Este viernes a las 20.15, en Cine América, se estrenará “Misterios mínimos”, una serie creada, escrita y dirigida por Carlos Essmann y producida por Pedro Braulio Deré. Se trata de una serie web para redes sociales diez capítulos de aproximadamente dos minutos, que obtuvo el Premio Incaa de fomento a la TV y otros medios 2017. Habrá una segunda oportunidad de verla, el miércoles 24 de abril a las 20.30, en el Foro Cultural Universitario, en el marco de la actividad denominada Maker Moot.
En la previa, El Litoral dialogó con Deré sobre la propuesta y los desafíos de su realización.
—¿Cómo se fue dando este proyecto?
—Hay una serie de cuatro capítulos, cuatro sucesos, que ganó el Sundance de Londres en 2015. Mi relación con Carlos viene del Taller de Cine de la Universidad, de hace treintipico de años. Siempre fue mi director de fotografía trabajando en publicidad, y hay una relación de amistad enorme.
A principios de 2017 me dijo “mirá los concursos del Incaa, ¿te animás a presentarme?”. Él está viviendo en Mataró, a 40 minutos de Barcelona. Empezamos a armarlo y en enero del 18 salió que habíamos ganado un formato que es de televisión y se llama Serie Web: sería un formato juvenil, si se quiere. Son diez capítulos de dos minutos, en total hay 20 minutos de película que se van a ver en el América. El proyecto suena como seductor: armar un buzón de ideas del mundo para armar los mil y un misterios del mundo.
Esos misterios son tan pequeños que uno los deja de lado. Puedo contar los anteriores, que se se pueden ver en Internet: el señor que está lavando el auto y cada vez que para el reproductor de CD se paran los cepillos del lavadero. Casi todas las anécdotas son reales, un amigo que nos contó, alguna anécdota parecida. El más grave que está en la película nueva es de un amigo que viajaba hacia Nueva York el 11 de septiembre de 2001 tuvo un problema con su pasaje, estaba para el 10 de septiembre y no pudo viajar, tampoco al otro día. Misterios que a uno lo dejan momentáneamente perplejo y luego uno se olvida rápido. Son ideas chiquititas que contradicen eso de que el cine tiene grandes ideas (risas).
Las peliculitas no tienen nada sensacionalista, ni nada intrincado. Son cosas más bien cotidianas, mostradas en ese contexto.
—¿Cómo fue adaptarse a la brevedad?
—Teníamos un guión bastante estricto, lo planteamos en diez días de filmación, que se cumplieron a rajatabla: filmamos con un equipo muy chiquito, de 12 personas, usando bolos todos los días. Cada capítulo tiene un protagonista de un día, eso rompió un poco el esquema para las estructuras sindicales y de trabajo: armar un equipo de 35 personas por diez días de trabajo es una especie de locura.
Largamos a filmar con el plan de producción y nos aferramos, a pesar de que cobramos tres o cuatro meses después la primera parte. Eso sólo se puede hacer en Santa Fe, que es una ciudad del cine, para el cine y con el cine: uno tiene esos contactos.
Alquilamos una cámara muy linda en Córdoba, cuando la devolvimos (con un contrato muy estricto y muy riguroso) contamos cómo habíamos trabajado y no podían creerlo, porque en Córdoba ya no se puede hacer. Por eso estoy muy agradecido de un equipo que se bancó jornadas largas.
También creo que el premio fue trabajar con Carlos, que es un tipo realmente estupendo: es el guionista, el director de fotografía, el cameraman y el director, todo eso resumido en una persona es bastante fuerte.
Y para cerrar tuvimos a Gustavo Angelini como actor del capítulo 10, con una predisposición especial.
—¿Quiénes más están en el elenco?
—Janise Fladung, Camila Bulletich, Oscar Heit, Nicolás Frontuto, Horacio Chinquini, Nicolas Ferreyra, Julio De Santi, mi hijo mayor Tomás, entre otros. Armamos un casting, una preselección, y Carlos vino y eligió. Fue menos responsabilidad, porque acá somos tan amigos y nos queremos tanto (risas), entonces después es un tema por qué no me eligieron a mí. Acá vino un señor de afuera y decidió.
Al que tengo que nombrar es a Alfredo Hediger, que hace un pequeño papel en una que se llama “Sistema Tedesco”, el corto que fue a Cannes. El Sistema Tedesco es un método para aprender italiano, pero “tedesco” en italiano significa “alemán”: es un juego de que una mujer termina hablando en alemán a pesar de que sea un curso online de italiano. Alfredito hace de un carnicero alemán. Todo muy preciso y muy fresco, como es mi amigo Essmann.
—¿Quiénes integraron el staff?
—Paola Ibáñez (alias Ceibo Bloom), los asistentes de fotografía y cámara eran Lautaro Martínez y Santiago Salerno; estaban Virginia Martínez, Jazmín Fernández Cardot, Ludmila Wagnest, mi hija Julia. Hay una postproducción de audio que se hizo en España.
—¿La encargó Carlos allá?
—Sí, y el color lo hicimos Buenos Aires-Santa Fe-Mataró: si no fuera por las redes sería imposible filmarlo. Y no podríamos haberlo sin el apoyo de la Ciudad, me faltaba hasta Carlitos y lo pudimos traer (pagaron su pasaje, a través de María Martín). Tomó mi departamento, y le dije: “Perdone, director, pero no va a ir a un hotel de lujo” (risas). Las copias finales las hicieron unos amigos y nos cobraron la mitad.
—¿Qué cosas tuviste como desafíos de producción?
—Más que nada coordinación. Porque en el cine uno se mete, obstruye el funcionamiento normal de las cosas, entonces las bibliotecarias de la Universidad se enojaron (risas). Filmamos en el Hotel de ATE, un pasillo no es lo mismo que una habitación, en el Aeropuerto. Donde hay custodia hay que hablar más, porque el sábado se van al mediodía y necesitás estar hasta la tarde, y el plan de rodaje cambia.
Nos quedaba por filmar un dron y ya estábamos editando, Carlitos se estaba yendo y no podíamos hacerlo porque llovió como diez días seguidos. La última tarde, que fue viernes, a fines de abril (el domingo se iba a España) salió el sol y el dron estuvo desocupado, pudimos filmarlo. Dicen que filmamos como si Santa Fe no fuera Santa Fe... pero es Santa Fe (risas).
Para una historia con perros fue difícil conseguirlos, a última hora, y la dificultad de hacerlos actuar: no se llevaban bien.
—¿Cómo sigue la vida de la serie?
—Estamos pidiendo preselección en (los festivales de) Locarno y Cannes. Pedimos en Nueva York y otro lugar y no salimos, y llegamos tarde al Bafici, cerró antes de que la terminemos. Aparte hicimos un corto que integra los cuentos, una versión conjunta de 13 minutos con menos capítulos. Y el objetivo es subirla a las redes, donde está destinada. Aunque lo hicimos con los métodos que aprendimos hace 35 años, como en el cine; con el mismo rigor.