebec. Actualmente vive en Francia. Vivió en Beirut hasta los 8 años y allí vio cómo un autobús repleto de refugiados palestinos era acribillado por las milicias cristianas, al comienzo de la guerra civil libanesa. Sus padres lo llevaron a París. Seis años después tuvieron que abandonar Francia. En Montreal, él y su familia corrieron mejor suerte. En el exilio, tuvo que buscar algo con lo que recrear el espacio de felicidad perdido durante la infancia. Empezó a dirigir, actuar y escribir. Así creó la tetralogía La Sangre de las Promesas, formada por las obras “Litoral”, ”Incendios”, “Bosques” y “Cielos”.