Ivana Fux | ifux@ellitoral
La formulación de la propuesta de parte del gobierno y la reacción sindical evolucionaron con capítulos predecibles, casi idénticos -excepto por algunos matices- a los que se protagonizaron en paritarias anteriores.
Ivana Fux | ifux@ellitoral
El Litoral
Casi dos meses y medio de negociación. Nueve reuniones en el caso de los estatales. Ocho días de paro en el caso de los docentes. “Una de las paritarias más extensas de los últimos años”, rememoraron los dirigentes. Finalmente, el gobierno de la provincia pudo cerrar esta semana las discusiones salariales que había iniciado el 5 de febrero para acordar la política salarial que regirá durante 2019, o al menos hasta mitad de año, porque en virtud de la volatilidad de la economía actual, se convino monitorear la evolución de los salarios, inflación y recaudación; y volver a sentarse a la mesa -de ser necesario- en julio o agosto.
El debate arrancó teniendo a la cláusula gatillo como eje central. El gobierno como patronal aseveraba que en virtud de la erogación que había provocado su aplicación el año pasado -alrededor de cinco mil millones de pesos-, ya no podría garantizarla para el corriente ejercicio. Ello contrastó con las pretensiones de los gremios que desde el inicio la reclamaron para garantizar el poder adquisitivo de los salarios, en función de la inflación.
La formulación de la propuesta de parte del gobierno y la reacción sindical evolucionaron con capítulos predecibles, casi idénticos -excepto por algunos matices- a los que se protagonizaron en paritarias anteriores. La oferta incluyó, primero, cláusula gatillo pero condicionada a los ingresos tributarios de la provincia. Los gremios rechazaron; la exigieron en función del aumento de precios y reclamaron un porcentaje de incremento. El gobierno volvió a ofertar: misma cláusula gatillo más suma fija de 1200 pesos.
La formulación de la propuesta de parte del gobierno y la reacción sindical evolucionaron con capítulos predecibles, casi idénticos -excepto por algunos matices- a los que se protagonizaron en paritarias anteriores
Desestimación sindical. Contraoferta oficial: aparece un porcentaje -10-. Malestar unánime de los gremios, que anuncian un paro de 48 horas. Los funcionarios lanzan advertencia previsible: “Es el máximo esfuerzo que el gobierno puede hacer; ésta es la propuesta definitiva”. Y completa con la amenaza consabida: se descontarán los días de paro. Se consuman las huelgas; se retoma la negociación. Se mejora la oferta. El diez por ciento se convierte en doce -desde marzo-, más un tres desde junio. La cláusula gatillo vuelve a ser sujeta a la inflación, igual que en 2018. Y los días de paro, ya no se descuentan. Fin de la negociación.
¿Pueden reducirse o evitarse capítulos de una historia cuyas estrategias y pasos son absolutamente esperables? “No”, aseguran algunos de los protagonistas. “Es parte de la dinámica de la negociación”, justifican. ¿Tendría el gobierno asegurada la aprobación de la propuesta si como inicial hubiese formulado la definitiva? ¿Estarían los gremios en condiciones de evaluarla como la mejor? Pensar en una instancia superadora de la discusión paritaria -justamente reivindicada como espacio de negociación- tal como se ha venido replicando en los últimos años, puede resultar una visión “romántica” del tema.
Quizá lo sea. Como también puede ser “folklórica” la dinámica que todos argumentan como necesaria y lógica. La previsibilidad de los sucesivos pasos y decisiones van en detrimento de la credibilidad de un debate que -por momentos- pareciera presentar escenas de ficción.